Las mujeres recicladoras defienden sus derechos en América Latina
Carol, Elvia, Jacqueline y muchas otras forman parte de la fuerza laboral femenina que integra el millón y medio de recicladores que, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), hay en América Latina. Si en Argentina fue la crisis, en Colombia fue el conflicto armado el que hizo que miles de desplazados llegaran a las ciudades y se sumaran a otros miles de pobladores pobres urbanos que subsistían recuperando residuos. Nohra Padilla ha escrito la historia del reciclaje en Bogotá y es una figura clave en las conquistas que mejoraron las condiciones de vida de los recicladores colombianos. La portavoz de la Asociación de Recicladores de Bogotá representa a unos 3.000 de los 22.000 trabajadores informales en este gremio que trabajan en la capital del país; 12.000, según las organizaciones, serían mujeres. “En todas las familias que conozco eran las mamás y las abuelas las que tomaban la decisión de salir a la calle. A las mujeres les da más angustia que sus hijos pasen hambre o no tengan zapatos. Somos humildes, pero valientes”, dice.
Brasil también es un país de recicladores y recicladoras. Hay 400.000, según las organizaciones, y Verónica Costa es una de ellas. Empezó rebuscando en la basura del vertedero de Londrina, una ciudad mediana del estado de Paraná. “En 2009 nos formalizaron como trabajadores. Eso mejoró nuestra autoestima y nuestra calidad de vida, pero lo más difícil fue conquistar el reconocimiento de la sociedad. Al final, conseguimos fidelizar a los vecinos, puerta a puerta, para que nos entreguen los materiales ya separados”, explica Costa, que hoy ejerce como directora financiera de Cooper Região, una cooperativa de recicladores de su ciudad.
Ellas y ellos son prácticamente los únicos que reciclan en un continente que no llega a recuperar ni el 5% de toda la basura que genera. Las políticas públicas de gestión de residuos en Latinoamérica tenían hasta hace muy poco como única preocupación concentrar sus esfuerzos y recursos en recoger, transportar y enterrar la basura en rellenos sanitarios o vertederos. Pero la poca cultura del reciclaje existente en la región chocó con la nueva agenda urbana de Naciones Unidas que recomendaba incrementar el reciclaje, minimizar la disposición en vertederos y reducir desperdicios de comida. Muchas localidades empezaron a entender la importancia de reciclar y buscaron como aliado a los únicos que ya lo hacían; los recicladores informales.
En países como Brasil, Colombia, Ecuador, Argentina, Perú o Chile se ha avanzado muchísimo en la aparición de normas que priorizan el reciclaje y reconocen y formalizan a los recicladores como prestadores del servicio público de los sistemas municipales de aseo. Ciudades como Bogotá, Buenos Aires, Montevideo, Lima o São Paulo, entre otras, han implementado también sistemas de remuneración adicional para el reciclador que complementan sus ingresos por la venta del material reciclable. La creación de la Iniciativa Regional para el Reciclaje Inclusivo (IRR) una alianza entre la Fundación Avina, el BID y algunas empresas privadas está desempeñando un papel determinante en el reconocimiento, inclusión y formalización de miles de recicladores del continente.
Uno de los grandes retos de Latinoamérica es conseguir que la ciudadanía recicle en sus casas. Para lograrlo, la idea es que el reciclador pueda jugar también un papel de gestor ambiental concienciando a sus vecinos de la necesidad de hacerlo. “Los recicladores generan esa relación con el vecino que es la que hace aumentar la cantidad de material que es separado por la población. Y ese papel de promotor ambiental es un valor agregado que pueden tener los recicladores en la gestión de residuos y en la promoción del reciclaje en la región”, dice Germán Sturzenegger, especialista de la unidad de aguas y saneamiento del BID. Algunas ciudades ya pusieron en marcha programas en esa dirección. María Márquez espera verlo algún día en Bogotá. “Es degradante que sigamos metiendo las manos dentro de las bolsas de basura donde van los desperdicios de la cocina y los desechos del baño”, lamenta.
Falta mucho por hacer. Solo el 10% de los recicladores están organizados y miles de ellos todavía trabajan en condiciones insalubres en vertederos a cielo abierto. Elvia Pizuña tiene claro que el futuro del colectivo pasa por fortalecer las organizaciones. “Una no es consciente de cómo pueden cambiar nuestras vidas cuando nos organizamos. Con Renarec queremos que los 221 municipios ecuatorianos incluyan a los recicladores como socio estratégico en su gestión de residuos”, indica. En Argentina, especialmente en Buenos Aires que tiene altas tasas de recuperación de material reciclable, las condiciones de los recicladores están bastante mejor. “La organización hizo todo lo que somos. Conseguimos un complemento salarial y derecho a la salud. Estamos en el 60% de lo que queríamos, pero hasta que el último cartonero no tenga la vida que merece no vamos a parar”, afirma Jacqueline Flores.