Se estrecha el cerco al tráfico de residuos plásticos que inundan los océanos
La mayoría de países del mundo han acordado recientemente poner algo de orden en el caótico comercio de los residuos plásticos. La práctica ausencia de reglas ha hecho de este intercambio trasnacional una de las actividades más contaminantes: millones de toneladas (11,23 millones en 2017, según el servicio estadístico de la ONU) recorren cada año el planeta embarcadas en contenedores de mercancías sin estar sujetos a reglas. Pero los 187 países que forman parte del Convenio de Basilea han decidido modificar ese tratado para regular este tráfico y evitar así que las naciones en desarrollo sigan recibiendo desechos plásticos sin control.
El tránsito de la basura comienza la mayoría de veces en los países desarrollados que la generan (España entre ellos) y acaba en Asia (principalmente, en China, aunque también en Indonesia, Malasia y Filipinas). Una parte de los residuos exportados se recicla, pero es un porcentaje muy reducido. Un artículo publicado en Science Advances estimó que solo un 9% de todo el plástico fabricado desde 1950 ha sido reciclado. Así que la mayor parte termina incinerado o, simplemente, abandonado y contaminando la tierra, los ríos y los océanos. El Centro Helmholtz para la investigación medioambiental de Leipzig (Alemania) publicó hace un año un análisis del flujo de esta basura que asola los mares. Y concluyó que ocho de los diez ríos del planeta que más plásticos vierten a los océanos están en Asia. Los otros dos son africanos.
La del plástico es una de las grandes plagas que ha desatado el ser humano en poco más de medio siglo. “Y una parte del problema de esta contaminación es la exportación no controlada de residuos plásticos”, explica Carlos Martín-Novella, vicesecretario ejecutivo de los Convenios de Basilea, Rotterdam y Estocolmo. Los 187 países miembros del Convenio de Basilea, el tratado medioambiental que regula los movimientos transfronterizos de los desechos peligrosos, acordaron hace una semana modificar ese acuerdo para poner en marcha una regulación para el plástico. “Se intenta poner orden en el caos”, resume Martín-Novella.
“Hasta ahora los países desarrollados los enviaban sin más”, añade. Y tras esta modificación se crea una clasificación de estas basuras, que tendrán que identificarse antes de ser exportadas. Básicamente, “no se podrán enviar residuos plásticos que no estén clasificados”, resume Luis Palomino, secretario general de la Asociación de Empresas Gestoras de Residuos y Recursos Especiales (Asegre). “Caerán las exportaciones”, vaticina Palomino. “La situación ahora es una locura”, opina Julio Barea, responsable de la campaña de plásticos de Greenpeace. “Lo más lógico es que se gestionen los residuos donde se producen”, añade este ecologista.
La nueva regulación, que se aplicará a partir de 2021, se pone en marcha a través de varias enmiendas al Convenio de Basilea que obligarán a que los desechos se clasifiquen y que se separen en muchos casos. “Las enmiendas son un primer paso para combatir el vertido de residuos plásticos de los países desarrollados en el Sur Global y la contaminación”, explica por correo electrónico desde Malasia la activista Mageswari Sangaralingam. “Los exportadores tendrán que obtener el consentimiento de los países de destino antes de enviar la mayoría de desechos plásticos contaminados, mezclados, o imposibles de reciclar”, apunta esta miembro de Amigos de la Tierra.
Noruega impulsó esta modificación. Sin embargo, China fue la nación que puso el foco sobre el problema hace año y medio. Según los datos de la ONU, en 2017 China (incluyendo Hong-Kong como una puerta de entrada también a ese país) importó 7,7 millones de toneladas de residuos plásticas, lo que supuso casi el 60% de todo lo exportado en el mundo. Pero en 2018 el Gobierno de Pekín decidió cerrar casi por completo la puerta a esas basuras, lo que provocó un terremoto internacional. “China se quejaba de que se le enviaban plásticos con residuos tóxicos o que no se podrían reciclar”, explica Martín-Novella. “Con sus restricciones el problema se ha acumulado en los países desarrollados y se ha trasladado a otros países como Filipinas, Malasia o Indonesia”, añade.
A principios de este mayo se celebró en Ginebra la decimocuarta reunión de los 187 países miembros del Convenio de Basilea, una cita que se celebra cada dos años. Este convenio tiene muy bien definidas las reglas de la exportación e importación de los residuos peligrosos. El problema, explica Martín-Novella, es que este tratado se creó hace tres décadas. “Y los plásticos no eran un problema entonces como ahora”. En 1989, cuando se cerró Basilea, la producción anual mundial era de 100 millones de toneladas. En 2016, se llegaba ya a los 335 millones de toneladas de plástico, según los datos de Plastics Europe. “Los plásticos no estaban en el radar en los ochenta”, insiste Martín-Novella, “y estos residuos se han movido libremente hasta ahora creando un problema de descontrol y contaminación”.
El Ministerio para la Transición Ecológica de España también cree que estos cambios “pueden suponer el desarrollo de más potencial de tratamiento del plástico dentro de España”. Porque España está en el top 10 de los países que exportan estas basuras. Según los datos de la ONU, diez Estados fueron responsables del 75% de las exportaciones de “residuos, trozos y recortes de plásticos” en 2017. España (con 302.260 toneladas exportadas) ocupó el puesto nueve en la lista.
“Esta modificación es una oportunidad para mejorar la gestión y para crear economías locales”, insiste Barea. Este miembro de Greenpeace critica que los plásticos no se traten en el país que los crea. “En España han tenido que cerrar plantas de reciclaje porque no les llegaba material”, lamenta. “España exporta basuras a países como China o Malasia”, recuerda Barea.