62 millones de toneladas de alimentos van a vertedero en EE.UU, más del doble que en 1990
Los nuevos informes de la EPA (Agencia de Protección Medioambiental, por sus siglas en inglés) concluyen que el 58% de las emisiones de metano de los vertederos de RSU proceden de los alimentos desechados. Estos datos llegan en medio de un creciente interés por abordar los residuos orgánicos como forma de reducir las emisiones de la industria de residuos. Según la EPA, en 2020 se depositarán en vertederos 62,5 millones de toneladas de residuos alimentarios, más del doble que en 1990. Esos residuos, que representan más del 24% del total de los vertidos, generan una cantidad significativa de emisiones antes de que se instalen sistemas de recogida de gases de vertedero, lo que dificulta los esfuerzos por controlar las emisiones del sector.
Los vertederos son la tercera mayor fuente de emisiones de metano procedentes de la actividad humana en Estados Unidos, y los modelos estiman que el gas metano es hasta 80 veces más potente que el dióxido de carbono como gas de efecto invernadero. El problema ha atraído la atención de varias administraciones, incluida la de Biden, que publicó un Plan de Reducción de Emisiones de Metano en 2021 y se sumó al compromiso de reducir las emisiones mundiales de metano en un 30% para 2030 con respecto a los niveles de 2020.
Para hacer frente a las emisiones de metano de los vertederos, los pesos pesados de la industria de los residuos y las empresas energéticas han invertido dinero en sistemas de recogida de gas de vertedero a GNR en los últimos años. Los incentivos gubernamentales han fomentado esta práctica como medio para desplazar los combustibles fósiles y capturar las emisiones nocivas antes de que lleguen a la atmósfera.
Pero la EPA dice ahora que esas medidas, aunque necesarias para el clima y a menudo lucrativas para la industria, no bastan para hacer frente a la magnitud del desperdicio de alimentos. La nueva Escala de Alimentos Desperdiciados ofrece información adicional sobre las mejores formas de obtener un uso beneficioso de los alimentos, desaconseja su eliminación en el fregadero y vuelve a insistir en la prevención, la donación, la alimentación de animales u otros medios para conseguir que los alimentos se consuman como la mejor forma de abordar el problema.
La nueva clasificación de la EPA presta más atención a los medios industriales de gestión de residuos alimentarios que se han hecho más frecuentes desde que la agencia elaboró su anterior Jerarquía de Recuperación de Alimentos. Entre ellos, la digestión anaerobia se ha hecho mucho más común y la agencia decidió clasificar esta práctica por sí sola en el nuevo modelo. También se han añadido otros métodos, como la aplicación en el suelo, el tratamiento de aguas residuales, dejar los cultivos sin cosechar o arar y el reciclaje.
En su informe, la agencia también analiza la prevalencia de las 11 vías de gestión de residuos alimentarios que ha clasificado. La EPA calcula que más de un tercio de los alimentos producidos en Estados Unidos no se consumen, y que el 60% de los alimentos que se desperdician (es decir, que no se evitan mediante la reducción en origen) van a parar a los vertederos.
El vertido continuado de residuos alimentarios también ha provocado un aumento de las emisiones de metano procedentes de los residuos alimentarios. De 1990 a 2020, las emisiones totales de metano de los vertederos disminuyeron un 43%, mientras que las emisiones de metano procedentes de los residuos alimentarios vertidos aumentaron un 295%.
Aunque los informes aportan nuevos detalles sobre las repercusiones del desperdicio de alimentos, los esfuerzos para abordar el problema llevan años en marcha. Estados Unidos se fijó el objetivo de reducir a la mitad el desperdicio de alimentos para 2030 en 2015, pero los datos más recientes sugieren que la cantidad de alimentos desperdiciados per cápita ha aumentado desde entonces.
Si Estados Unidos hubiera reducido a la mitad el desperdicio de alimentos en 2015, cuando se anunció el objetivo, habría ahorrado 77 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono equivalente en 2020, lo que equivaldría a las emisiones de 21 centrales eléctricas de carbón, señala la agencia en su informe sobre vertido de residuos.
[Este contenido ha sido reelaborado a partir de Waste Dive. Lee el original aquí]