Los hogares vascos multiplican sus residuos durante el período navideño
Dar un paseo la mañana el día de Navidad es un cuadro costumbrista que se repite de año en año: familias transportando paquetes de una casa a otra, niños y niñas probando los juguetes que les ha traído Olentzero y contenedores rebosantes de basura. Hablemos de basura, aunque quizá no sea el tema más delicado del mundo para estos días de Navidad. Cada año se generan 5.500 toneladas de desechos en el Estado. Además de miles de kilos de cabezas de langostinos (que van en el contenedor de orgánicos junto a su olor característico) los contenedores se quedaron pequeños ayer para acoger todo el papel y cartón que se genera estos días. Según la Asociación española de Fabricantes de Pasta de Papel (Aspapel) en estas fechas se concentra el 20% del papel que se recicla todo el año. Se recogerán un total del 870.000.000 kilos de papel y cartón, incluida la recogida selectiva municipal a través del contenedor azul, puerta a puerta y puntos limpios, más la recogida de tiendas o grandes superficies.
Además, la tendencia de los últimos años apunta a que en los hogares el consumo de papel y cartón se alargue más allá de los tres días punta de Navidad, Año Nuevo y Reyes con las ofertas previas del Black Friday y las rebajas de enero. Aunque cada vez hay más gente concienciada con el consumo responsable, hacer las cosas bien se hace terriblemente difícil en el periodo navideño. Para desgracia del planeta, el "unboxing" (desempaquetado de regalos) se ha convertido en un preciado souvenir gráfico con el que deleitar con momentos ajenos a los seguidores de Instagram, por lo que los empaquetados son cada vez más espectaculares. Un papel bonito, una caja de cartón, cuando no de cartón más poliespán, lazos, cintas, pegatinas y etiquetas cubren el regalo que, por lo general, lleva su propio embalaje. Así que regalar un balón, un móvil o un perfume lleva aparejado un volumen ingente de papel y cartón.
Aunque los ayuntamientos redoblan esfuerzos por mantener las calles limpias, el nivel de residuos que se genera entre comilona y comilona hace que los contenedores también se tengan que desabrochar el cinturón para intentar dar a basto. Pero allí donde la gente ve desperdicio otra, como la familia de Elena Goikoetxea, ve una mina de diversión. “Cuando cierran las tiendas del Casco Viejo, a veces bajamos y recogemos cajas. Así que en Navidad nos ponemos las botas porque hay muchos más cartones que luego convertimos en todo tipo de cosas que se pueda imaginar uno como por ejemplo un teatro, una tienda, un restaurante, un coche, un castillo, una lavadora o simplemente una caja en la que los txikis se meten a ver quién aguanta más”, afirmaba Goikoetxea hace unos días.