La circularidad, asignatura pendiente en la moda bajo la sombra de la nueva legislación
El reloj corre y la moda va tarde. Con la espada de Damocles de la nueva legislación española y europea (que obligará a recoger y gestionar los residuos textiles, incluso después de que los haya usado el consumidor) pendiendo sobre ellos, los gigantes de la moda se adaptan, pero a paso lento. La gestión de los residuos está en las estrategias de todos los grandes operadores del sector (de hecho, es uno de los ejes del plan con el que el sector quiere captar 11.000 millones de euros de fondos europeos) pero, a la práctica, todavía queda mucho terreno por recorrer. ¿Qué hacen las marcas con toda la ropa que sobra?
Aunque el peso de la ropa incinerada es cada vez menor, la gran barrera continúa siendo la circularidad, es decir, convertir los desechos en nueva materia prima para el sector textil, reduciendo al mismo tiempo los residuos y el consumo de nuevos materiales. Por el momento, esto es sólo una utopía: la mayoría de la ropa termina revendida en otros países o donada a organizaciones benéficas.
La gestión de residuos, tanto preconsumo (que incluye desechos en la producción y prendas no vendidas) como posconsumo (prendas usadas por el cliente que ya no usa), ha sido un debate intermitente en la moda en los últimos años. Uno de los motores ha sido la reputación: en 2017, un artículo de The Times desveló que Burberry había quemado durante años stock por valor de más de cien millones de euros. La empresa lo reconoció y anunció que abandonaría esa práctica.
El otro motor del cambio es la legislación. En España, este año debe aprobarse la Ley de Residuos, que contempla la prohibición de la destrucción de excedentes no vendidos este mismo año y la recogida de residuos posconsumo en 2022. Esto supondría hacer al productor responsable del impacto medioambiental de sus productos incluso cuando ya han abandonado su casa, en línea con el Plan de Economía Circular de la Unión Europea.
Inditex tiene proyectos de colaboración con el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y con la compañía austríaca Lenzing, especializada en fibras celulósicas, para avanzar en procesos y tecnologías que permitan dar una nueva vida a las materias primas. Por otro, las prendas taradas se clasifican para luego reciclarlas o donarlas. El objetivo, en el marco del programa Zero Waste, es que en 2023 no se envíen residuos procedentes de sus instalaciones a vertederos. La empresa no especifica qué hace con las prendas que sí han sido puestas a la venta pero no se han vendido, es decir, el stock sobrante.
Por último, para los residuos posconsumo, la compañía ha puesto en marcha el programa Closing the loop, que se basa en tres pilares: recoger, reusar y reciclar. La empresa cuenta con contenedores de recogida de ropa en sus tiendas y centros logísticos y ha financiado la instalación de contenedores en las calles de la mano de Cáritas. Las prendas recogidas se donan a organizaciones como Cáritas, Cruz Roja, Cepf, Le Relais, Liga Solidaria o Casa de la Amistad.
La circularidad es también uno de los bloques del plan de sostenibilidad de Mango, diseñado en 2019 hasta 2021. En concreto, el grupo se marca el objetivo de “introducir criterios de diseño circular en la colección y optimizar el ciclo de vida de nuestros materiales/residuos”. El tercer bloque también está vinculado a la gestión de los desechos: su objetivo es “reducir la generación de residuos fomentando buenas prácticas de reciclaje y upcycling”. Sin embargo, no precisa qué ocurre con esa ropa más allá de que “los residuos generados son gestionados por gestores autorizados especializados”.
En cuanto a los residuos posconsumo, la empresa puso en marcha en 2015 el proyecto Second Chances, con la instalación de contenedores de recogida en varios países europeos. La ropa recogida se destina en un 47% a la reutilización en el propio país, otro 27% se reutiliza en otros mercados, un 13% se recicla y un 13% se destina a la valorización energética.
En Estados Unidos, donde la normativa no es de momento tan estricta, un 65,2% de los residuos textiles terminan en vertederos, un 18,7% se incineran y sólo un 14,5% se reciclan, según datos de la Agencia estadounidense para la protección medioambiental (EPA, en sus siglas en inglés). Grupos como Urban Outfitters o Nike mantienen alianzas con entidades para el reciclaje de las fibras textiles, aunque la mayoría son por ahora menos transparentes que sus competidores europeos.
Gap, por ejemplo, mantiene un acuerdo con el Hong Kong Research Institute of Textiles and Apparel (Hkrita), con el que también trabaja H&M, para acelerar en modelos circulares para la industria textil. Además, el grupo colabora con la iniciativa Make Fashion Circular, de la Ellen Mcarthur Foundation, y con Thredup, una empresa dedicada a la venta de artículos de segunda mano para impulsar la reutilización de los residuos posconsumo. Sin embargo, la empresa no precisa qué hace con los desechos textiles preconsumo, sino que lo enmarca en su estrategia global de residuos. Su objetivo es reducir el peso de desechos que terminan en vertederos al 20% en 2021. A cierre de 2019, según los últimos datos disponibles, el porcentaje se situaba en el 35%.
También China, el mayor productor del mundo, está avanzando hacia una mayor circularidad. El país produce cada año unos 21 millones de toneladas de desechos textiles, de los cuales un 5% se reutiliza y un 17% se recicla, según datos de Ellen McArthur Foundation.
[Esta noticia fue publicada originalmente en Moda.es. Lee el original aquí]