Investigadores y empresas estudian el uso de residuos del queso en fármacos y cosméticos
Nueve empresas queseras, industrias farmacéuticas y centros de investigación de cinco países europeos (España, Italia, Reino Unido, Austria y Rumanía) trabajan desde hace dos años en el proyecto del VII Programa Marco Whetlac, que pretende desarrollar técnicas novedosas para aprovechar el ácido láctico del suero y utilizarlo como aditivo en fármacos o en materiales poliméricos biocompatibles.
La Fundación Cartif coordina el proyecto, en el que colaboran también la empresa quesera zamorana Hijos de Salvador Rodríguez y la farmacéutica Ragactives, ubicada en el Parque Tecnológico de Boecillo (Valladolid). En total, el proyecto cuenta con un presupuesto de 1,26 millones de euros, de los que cerca de un millón procede de la Comisión Europea.
Mónica Ruiz y Francisco Javier Gutiérrez, investigadores del Área Químico-Alimentaria de Cartif, han indicado la lactosa que se obtiene del suero puede refinarse y utilizarse tanto para la industria farmacéutica como para la cosmética o de aditivo alimentario. De todos modos, la alta producción al año no es asumible por las necesidades del mercado. Así, el proyecto plantea una vía de valorización alternativa, la posibilidad de obtener ácido láctico de este suero, un ácido que altamente purificado se convierte en un producto de gran valor añadido.
Este ácido es vital en los biopolímeros y en nuevos materiales, lo que lo convierte en un químico base de muchísimas aplicaciones, explican los investigadores. La idea del proyecto Whetlac es, por un lado, transformar la lactosa en ácido láctico y, por otro, purificarlo lo más posible, dos retos técnicos que los científicos del proyecto han alcanzado.
En cuanto a la transformación de la lactosa en ácido láctico, Mónica Ruiz detalla que el primer paso consiste en retirar las proteínas presentes en el suero mediante ultrafiltración tangencial para darles otro uso y trabajar solo con la corriente de lactosa. Una vez que se tiene la corriente de lactosa, se realiza un proceso de fermentación sumergida.
“Este proceso se ha optimizado seleccionando las cepas más eficaces, tanto en tiempo como en rendimiento, para producir ácido láctico”, indica la investigadora de Cartif. Asimismo, estas cepas se han inmovilizado en un polímero para poder ser reutilizadas, lo que evita tener que inocular continuamente nuevas bacterias lácticas. “Supone un menor coste medioambiental y facilita el proceso”, subraya.
Tras realizar la selección de cepas en el laboratorio y comprobar el rendimiento de las inmovilizadas frente a las no inmovilizadas, se ha desarrollado una segunda parte con un fermentador totalmente monitorizado de unos cinco litros. “En ese momento lo que tenemos es un líquido que puede tener entre un 10 y un 20 por ciento de ácido láctico, y es necesario purificarlo hasta llegar a un 80 o 90 por ciento para que sea comercializable y pueda ser utilizado en la industria”, manifiesta Ruiz.
Gutiérrez señala que se precisa una alta pureza tanto para el uso en la industria farmacéutica como para fabricar bioplásticos, por lo que, dentro del proyecto, se ha desarrollado un novedoso proceso que utiliza reacción con fluidos supercríticos. Esta forma de trabajo sigue la llamada "química verde", filosofía que busca un tratamiento de los residuos a través de procesos más seguros y sostenibles.
En esta línea, los investigadores que participan en el proyecto desencadenan una reacción y se llevan de manera selectiva el producto, a partir del cual obtienen el ácido láctico. De esta manera se consiguen dos ventajas, “que en un paso muy sencillo obtenemos un grado de pureza muy alto, muy competitivo comparado con los métodos que actualmente se están utilizando, y que podemos valorizar obteniendo otros derivados del ácido láctico”, detalla el investigador.
Las pymes que participan en el proyecto Whetlac son dueñas del proceso generado y pueden hacer la explotación de los resultados como crean conveniente. En los trabajos han participado todos los agentes del sector involucrados “como una cadena de valor”, tanto las empresas queseras que producen el residuo como las industrias farmacéuticas que podrían llegar a utilizarlo.
El producto final obtenido de este innovador proceso iría destinado a la industria farmacéutica, que requiere de ácido láctico de gran pureza (ya que las restricciones en este sentido son muy grandes) como conservante. Además, también podría aplicarse al campo de la alimentación o como biopolímero para la fabricación de prótesis.
“En la medida en que se pueda producir una gran cantidad a un coste eficaz, el ácido láctico será cada vez más común como bioplástico”, afirman los científicos de Cartif, tras recordar que existen dos tipos de biopolímeros, los que pueden ser obtenidos de un recurso renovable y no ser biodegradables, y los que se crean a partir de un recurso biodegradable y también lo son, como sucede con el ácido láctico.
Via Ubiteco
Foto de jlastras (cc)
Boecillo, Valladolid