Residuos electrónicos, la plaga del siglo XXI
Anualmente, se generan en todo el mundo más de 40 millones de toneladas de basura electrónica. Se consideran aparatos eléctricos y electrónicos (AEE) todos los aparatos que para funcionar debidamente necesitan corriente eléctrica o campos electromagnéticos, y los aparatos necesarios para generar, transmitir y medir tales corrientes y campos, que están destinados a ser utilizados con una tensión nominal no superior a 1.000 V en corriente alterna y 1.500 V en corriente continua y están teniendo un crecimiento muy rápido, tres veces superior al ritmo del resto de residuos sólidos urbanos. De hecho, la cantidad de basura electrónica que se genera ya alcanza los elevadísimos niveles de residuos de envases de plástico, con la diferencia de que los RAEE son mucho más peligrosos si no se tratan correctamente.
Este tipo de residuos están compuestos por varios elementos tóxicos, con el consiguiente impacto en el medio ambiente y los riesgos que suponen para la salud pública. Entre las sustancias más habituales que contienen se encuentran elementos como el cadmio, el plomo, el óxido de plomo, plata, cobre, antimonio, el níquel y el mercurio, entre otros. Lo mejor a nivel medioambiental sería intentar reparar o reutilizar estos aparatos, evitando que se conviertan en residuos. Cuando no se pueden reaprovechar, es necesario un reciclaje que logre la recuperación de las materias primas que contienen para que éstas entren de nuevo en el ciclo de producción industrial.
Los principales residuos electrónicos que se generan son los teléfonos móviles y los ordenadores por ser los que cambiamos con más asiduidad. Desde 2007, se han producido en todo el mundo más de 7,1 billones de smartphones. Los RAEE también incluyen grandes y pequeños electrodomésticos, aparatos de alumbrado, herramientas eléctricas o electrónicas, aparatos médicos, instrumentos de vigilancia y control y aparatos electrónicos de bajo consumo. En España generamos anualmente alrededor de un millón de toneladas de RAEE, cifra que va en aumento. En todo el mundo se generan más de 40 millones de toneladas y los expertos estiman que hacia el año 2030 serán más de mil millones de toneladas. Sólo en el continente asiático se producen unas 12 millones de toneladas cada año y se espera que los países en vías de desarrollo aumenten exponencialmente su generación de desechos en los próximos años. El gran problema surge porque la mayor parte de estos residuos no se están reciclando a través de métodos eficaces y seguros. Se estima que un 80% de los residuos electrónicos acaban en un incinerador o en un vertedero.
Las malas condiciones en el tratamiento de los RAEE se dan principalmente en países que no cuentan con la infraestructura suficiente, en los que se intenta abaratar los costes del reciclaje utilizando métodos que ponen en peligro la salud de los trabajadores y generan un impacto medioambiental muy negativo. El uso de métodos nocivos para el tratamiento de aparatos eléctricos y electrónicos viene dado por la sobrecarga de basura en estos países en vías de desarrollo, principalmente en el sureste asiático y África subsahariana. Entre los métodos ilícitos que se llevan a cabo y sin ningún tipo de control para la separación de las materias primas valiosas que contienen los RAEE, destaca el llamado “reciclaje informal”, que consiste en usar productos tóxicos al aire libre (que produce una combustión abierta) y el uso del baño de ácido (meter los aparatos en ácido sulfúrico).
Diversas organizaciones ecologistas llevan años reivindicando que se vigile el cumplimiento de las normativas, mejorando la recogida y la clasificación de los RAEE, primando la reutilización sobre cualquier otro tipo de reciclaje.