Los plásticos llenan las redes de los pescadores en Filipinas
El mar que baña la capital de Filipinas era generoso y las redes salían siempre repletas. Todo cambió en 2013, cuando un vertedero abrió a pocos kilómetros al norte del barrio de Tangos, el suburbio de Navotas. La bulliciosa capital filipina había crecido rápidamente y necesitaba aliviar con urgencia las montañas de basura que se acumulaban. Así, Metro Manila, la conurbación que aglutina a varias poblaciones en torno a la capital filipina y que incluye a Navotas, cobija hoy a cerca de 13 millones de personas, según el censo oficial de 2015. Manila, el corazón de esa urbe, tiene casi dos millones de habitantes concentrados en un pequeño espacio y las clasificaciones la sitúan a menudo como una de las ciudades más densamente pobladas del planeta.
Sin embargo, la densidad de habitantes no es la única que ha crecido de forma descontrolada durante los últimos años. “La contaminación por plástico es cada vez mayor en la zona metropolitana de Manila”, asegura Abigail Aguilar, activista de Greenpeace Sudeste Asiático. Filipinas, como otros países de la región, ha abrazado la llamada economía del sobre, como se conoce al modelo de consumo promovido por numerosas multinacionales en países en desarrollo donde promocionan sus productos en pequeños sobres de un solo uso. Estos sobres individuales han permitido que productos como el champú o el café sean más accesibles para comunidades con pocos recursos, pero se han convertido en una pesadilla medioambiental en los países en los que se han popularizado. Según un informe reciente de Alianza Global para las Alternativas a la Incineración (GAIA, por sus siglas en inglés), estos sobres forman el grueso de la basura no biodegradable de los filipinos, quienes tiran más de 163 millones de unidades cada día, frente a los 48 millones de bolsas para la compra y 45 millones de bolsas de plástico pequeñas que se usan fundamentalmente para la comida.
Los océanos son a menudo el destino final de estos plásticos que pueden tardar décadas en degradarse y que afectan a la supervivencia de más de 800 especies marinas, según Naciones Unidas. “Generalmente la gente tira [los plásticos] a los ríos y a veces esos cursos llegan hasta el océano, especialmente en la bahía de Manila”, explica Pablo Rosales, líder de la Alianza Nacional de Pescadores en Filipinas. “[Pero] el problema de los plásticos no es solo de la Bahía de Manila, sino de los centros urbanos, de las reservas pesqueras en Filipinas que están ahora rodeadas por demasiada gente y que están convirtiendo nuestros mares en un gran vertedero”, continúa Rosales.
Filipinas se ha convertido, según la ONG Ocean Conservancy, en el tercer país del mundo que más plásticos tira al mar, en un problema que es especialmente acuciante en Asia, donde el consumo de plástico se ha disparado de la mano del rápido crecimiento económico que la región ha experimentado durante las últimas décadas. “Las investigaciones que tenemos ahora sugieren que la mayoría de los plásticos entra al océano desde una pequeña área geográfica y que más de la mitad procede de cinco economías que crecen rápidamente: China, Indonesia, Filipinas, Tailandia y Vietnam”, indica un informe de esta organización. Se espera, además, que la situación empeore en el futuro y que la producción de plástico se multiplique por cuatro de aquí a 2050, año en que se calcula que habrá más plásticos que peces en los océanos, según otros hallazgos de la Fundación Ellen MacArthur.
En la costa de Tangos no hay espacio para jugar fútbol. O, más bien, lo que no hay es suelo. La tierra por la que debería rodar la pelota se ha convertido en una alfombra de basura y es imposible que nada se mueva con cierta fluidez. Así que los niños juegan a sacar plásticos del agua con sus redes y a hacer pequeñas montañas divididas por colores. O a rebuscar entre la basura esperando dar con algún descubrimiento interesante. El espesor de la capa de basura, de varios centímetros, hace pensar que esta lleva acumulándose meses, quizás años. La mayoría son botellas, vasos de plástico, pequeños sobres o bolsas. Pero hay también zapatillas, chanclas, pañales, latas de comida y bebida e, incluso, ropa. Los desperdicios son, sin embargo, mucho más recientes. “Lo limpiamos todo una vez al mes con voluntarios y funcionarios”, asegura Margarita Limbaro, capitana del barangay de Tangos, una unidad administrativa típica de Filipinas similar a un distrito. “La última limpieza fue hace un par de semanas pero a los pocos días vuelve a estar lleno de basura”, asegura. “Hemos pedido [al gobierno central] que instale barreras flotantes para pararla, pero estamos esperando una respuesta”, continúa.
La situación es desesperada en Tangos porque los plásticos no están solo ahogando sus costas; también a los pescadores que dependen de la pesca para su supervivencia. “Hemos faenado durante mucho tiempo y uno de los mayores problemas con los que nos hemos encontrado es la proliferación de plástico, tanto en superficie como bajo el agua”, asegura Pablo Rosales. “La vida es dura estos días, no como antes. Antes podías traer una cazuela, echarla al agua y conseguir algo de comer. Solo necesitábamos comprar arroz”, explica Christopher Lapid. “Pero ahora solo puedes sacar basura”, continúa. Según la Agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO en sus siglas en inglés), un 90% de las personas que trabajan en el sector de la pesca son pequeños pescadores como Lapid. Son, además, fundamentales para la supervivencia de pequeñas comunidades como Tangos porque contribuyen a su soberanía alimentaria y a la mejora de sus condiciones de vida, asegura la agencia internacional.