Cada español genera seis kilos de basura electrónica al año
En cada hogar europeo hay una media de 26 aparatos eléctricos y electrónicos y generamos con ellos 6 kilos de residuos por habitante al año en España. Solo en el primer semestre de 2023 se han recuperado 139.000 toneladas de estos aparatos en desuso lo que se supone un 3% que en el mismo periodo de 2022. Limitar el impacto medioambiental los componentes más dañinos exige, según los expertos consultados por COPE, mejorar el reciclaje y la recuperación.
Todo un imperativo si tenemos en cuenta que “en 2030 se generarán 75 millones de toneladas de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos en el mundo, el equivalente a 7.390 Torre Eiffel” según señalan desde el WEEE Forum, asociación especializada en la gestión de este tipo de residuos.
Ante esta creciente acumulación de residuos formada por todo un conglomerado de móviles, ordenadores, televisores, electrodomésticos y hasta paneles solares, España dispone de suficientes plantas de tratamiento para reciclar todo lo que depositamos en los puntos limpios, según explica en COPE José Pérez, presidente de OfiRaee, la Plataforma Informática de Coordinación Logística para la Gestión de los residuos eléctricos y electrónicos procedentes de los Puntos Limpios municipales.
“En España hay oferta suficiente para atender la demanda de reciclaje que puede existir y no existe ningún producto electrónico que no pueda ser tratado en alguna de las plantas que hay, incluidos los paneles solares. En ellas lo primero es clasificar los residuos por su naturaleza, lo segundo es descontaminarlos y luego ya se aplican diferentes tecnologías para reciclarlos”, señala Pérez.
Uno de los riesgos del reciclaje es, según señala la directora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), Ethel Eljarrat que “muchos compuestos que igual hace 10 años se podían utilizar y se añadían a los compuestos electrónicos como por ejemplo los retardantes de llama luego, a medida que va habiendo evidencia científica de su toxicidad, se prohíben pero si tú reciclas un aparato que tenía ese compuesto lo estás volviendo a introducir en el sistema. Para evitar este problema, los fabricantes deberían estar obligados a etiquetar con precisión todos los compuestos que utilizan porque no son fáciles de detectar y menos cuando te llegan miles y miles de productos distintos porque estudiar qué sustancias contiene cada uno es largo y costoso, inasumible para una planta de reciclaje”.
Preguntado sobre esta cuestión, el presidente de OfiRaee señala que: “los fabricantes introducen en sus manuales información suficiente acerca de la composición de los equipos y las plantas conocen esta información y no analizan producto a producto porque tienen estudiada la composición de los equipos por categoría e incluso por marcas. La primera interesada es la planta porque no hacerlo podría incluso tener consecuencias penales (al generar una contaminación ambiental nociva para la salud de los trabajadores)”.
Precisamente esa contaminación en las plantas de reciclaje ha sido objeto de estudio en una investigación llevada a cabo por Eljarrat y, según explica: “encontramos que los mayores niveles eran de unos compuestos que llevaban 20 años prohibidos”. “Los materiales que parten de material reciclado tienen tendencia a tener niveles más elevados de compuestos químicos nocivos para la salud y para el medioambiente porque a los componentes tóxicos de su primera vida útil se añaden nuevos químicos para poderles dar un nuevo uso” señala esta investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
No hay, sin embargo, más alternativa que reciclar y promover la reutilización de los aparatos para evitar un impacto medioambiental de amplias proporciones ya que muchos de los dispositivos contienen sustancias como el mercurio, el cadmio o el bromo que son altamente tóxicos para el entorno. Tanto que, según subrayan, un frigorífico mal reciclado emite a la atmósfera gases de efecto invernadero equivalentes a las emisiones de un coche recorriendo 15.000 km y el fósforo que hay en una sola televisión es capaz de contaminar 80.000 litros de agua.
Cuando llevamos un aparato a un punto limpio o a cualquier otro lugar habilitado para su posterior reciclado y según recuerda Pérez estamos contribuyendo no solo a cuidar el Medio Ambiente, sino que, además, “participamos en la economía circular que crea empleo y riqueza y también contribuimos a recuperar los nuevos minerales que son las materias críticas o raras, un teléfono móvil tiene en ocasiones un mineral muy raro y difícil encontrar que es el paladio o un material precioso como es el oro y la minería urbana también ayuda a limitar el recurso a unas materias primas escasas o difíciles de conseguir”.
Pero cuidar el planeta pasa, según recuerda Eljarrat por un consumo responsable de productos electrónicos y eléctricos algo que exige un cambio si tenemos en cuenta que “la tasa de renovación de los móviles es de 18 meses y no podemos seguir con este ritmo abusivo”. Apunta a que vivimos en una cultura de usar y tirar, algo válido no solo para el móvil sino también para electrodomésticos más grandes como cuando “se estropea la lavadora y te dicen que te sale más barata comprar una nueva que repararla”.
Además de luchar contra la obsolescencia programada, la directora del Instituto de Diagnóstico Medioambiental del CSIC es partidaria de reforzar con los fabricantes la reparación de sus aparatos y de aumentar por ley el tiempo en el que deben tener disponibles las piezas para su posible reposición cuando se estropean.
[Este contenido ha sido reelaborado a partir de COPE. Lee el original aquí]