Francia da una segunda vida a los biorresiduos agrarios en el aislamiento de edificios
Mientras la bioeconomía se está desarrollando en toda Francia y Europa, el tema de los residuos se ha puesto en primer plano con la reciente adopción de la ley sobre residuos y la economía circular, según se informa en este reportaje del portal EURACTIV France. Además de las posibilidades de compostaje y digestión anaeróbica, los biorresiduos generados en la agricultura y en la industria agroalimentaria han encontrado después de varios años una segunda vida en el aislamiento de edificios. Francia es uno de los pocos países europeos que ha adoptado una estrategia nacional sobre bioeconomía. Adoptada en 2017, tiene como objetivo acompañar el desarrollo de la estrategia nacional sobre bioeconomía entre 2018 y 2020 y está especialmente dirigida a la bioeconomía no relacionada con la alimentación. Entre las medidas ofrecidas se encuentra la creación de una etiqueta europea de “producto de origen biológico”.
Dicha etiqueta ya existe en Francia, y establece que los productos etiquetados respetan un umbral mínimo para productos provenientes de biomasa (-70 % para los aislantes semi-rígidos) y también facilitar el acceso de productos de origen biológico a los mercados públicos para fomentar su uso en administraciones e instituciones (hospitales, escuelas, etc). Según las cifras facilitadas por la consultora AgriDées, la bioeconomía supone alrededor de 2,1 billones de euros en facturación de la Unión Europea. Un mercado en el que Francia se sitúa en la categoría de “buenos estudiantes”, ya que pesa 316.000 millones de euros y es el segundo país contribuyente después de Alemania.
En Francia, el sector del aislamiento basado en productos de origen biológico ha comenzado a desarrollarse. El aislamiento con cáñamo (del que Francia es el segundo productor mundial después de China), con paja o con guata de celulosa ya ha sido sometido a pruebas. La empresa Cellaouate en Bretaña recicla por ejemplo desde 2009 periódicos para crear paneles aislantes. Pero después de varios años se han desarrollado nuevas formas de aislantes naturales realizados con residuos biológicos: granos de cerveza o incluso desechos de cultivo de arroz, espelta o de trigo sarraceno dejan una huella de carbono mejor que los aislantes tradicionales como la lana de vidrio, y también registran una menor inflamabilidad que los productos de base biológica (paja, etc).
Las cáscaras de cereales, habitualmente poco utilizadas por los productores de grano, pueden a menudo convertirse en aislantes. De esta manera, las vainas de trigo sarraceno, incluso la espelta grande en el noreste de Francia y la espelta pequeña de la región PACA (Provenza-Alpes-Costa Azul) comienzan a instalarse en el mercado, bajo el liderazgo de la asociación “Batir en Balles”.
En la Provenza-Alpes-Costa Azul, la PYME Balleconcept utiliza los residuos de la producción de arroz de Camarga para ofrecer aislantes de diferentes tamaños. Habitualmente utilizada para lechos animales y para el empajado de caballerizas, la cáscara de arroz tiene importantes ventajas aislantes nada despreciables. Está considerada como uno de los aislantes más baratos del mercado, con beneficios como la resistencia a la humedad y una baja inflamabilidad. Aislante en invierno y en verano por su capacidad para parar el calor. “Hoy hay pocos materiales de origen biológico que hagan eso y la paja también lo hace”, explica Laurent Grosse de la compañía Adiabatic.