Así pasa una chatarrería de barrio a gestionar residuos en más de media España
Papel y cartón al azul, envases de plástico, latas y briks al amarillo, vidrios al verde, residuos orgánicos al marrón, restos al gris… La teoría para el común de los mortales está clara, aunque su aplicación en el ámbito particular es opcional. Sin embargo, cuando hablamos de residuos industriales, la cosa cambia (y no solo porque el abanico de residuos se amplíe considerablemente). Con la Ley 7/2022 de residuos y suelos contaminados, el productor o poseedor inicial del residuo tiene que asegurar y documentar un tratamiento final adecuado.
Solo en el año 2020 (los datos más recientes publicados por el INE) la economía española generó 105,6 millones de toneladas de residuos de los que el 54,7% se destinaron al reciclado. Apenas un 21,3% del total se generó en los hogares, mientras que un 30,8% correspondió a residuos procedentes de la construcción, un 20,8% al suministro de agua, saneamiento, gestión de residuos y descontaminación, un 15,6% a la industria (incluidas la minería y la producción de energía), un 6% a la agricultura, ganadería, silvicultura y pesca y, en última posición, un 5,5% al sector servicios.
A tenor de las cifras, la norma aprobada hace dos años pretende “sentar los principios de la economía circular (...) así como contribuir a la lucha contra el cambio climático y proteger el medio marino”. Conseguirlo depende, en parte, de cómo las empresas ‘aterrizan’ esas políticas de sostenibilidad desde el plano teórico a la dimensión más práctica de su día a día con la entrada en vigor de la ley: “El productor tiene la responsabilidad absoluta de la trazabilidad del residuo desde que se genera hasta que es eliminado o se convierte de nuevo en materia prima”, explica, Helena González, CEO de Regusa.
La empresa, afincada en Guadalajara, está especializada en la gestión de residuos industriales, desde metales y chatarras hasta residuos peligrosos, pasando por RSI, plástico, madera o chatarra electrónica (RAEE). Sus orígenes familiares se remontan a hace 40 años, aunque fue hace apenas un lustro cuando González se incorporó a la compañía y, junto a su marido, Rubén Yáñez, director de operaciones, decidió asumir el total del accionariado para darle un giro y convertirla en un operador medioambiental 360º. Esta salmantina afincada en Guadalajara venía del sector de la banca, mientras él había crecido con el negocio familiar. “Lo que empezó como una bonita historia entre dos personas está siendo ahora mismo el proyecto de nuestras vidas”, confiesa Helena.
Hoy la compañía opera en más de 29 provincias, ha multiplicado su plantilla por tres en apenas cinco años (pandemia incluida) y ha incrementado su volumen de negocio un 98% hasta alcanzar los 10 millones de euros anuales. ¿El secreto? “Llevamos en nuestro ADN la ambición y el carácter inconformista. Huimos de los caminos conocidos para encontrar e implantar en nuestro día a día soluciones y procesos novedosos que nos permitan ofrecer servicios cada vez más ecoeficientes”, apunta González.
La CEO explica que en el centro de todos sus proyectos se sitúa el cliente, a quien tratan de trasladar esa ecoeficiencia a toda su estructura: “aportamos excelencia, saber que están trabajando con un gestor y un partner totalmente 360 para cualquiera de sus gestiones relacionadas con la sostenibilidad de residuos industriales y que si tiene cualquier cuestión que mejorar lo hagamos juntos porque todavía hay mucho por hacer”.
“Cuando entramos en este proyecto hace cinco años, Regusa no dejaba de ser una chatarrería al uso (como han sido habitualmente las empresas de gestión de residuos en sus inicios) que quería especializarse para buscar más residuos para gestionar en las empresas”, recuerda González. Cinco años después, la empresa cuenta con 30.000 metros cuadrados de plantas de reciclaje, 2.000 equipos para la recogida nacional y más de medio millar de clientes.
Cuentan con la certificación AENOR Gestor Residuo Cero que, en la práctica, acredita que en sus plantas de gestión más de un 95% de los residuos se vuelven a convertir en materias primas, evitando así que terminen en el vertedero. En esa apuesta por la ecoeficiencia la tecnología juega un papel clave. “Llevamos dos años implicados en un proceso de digitalización profundo. Nos hemos autoexigido digitalizar todos nuestros procesos operativos y hacer un seguimiento exhaustivo de la vida del residuo de manera que podemos garantizar su completa trazabilidad, desde que se genera hasta que toma nueva vida como materia prima reciclada”, explica la máxima responsable de Regusa.
Ahora, según relata, les esperan nuevas certificaciones, planes de expansión de flota y de implantación de nuevas líneas de triaje. Sin perder la sonrisa, como empresaria y mujer, González confiesa: “Nunca es fácil pero las ganas lo hacen todo. También la fuerza de levantarte todos los días, de saber que tienes buenos players a tu lado, que es fundamental. Inversión, banco detrás, gente profesional trabajando contigo en la empresa, clientes que además te aportan esa crítica constructiva que necesitamos todos para seguir avanzando hace muy bonito lo no bonito de nuestro trabajo. Es duro, porque es duro, pero merece la pena”, concluye.
[Este contenido ha sido reelaborado a partir de El Confidencial. Lee el original aquí]