Sostenibilidad, el asidero más firme para tiempos convulsos
Vivimos momentos donde prima el corto plazo. Como personas, nos hemos vuelto cortoplacistas y los tiempos que corren lo favorecen; lo urgente roba tiempo a lo importante. En esta era de la hipermodernidad y la saturación de información, todo parece estar configurado para durar poco, definiendo un entorno donde el dicho atribuido al famoso personaje de la corte del rey Luis XV de Francia, la Marquesa de Pompadour, cobra más valor que nunca: ¡Después de nosotros el diluvio!
Para los más jóvenes, las sucesivas crisis han generado una incertidumbre que ha limitado sus aspiraciones, conformando un panorama de simple supervivencia, donde la precariedad ha dinamitado la posibilidad de construir el futuro. Con la sensación de que sólo existe el presente, hemos olvidado, o al menos hemos hibernado, nuestros objetivos y principios de cuidar nuestro planeta. Ahora nuestras preocupaciones están centradas en controlar los efectos colaterales de la inflación, o cómo vamos a pagar los gastos de calefacción del próximo invierno.
Nuestra sociedad sufre de falta de pensamiento a largo plazo y de sus consiguientes decisiones, justo en un momento donde los riesgos a los que estamos expuestos hacen que cada vez sea más importante ampliar las perspectivas, por encima del horizonte temporal de nuestra propia vida. Nuestras acciones repercuten en la creación de ese futuro más que nunca.
La definición de sostenibilidad, de la que tanto hablamos, implica impulsar un progreso económico alineado con el crecimiento del bienestar social y con el respeto al medioambiente. En el sentido más amplio, esto es intrínsecamente rentable a largo plazo, aunque algunos ‘stakeholders’ empiezan a flaquear bajo las perspectivas de que se pueden estar dejando "escapar" buenas oportunidades de inversión en sectores controvertidos, como pueden ser casinos, alcohol y cannabis.
Ejemplo palpable de esta corriente es el lanzamiento, con éxito, de un fondo de inversión cotizado en Estados Unidos, que se publicita como el fondo de los rebeldes de la sostenibilidad, un fondo anti-ESG. Del mismo modo, algunos de los mayores fondos internacionales que siguen defendiendo que la descarbonización de la economía mundial es "la mayor oportunidad de inversión de nuestra vida", están realizando grandes apuestas de inversión en compañías de energía fósil.
Nuestro comportamiento y hábitos no distan mucho de lo anterior. Nuestra desarrollada sociedad occidental produce, adquiere, usa y tira con facilidad, sin problemas de conciencia. Particularmente llamativo es el caso de los desperdicios alimentarios, en los que, no solo se desecha la comida; tirarlos también conlleva una mala utilización de otros recursos tan valiosos como el agua. Cada año, grandes cantidades de agua son destinadas a la producción de alimentos que luego simplemente se tiran. Este desperdicio de alimentos es el responsable directo de la cuarta parte de toda el agua que usamos para agricultura en el mundo.
Frente a esto, hay una forma mucho más sostenible de progreso económico, que viene representado por el desarrollo de la economía circular basada en compartir, alquilar, reutilizar, reparar, restaurar y reciclar, reduciendo al mínimo los residuos. Este avance hacia una economía de reutilización desarrolla nuevas oportunidades impulsadas por el cambio en el comportamiento del consumidor y abre la puerta a nuevos modelos de negocio. Sin olvidar que también contribuye a reducir la presión sobre el medio ambiente, mejorar la seguridad del suministro de materias primas, favorecer la competitividad y desarrollar la innovación, impulsando con ello el crecimiento económico y el empleo.
Uno de los ejemplos más cotidianos del final de la economía de «usar y tirar» es el hecho de pagar por las bolsas de plástico en los comercios, lo que ha fomentado la utilización de bolsas de tela o papel. Son muchas las marcas que están promocionando artículos reutilizables, recargables o duraderos en lugar de los desechables de un solo uso. Al mismo tiempo, están apareciendo nuevas líneas de negocio, que pretenden dar una segunda vida a todo tipo de productos, como ropa, calzado o muebles, dando lugar al desarrollo de aplicaciones como las famosas plataformas de compraventa Wallapop o Vinted. También hay negocios comprometidos con evitar el desperdicio de alimentos, como TooGoodtoGo, que pone en contacto a restaurantes y tiendas de alimentos con usuarios para vender a última hora los productos que no han tenido salida durante el día y evitar así que sean desperdiciados.
En el cine también podemos ver esta temática, en una de las reconocidas películas de culto, "Blade Runner" (1982) del director Ridley Scott, de género difícil de encuadrar, la trama nos lleva al extremo de no sostenibilidad, prácticamente a la ausencia total de vida natural en nuestro planeta y a sus consecuencias.
Estamos en un escenario especialmente convulso, donde es difícil tomar decisiones que superen el corto plazo. Así y todo, necesitamos cambiar, creando valor duradero para afrontar los desafíos sociales, ecológicos y tecnológicos de nuestro tiempo y de nuestro planeta. Es el momento, actuemos bajo los sólidos pilares que ofrece mirar al largo plazo. Sostenibilidad, más que nunca.
[Esta noticia fue publicada originalmente en El Periódico de España. Lee el original aquí]