La iniciativa, que ha arrancado en Canberra en el mes pasado, busca producir biocombustible usando residuos vegetales, a través de la aplicación de técnicas enzimáticas biotecnológicas. Más concretamente, se trata de transformar los residuos de la materia vegetal en un combustible líquido sostenible, de baja emisión para los automóviles, camiones y aviones.

El proyecto podría conseguir satisfacer el 30 % de las necesidades del transporte australiano en el futuro. Hay que tener en cuenta que este sector es el tercer productor más importante de gases de efecto invernadero en Australia, tras la industria de la electricidad y la agricultura. Además, se pueden reducir notablemente las emisiones del transporte, reforzar la seguridad energética y generar nuevas oportunidades de negocio.