En construcción en Galicia tres buques que recogerán desechos plásticos en el Mediterráneo
En la ría de Vigo se construyen los buques que librarán de residuos flotantes el mar Mediterráneo. El astillero Aister comenzó hace dos semanas la fabricación de tres embarcaciones de navegación híbrida para la recogida de desechos en aguas portuarias del archipiélago balear. La empresa de Moaña (Pontevedra) tiene previsto entregar el pedido a principios del 2023, entre enero y marzo.
Aister firmó el contrato a comienzos de mayo con un armador de Tarragona cuyo nombre no desvela por motivos de confidencialidad. Pactaron la construcción de tres buques dirigidos a la recogida de residuos flotantes en zonas portuarias, que se conocen en el sector como pelícanos. Son tres barcos fotocopia que, en proa, cuentan con dos puertas plegables que se abren y cierran para capturar los desechos. «No es únicamente basura, también puede tratarse de algas», especifica Francisco Pita, director técnico del astillero. Su destino principal son las islas Baleares, pero están diseñados para poder ser transportados en camiones.
La construcción de los tres pelícanos será paralela en el tiempo y dedicarán algo más de seis meses. Su eslora mide trece metros y están hechos con aluminio, que los hace más ligeros, duraderos, flexibles y de gran resistencia estructural. «La intención es operar en modo eléctrico», explica Pita, pero los barcos cuentan con un motor diésel para asegurar la navegación.
Las islas Baleares, junto a las Canarias y el estrecho de Gibraltar son los tres puntos del mapa español con mayor contaminación acústica por el tránsito de embarcaciones. Apuestas como la de Aister, de propulsión eléctrica, generan menor impacto en el medio marino ya que consigue reducir las vibraciones y ruidos propios de la navegación a motor, así como el gasto en carburante.
Este nuevo contrato eléctrico insiste en la línea estratégica diseñada por el astillero de Moaña para fortalecer su presencia en el sector naval. Acertaron con la especialización en un momento en que administraciones y armadores simpatizan, por fin, con el compromiso de restringir su volumen de contaminación en la medida de lo posible y destinan sus inversiones a proyectos con menor impacto ecológico, a priori más costosos, pero no en el largo plazo.
[Esta noticia fue publicada originalmente en La Voz de Galicia. Lee el original aquí]