Ganar la batalla climática para liderar la economía mundial
El impacto económico del cambio climático podría alcanzar los 69 billones de dólares (58,4 billones de euros) al finalizar este siglo y la inversión en la transición energética debe aumentar hasta los cuatro billones al año, según cálculos de BoFA. Por eso todas las grandes potencias han pisado el acelerador en la ruta hacia un mundo más sostenible con planes millonarios, aprovechando sus programas de recuperación económica tras la covid-19. Europa invertirá un 30% de los 750.000 millones de euros de los fondos Next Generation en proyectos medioambientales. EE UU —que ha vuelto al Acuerdo de París y que busca salvar los muebles de su política medioambiental— destinará dos billones de dólares en los próximos 10 años. China (con un 20% de la población del planeta y el mayor emisor de CO2 del mundo) no ha puesto una cifra sobre la mesa para lograr la neutralidad, pero no tiene intención de quedarse atrás.
El gigante asiático ha sido el país que más ha invertido en transición en la última década: 1,2 billones de dólares. A pesar de ello, aún depende de los fósiles. El 58% de todo su consumo de energía proviene del carbón, un sector en el que aún invierte. La mitad de las plantas de esta materia prima en construcción del mundo se encuentran allí. China es consciente de que esta fuente de energía no funciona a su favor. “Le es más costoso mantener funcionando las centrales de carbón que agregar nueva capacidad renovable”, dice un análisis del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. Sobre todo, en un contexto donde los costes de producción de electricidad de las energías verdes han caído drásticamente en una década (un -82% en la solar fotovoltaica, un -39% para eólica terrestre y un -29% para la eólica marina).
Son la fuente de electricidad más barata de la historia, dice la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Ello se debe en gran medida al avance tecnológico de los desarrolladores, pero también a las economías de escala (avivadas por China) y las cadenas de suministro cada vez más competitivas. Hoy, desde Abu Dabi (el emirato rico en petróleo, con una de las mayores plantas solares del mundo) hasta Laos y Bután, que venden a países vecinos electricidad generada en sus hidroeléctricas, están en busca de un futuro verde. “A medida que el sistema energético se transforma, también lo hacen las relaciones entre los países”, advierte Thijs Van de Graaf, profesor de Política Internacional en la Universidad de Gante (Bélgica).
De esta transición surgirá un nuevo grupo de ganadores y perdedores. “¿Se imagina a Marruecos exportando energía sostenible a los países del sur de Europa?”, pregunta Olafur Ragnar Grimsson, expresidente de Islandia y actual presidente de la Comisión Global sobre Geopolítica de la Transformación Energética. “En el futuro quizás ocurra”, dice del otro lado del teléfono. Desde 2009, el país africano ha desarrollado un programa de energía renovable (solar y eólica) con el que pretende cubrir el 52% de su demanda de energía a finales de 2030. Pero aún está lejos de competir con Europa, líder en renovables. El año pasado estas se convirtieron en la principal fuente de electricidad en la zona, por encima de los combustibles fósiles. Y su músculo industrial es fuerte: ocho de las 10 empresas de tecnología limpia más grandes del mundo son europeas.
Existen tres formas en que los países pueden ejercer influencia en el sistema energético verde, según un análisis de la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés). El primero: exportando electricidad o combustibles sostenibles. El segundo: controlando las materias primas. El tercero: logrando una ventaja tecnológica, como en el desarrollo de las baterías para los vehículos eléctricos. En este nuevo campo de batalla las armas de guerra son viejos conocidos: límites a las exportaciones, imposición de aranceles, sanciones o restricción. “La carrera ya está en marcha”, afirma Israel, de BofA. Y una de las caras más visibles en esta disputa es la de los vehículos eléctricos, dice.
China es el rey de las baterías de litio. Pekín manufactura el 77% de estas a pesar de extraer solo un 9% del mineral (el mercado lo controlan Australia y Chile con una cuota del 75%), según la consultora británica Benchmark Mineral Intelligence. “El dominio de China está en la cadena de valor: desde el procesamiento de minerales hasta la fabricación”, dice Caspar Rawles, analista de Benchmark. Su liderazgo ha llevado a EE UU y Europa a depender de Pekín.
“China está lista para ser el gran ganador”, resalta Daniel Yergin, historiador económico. También es la estrella en la extracción de tierras raras: un conjunto de 17 elementos de la tabla periódica, que se utilizan en las turbinas eólicas y dispositivos electrónicos. Cuando no puede extraer las materias primas en su territorio, como es el caso del cobalto, invierte en operaciones en el extranjero para garantizar el suministro. Esto es evidente en la República Democrática del Congo, que controla más de tres cuartas partes de la producción mundial, y donde China se ha hecho con las principales compañías mineras.
Pekín ha pegado fuerte. Sin embargo, Europa quiere una segunda oportunidad. La busca después de verse frente al espejo. Durante los primeros meses de la pandemia, que llevó al cierre de la economía y a la paralización de las cadenas de suministro, la zona evidenció aún más su dependencia. Entre el 75% y el 100% de la mayoría de metales esenciales críticos, muchos de ellos utilizados en la industria de las renovables, se compran fuera del continente, según la Comisión Europea. Por ejemplo, el 98% de las tierras raras proviene de China y Sudáfrica suministra el 71% del platino.
Ante ello, Europa ha puesto en marcha la maquinaria para reactivar la extracción de algunos metales, entre ellos el litio. El continente consumirá hasta 18 veces más de ese material en 2030 y unas 60 veces más para 2050, según la Comisión. El plan de Europa es extraer en el continente un 80% de las necesidades del mineral en 2025. “No podemos permitir que nuestra actual dependencia de los combustibles fósiles se sustituya por una dependencia de las materias primas fundamentales”, afirmó Maros Sefcovic, vicepresidente de la Comisión Europea, en septiembre pasado. Portugal, España, Finlandia, Alemania, Austria y República Checa cuentan con proyectos mineros de este mineral en fase de desarrollo.
[Esta noticia fue publicada originalmente en El País. Lee el original aquí]