RAEE: un flujo de residuos que no deja de crecer a nivel mundial
Los residuos electrónicos son el flujo de residuos que crece con más rapidez en todo el mundo. Además, se encuentran entre las tres principales categorías de residuos objeto de comercio ilícito. En 2019 se generaron 53,6 millones de toneladas (Mt) de residuos electrónicos (RAEE) en todo el mundo. Esto supone una media de 7,3 kg per cápita. Solo el 17% se gestionó de forma respetuosa con el medio ambiente, lo que se tradujo en un valor bruto de 9.400 millones de dólares en hierro, oro, cobre y otros materiales valiosos a través del reciclaje. Se desconoce qué ocurre con el 83% restante. Estos 44,3 Mt podrían ser tratados o incluso reciclados de forma no documentada o simplemente ser vertidos o quemados, con una pérdida potencial de 47.600 millones de dólares en materias primas.
No hemos terminado con las cifras. Se calcula que la generación de residuos electrónicos aumentará una media de 2 Mt anuales hasta alcanzar 74,7 Mt en 2030 y hasta 110 Mt en 2050, a menos que cambiemos nuestra forma de tratar los aparatos eléctricos y electrónicos (AEE). Esto convierte a los residuos electrónicos en el flujo de residuos de más rápido crecimiento en todo el mundo. Lo que los convierte tanto en una oportunidad de negocio como en un peligro para el medio ambiente y la salud.
Los crecientes volúmenes de residuos electrónicos suponen una amenaza para el medio ambiente y la salud pública. En 2021, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó su primer informe sobre residuos electrónicos y salud infantil (Children and Digital Dumpsites). Según el informe, los trabajadores que tratan de recuperar materiales preciosos como el cobre y el oro corren el riesgo de exponerse a más de 1.000 sustancias nocivas, como plomo, mercurio, níquel, retardantes de llama bromados e hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP).
Hasta 12,9 millones de mujeres trabajan en el sector informal de los residuos, lo que las expone a residuos electrónicos potencialmente tóxicos y las pone en peligro a ellas y a sus hijos no nacidos. También hay más de 18 millones de niños y adolescentes, muchos de tan sólo 5 años, que trabajan en el sector industrial informal, del que el tratamiento de residuos es un subsector.
Los niños y niñas participan muy a menudo en el reciclaje de residuos electrónicos, ya que sus pequeñas manos son más diestras que las de los adultos. Otros niños viven, van al colegio o juegan cerca de los centros de reciclaje de residuos electrónicos, donde la exposición a altos niveles de sustancias químicas tóxicas, principalmente plomo y mercurio, puede afectar a sus capacidades intelectuales.
Los menores son especialmente sensibles a las sustancias químicas tóxicas de los residuos electrónicos debido a su menor tamaño, sus órganos menos desarrollados y su rápido crecimiento y desarrollo. Tienden a absorber más contaminantes para su tamaño y son menos capaces de metabolizar o eliminar las sustancias tóxicas de su organismo. Otros efectos adversos para la salud de los niños y niñas asociados a los RAEE son los cambios en la función pulmonar, los efectos respiratorios y respiratorios, los daños en el ADN, el deterioro de la función tiroidea y el aumento del riesgo de padecer algunas enfermedades crónicas en etapas posteriores de la vida, como cáncer y enfermedades cardiovasculares.
"Del mismo modo que el mundo se ha movilizado para proteger los mares y sus ecosistemas de la contaminación por plásticos y microplásticos, tenemos que movilizarnos para proteger nuestro recurso más valioso, la salud de nuestros niños, de la creciente amenaza de los desechos electrónicos", ha dicho el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS.
La comunidad internacional ha llamado al Sur Global el cementerio de los productos de lujo del Norte Global. Y con razón. Según algunos informes, hasta el 80% de los residuos electrónicos generados anualmente se transporta a través de las fronteras de los países. Una parte importante de los residuos electrónicos se exporta de países de renta alta a países de renta baja y media, donde puede que no existan normativas o, si existen, se apliquen mal. Muy a menudo hay una falta de infraestructuras, formación y salvaguardias medioambientales y sanitarias en los lugares donde se desmantelan, reciclan o reacondicionan los residuos electrónicos.
Es difícil cuantificar estos traslados, no sólo por el tráfico ilegal de residuos, sino también porque existe una especie de zona gris en lo que respecta a la exportación de aparatos electrónicos usados no funcionales para su reutilización. Así que, aunque los impactos en los países receptores son bien conocidos y significativos, la magnitud real de este problema sigue sin estar clara.
[Este contenido ha sido reelaborado a partir de Waste Management World. Lee el original aquí]