En España se calcula que el volumen de RAEEs crece un 20% cada año
Juntamos unos “50 millones de toneladas de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos en todo el mundo” cada año, “con una tasa de crecimiento anual entre el 4 y el 5 %”, calcula Thibaud de Larauze, CEO del mercado especializado en la compraventa online de productos reacondicionados Back Market que pone dimensiones a la problemática de los RAEEs.
Los números que ofrece De Larauze son los mismos que maneja la Organización de las Naciones Unidas y revelan que “la producción de estos residuos electrónicos hoy en día crece tres veces más rápido que la media de los residuos urbanos”. Así lo advierte también la organización ecologista Greenpeace, que ayuda a visualizar esta montaña de deshechos expresando que ocuparían todos los vagones de un tren que diese la vuelta entera al planeta. “De los residuos sólidos urbanos, la fracción de los residuos electrónicos es, sin duda, la que crece con mayor rapidez. Esto se debe en gran medida a que en los últimos años se está cambiando con mayor frecuencia de teléfono móvil, ordenador, impresora, equipo de sonido” y demás, como apunta la ONG ambientalista en el marco de una de sus campañas sobre contaminación. Sobre todo de móvil y de ordenador.
Ésa es la fotografía a nivel general. Si concretamos, descubrimos que en España el problema del e-waste se agrava. “Según la Universidad de Naciones Unidas y Eurostat”, cita Thibaud de Larauze, “en España se calcula que el volumen de basura electrónica crece un 20% cada año”. Aquí se estarían produciendo unas 817.000 toneladas de desperdicios o 17,7 kilogramos por habitante, solamente a nivel doméstico. La media en Europa, donde 1 de cada 2 aparatos que acaban en la basura electrónica se cataloga como de pequeño tamaño, baja hasta los 15,6 kilos por ciudadano. Mientras, la media mundial no llega a los 6 kilos, de acuerdo con los datos que se tienen de 2014 y que nos aporta De Larauze. La situación se complica al analizar las prácticas de reciclaje. Y es que nuestro país sólo está reciclando una cuarta parte de los aparatos electrónicos que dejan de utilizarse, frente al 35 % que procesan de media los países del entorno más próximo. A pesar de que el consumo de este tipo de productos por parte de los españoles se ha triplicado en los últimos tres años, el nivel de reciclaje no acompaña. Todo lo contrario: ha caído a la mitad.
LO QUE EN TEORÍA TIENE QUE SUCEDER
La ley es clara acerca de lo que se debe hacer con los dispositivos que ya han terminado su vida útil, o lo que se podría hacer con aquellos otros que aún funcionan pero son reemplazados por modelos más recientes y acaban desechados por sus dueños. Además, lleva años vigente. Fue “en el año 2005” cuando “se fijó el requisito para la venta de aparatos eléctricos en los estados miembros de la UE”, recuerda el CEO de Back Market. “La directiva WEEE”, en inglés (o RAEE, en español), “obliga a los fabricantes, vendedores mayoristas y minoristas y distribuidores de aparatos eléctricos y electrónicos a recuperar y reciclar los aparatos al final de su vida útil”. Por su parte, el Gobierno español “ya introdujo cambios en la ley sobre el tratamiento de los RAEE en febrero del año pasado, con el objetivo de fomentar la reutilización y el reacondicionamiento de los productos tecnológicos frente a los procesos de reciclaje y alargar la vida útil de estos dispositivos”.
Al final se está cayendo en un fraude que afecta al correcto reciclaje de la basura electrónica. El consumidor, como comunicaban recientemente, “termina pagando por un servicio que no recibe y los fabricantes acaban percibiendo indebidamente un dinero para la gestión de los RAEE”. En concreto, cada español paga en sus compras tecnológicas de 5 a 30 euros para su correcta gestión futura, cuando se conviertan en residuos. En vez de utilizarse todo ese dinero en consecuencia, justo para aquello para lo que fue recaudado en su origen, se estima que ocurre sólo con el 20% de dicho gasto. Lo estima la propia Comisión Europea. Es más, desde Back Market enfatizan que España es el país europeo en el que se está cometiendo más fraude en el tratamiento de la chatarra electrónica. “Tanto los fabricantes como los vendedores deben hacer un gran esfuerzo para corregir esto”, incita ahora Thibaud de Larauze.
LO QUE ESTÁ PASANDO EN LA PRÁCTICA
Si no acaban reciclados, o tratados por los fabricantes de la manera prevista, ¿qué ocurre con la basura de la era digital? “Hoy en día, muchos de los residuos electrónicos duermen en nuestros cajones”. Pero, obviamente, ése no es su único destino. Hay una gran cantidad de dispositivos que acaba tirada en cualquier parte, y hasta despedazada. “La mayoría de estos residuos se gestionan de manera irregular”, son “abandonados en vertederos” o bien “exportados ilegalmente a otros países para extraer y vender el material valioso que contienen”. El peligro es que, al procederse de esta manera, no se llevan a cabo las medidas de seguridad que cabría esperar para el tratamiento de los desperdicios electrónicos. “En la UE, 0,7 millones de toneladas de estos residuos terminan en cubos de basura, contaminando nuestro aire y llenando vertederos ilegales. Estos residuos tratados irregularmente representan en España 45.000 toneladas al año”, nos cuenta De Larauze.
En contacto directo con la naturaleza, todas esas toneladas pueden causar estragos en el suelo y en el agua. Si se queman, emitirán gases dañinos. Los materiales empleados para fabricar dispositivos y máquinas no son biodegradables, así que los efectos de desprendernos de ellos como si fuesen un deshecho más nos perseguirán durante años. “La contaminación es la principal consecuencia. La basura electrónica que termina en vertederos emite gases de efecto invernadero a la atmósfera y contamina el suelo mediante metales y productos tóxicos”, concreta Thibaud de Larauze cuando hay que identificar los males.
¿HAY ESPERANZA?
“Para hacer frente a este problema, todos tenemos que cambiar nuestros hábitos de consumo de manera individual. Somos víctimas de la obsolescencia programada y necesitamos ser conscientes de ello”, apunta el ejecutivo. Aparte, “los fabricantes deben cambiar su forma de fabricar los dispositivos, alargando el ciclo de vida de sus productos para que duren más tiempo”. La acumulación de ingentes cantidades de chatarra electrónica se podría paliar asimismo a través de la búsqueda de materiales alternativos, más seguros o más sencillos de asimilar y reaprovechar, sin químicos altamente contaminantes. Hay que abrir los ojos “al consumidor sobre los graves problemas medioambientales y de salud para las personas que supone la compra de nuevos dispositivos electrónicos”.
Las pautas a seguir, tanto por usuario de a pie como por empresas, para gestionar estos residuos arrancan con el intento de “alargar la vida útil lo máximo posible”. A continuación, conviene valorar si se puede reaprovechar o no el gadget, ya que hay tiendas “que compran estos viejos aparatos, los reparan y los ponen de nuevo en venta”, comenta De Larauze. Se trata de apostar por la Economía Circular.
Ya en último lugar, estaría la vía del reciclaje. Esto “se debe considerar como última opción ya que el 80% de la contaminación que genera un teléfono se produce durante el proceso de producción”, aclara este profesional, que añade que “las empresas tienen la obligación legal de encargarse de la gestión de los RAEE”. Para ello pueden revender “ellas mismas sus productos” o tramitarlo “a través de otras empresas. Pero la lógica es la misma: primero intentar reparar y reutilizar los productos y después la opción de reciclar”.