El proyecto europeo BIOPLAST, enmarcado en el programa INTERREG POCTEFA, ha concluido con éxito el desarrollo de soluciones para la valorización de residuos agrícolas generados en la zona fronteriza entre España, Francia y Andorra. La iniciativa, con un presupuesto de 1,4 M€ cofinanciado por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER), ha contado con la participación de un consorcio de centros de investigación y universidades de ambos países, incluyendo la participación técnica destacada del Centro Tecnológico GAIKER.

El proyecto abordó la gestión de altos volúmenes de residuos agrícolas, aplicando estrategias de economía circular. Se identificaron y cuantificaron los residuos disponibles, seleccionando aquellos más adecuados para la producción de PHA de cadena media, biopolímeros obtenidos mediante fermentación microbiana de residuos agrícolas, agroalimentarios y forestales. Los PHAs se integraron en compuestos biobasados, junto con fibras vegetales, destinados a la fabricación de productos para el sector agrícola.

Los materiales biobasados fueron utilizados para fabricar piezas mediante impresión 3D por filamento (FFF/FDM), como tiestos hortícolas, boquillas de riego y tutores vegetales. Estas piezas fueron ensayadas y caracterizadas, comprobando su funcionalidad y comparando sus propiedades con soluciones convencionales disponibles en el mercado.

Se evaluaron los procesos de compostaje y digestión anaerobia, demostrando que los bioplásticos presentan biodegradabilidad equivalente a los compostes o digestatos sin bioplástico. Además, se estudió el impacto socioeconómico y ambiental mediante Análisis de Ciclo de Vida (ACV), identificando que la fase de producción de PHAs concentra la mayor parte del impacto, lo que apunta a la necesidad de optimizar estos procesos para mejorar la viabilidad global.

El proyecto confirma que los residuos agrícolas pueden convertirse en bioplásticos de alta calidad, viables técnica y ambientalmente para aplicaciones agrícolas. La integración de fibras vegetales mejora tanto la sostenibilidad como las propiedades mecánicas de los productos. Este modelo constituye un ejemplo replicable para otros territorios agrícolas, contribuyendo a la transición hacia una bioeconomía circular y fomentando la reutilización de materiales locales.