Sostenibilidad empresarial: entre la aspiración y la contribución real al bien común
Solo el 15% de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) están camino de lograrse según indica el Informe especial sobre el progreso de los ODS, presentado en julio de 2023. Durante la 78º reunión de la Asamblea General de Naciones Unidas, que se celebra anualmente a lo largo de la tercera semana de septiembre, se puso de manifiesto que la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible está muy lejos de ser una realidad en 2030.
Si bien es cierto que cuando pensamos en los ODS solemos asociarlos con acciones políticas y gubernamentales; el mundo empresarial tiene un rol fundamental en su consecución. En los últimos años las empresas están incorporando de manera paulatina la sostenibilidad en sus estrategias de negocios y vinculando sus resultados a los ODS, como se observa en las empresas que elaboran sus informes de responsabilidad corporativa de acuerdo con la Iniciativa de Reporte Global (GRI, por sus siglas en inglés). Por este motivo, es esencial que las empresas realmente se conciencien de la importancia de aunar esfuerzos y del papel significativo que pueden y deben desempeñar, no solo para alcanzar los ODS, sino para lograr una sociedad más justa y sostenible.
La Unión Europea está dando importantes pasos en materia regulatoria mediante la aprobación de una serie de normas que obligan a las empresas a cumplir con ciertos estándares a riesgo de verse sancionadas. La Directiva de Información sobre sostenibilidad o la conocida como Magnistky Act europea, un reglamento que establece que las empresas europeas no pueden contratar a proveedores que violen los Derechos Humanos son ejemplo de su creciente importancia. Países como España no se quedan atrás y también están reforzando su legislación en materia de sostenibilidad, un ejemplo de ello es la exigencia de tener planes de igualdad, directamente ligado con el ODS 5 sobre la igualdad de género.
Ahora bien, el mero cumplimiento normativo permite avanzar, pero no es suficiente. Para ello los cambios legislativos tienen que estar acompañados de un cambio de cultura en el seno del sector corporativo gracias al cual las empresas asuman su papel como agentes sociales.
En el mundo empresarial se aprecia un cambio de mentalidad que poco a poco va calando. Jean Tirole, el Premio Nobel de Economía en 2014, ya señaló la importancia de lo que él denominó la "economía del bien común". Según Tirole, la economía de mercado no es una finalidad en sí misma, sino que es un instrumento para lograr el bien común. Las empresas, como miembros de la sociedad, deben también ser proactivas a la hora de aportar al bien común, en vez de relegar el trabajo a la sociedad civil y a las instituciones públicas. La hoja de ruta para alcanzar este bien común se encuentra enmarcada en los 17 ODS, aprobados en 2015.
Las nuevas tendencias en materia de inversión, por ejemplo, ya señalan el interés por la sostenibilidad corporativa por parte de la sociedad civil o los inversores. Se observa, así como la sostenibilidad no se limita únicamente a actuar por el bien común o a cumplir con la normativa, sino que permite una mejora reputacional y de los resultados empresariales.
En esta línea destacan particularmente los criterios de inversión ESG (('environmental, social and governance'), es decir, las medidas que las empresas adoptan para promover una conducta sostenible y responsable desde el punto de vista ambiental, social y de gobernanza. Para poder evaluar estas medidas, las empresas se alinean con los ODS para poder realizar un seguimiento de su progreso. El hecho de que los criterios ESG poco a poco vayan ganando peso entre los inversores para adoptar sus decisiones de inversión es indicativo de que estamos ante un proceso de transformación. Los inversores ya no buscan solo la rentabilidad y los beneficios, sino que hay un interés creciente por invertir en empresas sostenibles y que sean socialmente responsables.
Según Bloomberg, en 2025 los activos ESG mundiales superarán los 53 billones de dólares, lo que representa más de un tercio de los 140,5 billones de dólares previstos en activos totales gestionados. Sin embargo, aunque el principal interés hasta el momento ha sido el medioambiente, tanto los factores sociales como de gobernanza están ganando importancia. Por ello, nuevas áreas empresariales como el compliance o la responsabilidad social corporativa, tienen cada vez mayor relevancia ya que son elementos legitimadores sociales de la empresa y permiten una mejora de su reputación.
La Unión europea en particular ha puesto un importante énfasis en la adopción de medidas para promover que las empresas implementen políticas y acciones sostenibles. Entre las iniciativas legislativas destacan las medidas en igualdad de género y en diversidad como la Women on Boards o la transparencia retributiva. Pero probablemente la iniciativa más innovadora ha sido la inclusión de los criterios ESG en el reporting corporativo, obligatorio de manera gradual a partir del año que viene.
Ahora bien, el paso esencial todavía no se ha producido. Las empresas necesitan más asesoramiento para conseguir que el cambio de cultura corporativa no sea únicamente sobre el papel, sino que se vea realmente integrado en el seno de la organización a todos los niveles y en todas las operaciones, incluida la forma de hacer negocios. La falta de orientación es una dificultad añadida para las empresas, especialmente para las PYMES, que no cuentan con el asesoramiento ni con los medios y recursos necesarios para dar ese paso transformador hacia una cultura corporativa más sostenible.
Los ODS no son meramente un sueño de instituciones públicas y sociedad civil, sino que nos concierne a todos, sector corporativo incluido. Una sociedad más justa y sostenible nos conducirá a un mayor crecimiento y mejora del bien común, y por ello, aunar esfuerzos entre todos los agentes sociales es indispensable para conseguirlo.
[Este contenido procede de Expansión. Lee el original aquí]