Plástico reciclado y alimentos: algunos datos sobre seguridad
Todos tenemos en la cabeza las conmovedoras imágenes de animales sufriendo las consecuencias de nuestro consumo de plástico, como aquella tortuga a la que una anilla de plástico le oprimía el caparazón o la ballena que albergaba 30 bolsas en su estómago. Además, está aumentando la preocupación por la contaminación causada por microplásticos, que pueden ser ingeridos por múltiples organismos que inevitablemente acabarán en la cadena alimentaria. De todo esto tiene la culpa el modelo económico desarrollado en las últimas décadas, basado en producir, consumir y desechar plásticos.
Hay diversas estrategias para afrontar el problema, y una de las más importantes es reciclar plásticos, como promueve el Pacto Verde Europeo. Se puede llevar a cabo de dos formas: por reciclaje mecánico o por reciclaje químico. El primero consiste en recolectar los envases, seleccionarlos en la planta de reciclaje, triturarlos, lavarlos y fundirlos para obtener un material de partida homogéneo. Por su parte, el método químico se basa en descomponer el polímero plástico en las unidades más pequeñas que lo forman: los llamados monómeros. A partir de estos componentes se vuelve a fabricar un nuevo plástico al modo convencional.
Aunque a primera vista pueda parecer sencillo y una fantástica solución al problema medioambiental planteado, existen inconvenientes. Uno de los principales obstáculos es la contaminación química, especialmente cuando se reciclan plásticos usados como recipientes de comida para envasar nuevos alimentos.
Los contaminantes presentes pueden alterar el sabor del alimento y también poner en peligro la salud humana
En este caso, los contaminantes presentes en los materiales reciclados no solo pueden alterar el sabor del alimento, sino que también podrían poner en peligro la salud humana.
¿Qué contaminantes contienen los plásticos reciclados?
Todos los plásticos utilizados en envases contienen múltiples sustancias que se añaden al polímero para mejorar su flexibilidad, oxidación, estabilidad, etc.
- Compuestos que no se han añadido intencionadamente: impurezas, sustancias producidas por reacción entre distintos aditivos (o entre estos y los alimentos) y otras surgidas por degradaciones de los aditivos.
- Residuos provenientes del alimento envasado anteriormente, ya que algunos de ellos no se eliminan durante la limpieza.
- Tintas y etiquetas con adhesivos que no siempre se suprimen del todo en ese proceso de limpieza y cuyos componentes también puede absorber el polímero.
- Contaminaciones cruzadas debidas a las distintas fases del reciclado, desde el contenedor donde se depositan todos los envases mezclados al proceso que se lleva a cabo en la planta de reciclaje (triturado y lavado).
¿Cómo se garantiza la seguridad alimentaria?
Muchos de los compuestos mencionados pueden transferirse al alimento por un proceso llamado migración. Para evitarlo, todos los envases tienen que cumplir con el Reglamento marco sobre los materiales y objetos destinados a entrar en contacto con alimentos. Esta normativa europea establece que no pueden trasferir sustancias que dañen la salud o que cambien las propiedades organolépticas de los alimentos. Para verificar que los plásticos reciclados cumplen con el reglamento, los envases pasan exhaustivos exámenes en los que se estudia la migración de compuestos contaminantes para cada grupo de alimentos.
AUTORAS: Elena Canellas y Paula Vera, del Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón-I3A UNIZAR
[Este contenido ha sido reelaborado a partir de Canarias 7. Lee el original aquí]