La bioeconomía agroalimentaria podría generar 10.000 nuevos empleos hasta 2030 en Castilla y León
La bioeconomía agroalimentaria podría generar un volumen de negocio de 774 millones de euros anuales en Castilla y León donde se podrían crear 10.000 nuevos empleos hasta el año 2030 de los que el 80% estarían localizados en el medio rural, según ha informado la consejera de Agricultura y Ganadería, Milagros Marcos, que se ha basado en estimaciones del grupo de expertos de la Dirección General de Investigación e Innovación de la Comisión Europea.
"El reto es grande", ha asumido la consejera de Agricultura y Ganadería que ha hecho un llamamiento a la unidad y al trabajo conjunto para que tanto el sector primario como la industria agroalimentaria de Castilla y León conviertan la actual "necesidad" de aplicar nuevas fórmulas de producción para luchar contra el cambio climático y ofrecer al consumidor productos más sostenibles y saludables en una "oportunidad de futuro" que genere una nueva economía en el territorio que, además de mayor cifra de negocio, permita activar el medio rural.
Para ello, la Consejería de Agricultura y Ganadería ha diseñado el "Plan de Impulso a la Bioeconomía Agroalimentaria", la primera estrategia nacional vinculada estrictamente al sector primario que coloca a Castilla y León en una posición de "vanguardia" en ese objetivo hacia una economía "altamente innovadora, más eficiente y sostenible y capaz de conciliar las demandas de la productividad y competitividad de la empresa agraria", donde ha situado la agricultura, la ganadería, la acuicultura, los recursos naturales y la producción de alimentos seguros y calidad.
Este plan, dotado con cinco millones de euros anuales, apuesta por un mayor aprovechamiento del potencial endógeno de Castilla y León, por valorizar los subproductos y residuos de la producción agrícola o ganadera y su industria para reincorporarlos a la cadena de valor agroalimentaria y por hacer un uso eficiente del agua. Además, sustituye el sistema lineal basado en el esquema de extracción, producción y deshecho por una economía circular en la que se use "la menor cantidad posible de recursos" para que las materias primas puedan mantener su valor durante el mayor tiempo posible y para que los subproductos y residuos generados puedan ser o bien transformados para un nuevo uso como productos o para la obtención de energía o bien procesados para recuperar materias primas en un objetivo de "residuo cero".
El Plan contempla 42 programas a través de cinco líneas de actuación, la primera para la adaptación de la producción agrícola y ganadera al cambio climático para lo que se han diseñado a su vez diez programas que buscan el desarrollo de genética para la adaptación de cultivos y la obtención de nuevas variedades y de alta calidad para abastecer a la industria transformadora. También se contemplan medidas para el desarrollo de nuevos cultivos emergentes de regadío como el amaranto, el trigo sarraceno, el teff o la espelta "muy demandados por la sociedad" y para el incremento de la eficiencia en la producción ganadera con el reto de aumentar un 20% la fertilidad en el vacuno de carne o usar leguminosas autóctonas como fuente de proteína alternativa en los piensos compuestos animales para sustituir otras fuentes de proteínas importadas en la actualidad, como la soja.
Según ha explicado Marcos, este Plan es fruto del trabajo desarrollado a través del Mapa de Investigación e Innovación Agroalimentaria, puesto en marcha en 2016 y concebido como una herramienta en constante actualización, por lo que reforzará y a avanzará en las líneas relacionadas con la bioeconomía de esa herramienta, "desarrollándolas, adaptándolas, actualizándolas y ampliándolas".