Solastalgia: cuando el deterioro ambiental produce sufrimiento psicológico
'There's no planet B' como dice la frase y es que no tenemos otro planeta en el que vivir de momento más que en este. Hay personas muy sensibles a la degradación que conlleva nuestro medio ambiente, nuestro entorno y, aunque no está considerado como un trastorno mental, ni catalogado como enfermedad, sí que se puede considerar una especie de malestar psicológico que viven algunas personas por esta merma de nuestro entorno.
José Antonio Corraliza es catedrático de Psicología ambiental de la Universidad Autónoma de Madrid y nos explica en una entrevista con Infosalus que la solastalgia es un término que acuñó Glenn Albrecht, un divulgador naturalista, australiano, en la primera década del 2000. "Vio que en una comunidad de Nueva Gales del Sur, una empresa multinacional compró un terreno e hizo una mina a cielo abierto para extraer minerales. Entonces observaron que esa comunidad, las personas del entorno, empezaron a tener problemas y alteraciones porque la empresa abandonó la mina después y dejó la inmensa herida en el paisaje", describe. Así, señala que este término se puede describir como aquel malestar inducido por la observación de procesos de degradación del entorno habitual: "Afecta y aumenta el nivel de tensión, de estrés, percibido en la población".
Pero la clave, según prosigue este psicólogo, se encuentra en por qué una degradación del entorno tiene un impacto psicológico, y para ello recurre a otro concepto, que llama 'la identidad espacial': "Nosotros somos los lugares que habitamos, y nuestra identidad se forja en contacto permanente con los lugares que habitamos (paisajes naturales o urbanos), y cuando se degradan o se deterioran o desaparecen estos entornos donde se ha forjado nuestra identidad, se daña también la identidad, y la sensación de seguridad que a una persona le aportan estos lugares". A día de hoy, no hay mucha investigación empírica para contrastar la intensidad o la gravedad de esta alteración, según reconoce Corraliza. Sí sabemos, según apunta, que el malestar se produce y no es difícil de erradicar.
Como experto sostiene que la solastalgia se relaciona mucho también con procesos de degradación intensa o brusca del entorno, como por ejemplo un incendio. Pone el ejemplo de que este pasado verano, tras uno de los incendios de Zamora, una señora salía en la televisión llorando y diciendo que no le dolía que se hubiera quemado la zona, sino que le dolía el no volver a verla como estaba ya nunca más.
"No es el daño ecológico en sí, que seguro que le preocupaba, sino el hecho de que no lo va a volver a ver cómo estaba. Aquí se puede ver esa fractura identitaria que producen los procesos de degradación del entorno en algunas personas", remarca este catedrático de Psicología ambiental. Los desastres repentinos y bruscos como este provocan este malestar, al mismo tiempo que reconoce que también los procesos continuos de degradación de la naturaleza, como por ejemplo la desertificación, la deforestación, o la sequía, que son más lentos y progresivos en el tiempo.
Con ello, Corraliza insiste de nuevo en que falta mucha investigación empírica a la hora de definir con precisión a la solastalgia: "Es un término que 'está en pañales', una idea para investigar. Albretch ha puesto sobre la mesa una buena idea y que está justificada teóricamente. Ahora mismo, las visiones que se dan sobre este concepto no son clínicas, sino que representan ideas de investigación".
Apunta este especialista que la solastalgia afecta en primer lugar a una sensación genérica de malestar, de disgusto, o de inseguridad, de cierto vértigo, porque un puntal de tu vida no está bien: "Es parecido a lo que se puede sentir en un proceso de duelo, y la frase de la señora del incendio puede ser indicio de ello. Es como una pérdida, no te das cuenta de su valor hasta que lo has perdido, forma parte de tu vida cotidiana más automática".
Y una vez que se toma conciencia puede dar lugar a cierta respuesta que califica como de 'vacío existencial', algo importante en tu vida ya no está, y entonces tienes que reconstruir esas claves, y readaptarte a un nuevo entorno con los costes que ello supone. "Es un fenómeno interesante porque asistimos a cambios bruscos en la naturaleza", manifiesta.
Puede llegar a producir también una respuesta de cierto déficit de futuro, como en los procesos de duelo, como que 'ya se ha acabado todo', como la sensación que tenemos con cualquier otra pérdida, aunque esta es muy íntima y difícil de compartir. "Esta sensación de malestar se relaciona también con una emoción negativa ligada a la naturaleza, lo que Albretch llamaba 'trastornos psicoterráticos'", apostilla Corraliza.
Sobre cuánto duraría este fenómeno, dice que como todo proceso de duelo depende del tiempo que tardas tú en recuperar algo que sustituya la pérdida de valor emocional que te ha ocasionado. "No me preocupa tanto el tiempo sino el coste que supone, y este es importante, y puede llegar a producir esa sensación de déficit de futuro, de que ya todo se ha acabado, y te acostumbras a vivir con la herida sangrante permanentemente", subraya.
Ahora mismo necesitamos investigar más sobre esto, según reitera el psicólogo; si bien considera que, desde su experiencia, a veces este malestar pervive de manera larvada y emerge en momentos coyunturales, es decir, que te adaptas a vivir con ello, con esa sensación de pérdida, pero en momentos determinados, cuando notas pérdidas, echas de menos ese entorno. "Depende también de la capacidad de resiliencia de la persona y de buscar elementos sustitutivos que te han ocasionado ese dolor emocional", agrega.
Ahora bien, sí precisa que la solastalgia no es lo mismo que el 'trastorno por déficit de naturaleza'; otro concepto acuñado por un divulgador, Richard Louv, y que consiste en la experiencia que sobre todo se da en la población infantil y que surge de su desconexión con los entornos naturalizados, que son sustituidos por la tecnología. A su juicio, este sí es un problema de salud infantil porque se relaciona con patrones de la vida diaria en la infancia en los países ricos o desarrollados; donde se registran tasas de obesidad y de sobrepeso infantil, así como el incremento de enfermedades neumónicas infantiles tipo asma, TDAH, o el déficit vitamina D.
[Este contenido ha sido reelaborado a partir de Infosalus. Lee el original aquí]