Chile, Marruecos, India o Togo: aquí termina acumulada la ropa usada que no quiere Europa
Comprar mucho y barato y donar la ropa usada que ya no se quiere llevar creyendo que podrá tener una segunda vida. Es el patrón de consumo de millones de personas en todo el mundo, incentivado por las grandes marcas. Pero, ¿qué pasa con esa camiseta o ese abrigo que se deja en un contenedor, en una tienda o en la calle, después de haberlo sustituido por otro nuevo y más moderno? La organización Greenpeace ha querido seguir su rastro colocando localizadores en varias prendas y ha concluido que su destino no es el que los consumidores piensan, ya que a menudo terminan en lugares insospechados, tras largos y enrevesados viajes.
“En la mayoría de los casos, esa segunda vida no llega. Tal y como está diseñado el modelo actual de sobreproducción de moda ultrarrápida, la supuesta economía circular no puede funcionar. El sistema es diabólico, totalmente insostenible y la gente tiene que ser consciente de lo que hay detrás de los residuos textiles”, explica a este diario Sara del Río, responsable de esta investigación de Greenpeace.
Entre agosto y septiembre de 2023, la organización de defensa del medioambiente colocó sus rastreadores en 29 prendas que dejó en contenedores de la vía pública y en los situados en tiendas de las marcas españolas Zara y Mango de 11 ciudades del país. Cuatro meses después, ¿dónde están? Muchas de ellas han recorrido miles de kilómetros, según la investigación que se publicó a finales de 2023 y que sigue abierta, puesto que el viaje de estas prendas aún no ha terminado. 14 de ellas han sido detectadas fuera de España (un 48%). Los principales destinos han sido Emiratos Árabes Unidos y Pakistán, aunque también han llegado a Chile, Marruecos, India, Rumanía, Egipto y Togo.
“Desde el 2000 ha habido una sobreproducción textil brutal. Ya no hablamos de fast fashion (moda rápida), sino de moda ultrarrápida. Si no tuviésemos a los países del sur global para producir esa ropa y recibirla cuando la desechamos, sería un modelo que no se podría mantener, porque en sí es insostenible”, explica Del Río.
Además, la investigadora subraya que la calidad de la ropa hace que sea menos duradera y pone en entredicho esa segunda vida. Por otra parte, los tejidos que se usan con cada vez más sintéticos, mixtos y contaminantes. Es decir, reciclar un vestido de algodón con poliéster es más complicado que reciclar uno cuya composición es 100% algodón. Además, un análisis publicado en 2020 en Global Change Biology vinculó la presencia generalizada de microplásticos en la fauna marina, entre otras causas, al lavado de ropa sintética.
Para Greenpeace, una de las conclusiones más claras tras seguir el rastro de estas prendas es que da igual dónde se depositen, ya que las entidades de gestión son las mismas en la mayoría de los casos. Instalar estos contenedores es por ahora voluntario, pero en España, a partir de 2025 y por ley, las marcas de moda tendrán que implicarse en la recogida de ropa usada en sus tiendas y no podrán tirar los excedentes, y los ayuntamientos tendrán que recoger las prendas usadas en receptáculos propios.
“Esta ley es importante, claro está, porque las empresas que generan el residuo tienen que ser responsables de dicho residuo. Y tal vez así generen menos, ya que tendrán que pagar por su gestión. Pero la ley necesita mucho más para ser efectiva. Mientras sigamos en este modelo de sobreproducción textil no habrá cambios. Necesitamos ralentizar el sistema: producir menos y producir mejor para tener menos residuos”, agrega Del Río.
Según cifras publicadas a principios de 2023 por la Agencia Europea del Medioambiente (EEA), en las últimas dos décadas se ha triplicado en la Unión Europea (UE) la exportación de ropa usada, desde 550.000 toneladas en 2000 hasta casi 1,7 millones al año en 2019. Esto implica un promedio de 3,8 kilogramos por persona y por año. En España se generan anualmente cerca de un millón de toneladas de residuos textiles, la mayoría procedentes de prendas desechadas a las que se puede dar una segunda vida. Pero, según datos de comercio exterior del Ministerio de Hacienda a los que Greenpeace ha accedido, entre julio de 2022 y junio de 2023 España exportó solamente 131.900 toneladas de residuos textiles. Los mayores importadores de estos bienes fueron Emiratos Árabes Unidos (37.814 toneladas), Marruecos (23.978 toneladas) y Pakistán (13.898 toneladas). Desde Emiratos y Pakistán, centros del comercio internacional de ropa, se reexportan a menudo a otros países.
Por otra parte, Greenpeace también ha comprobado en su investigación que la ropa más valiosa o de mejor calidad se queda en Europa, donde permanece un 21% de las prendas usadas recogidas, según la Agencia Europea del Medio Ambiente.
Según esta misma entidad, en 2019, el 41% de los textiles usados en Europa terminaron en Asia, que es, paradójicamente, la región del mundo donde más ropa nueva se fabrica. En el caso de las prendas con rastreador, hubo una detectada en Emiratos Árabes Unidos, que luego llegó a Egipto, y otra que pasó de Pakistán a la ciudad india de Panipat. La mayoría de los textiles usados que llegan a este continente lo hacen en zonas francas cercanas a puertos o aeropuertos, donde se clasifican y procesan. Después, la mayoría se convierten en trapos o rellenos industriales o se vuelven a exportar a otros Estados asiáticos para su reciclaje o a África para ser reutilizados.
En 2022, Greenpeace ya publicó un informe titulado Regalos envenenados en el que documentó el impacto de los residuos textiles disfrazados de ropa de segunda mano que se exportan a África Oriental. Por ejemplo, en Kenia, según Afrika Collect Textiles y otras fuentes locales, entre el 30% y el 40% de la ropa usada que se recibe es de tan mala calidad que se convierte en residuos textiles que muchas veces terminan en vertederos sin recibir un tratamiento adecuado. Pero como los basureros oficiales están desbordados, estos restos se arrojan a ríos o son quemados a cielo abierto, pese a estar fabricados con productos químicos peligrosos que pueden afectar gravemente al medioambiente. Por otra parte, Greenpeace destaca que la gran cantidad de ropa enviada acaba saturando los mercados de segunda mano y por ello, varios países africanos han estado reconsiderando las importaciones de textiles usados con el fin de proteger y fortalecer la producción textil local.
La investigación sobre las prendas geolocalizadas puede consultarse en aquí: ¿Una segunda vida para tu ropa?
[Este contenido ha sido reelaborado a partir de El País. Lee el original aquí]