La utilidad insospechada de los residuos: crear vida autosuficiente en el espacio
Se han completado tres de las seis etapas del proceso circular de reaprovechamiento de desechos humanos para convertirlos en nutrientes y oxígeno, tal y como ha notificado la Universidad Autónoma de Barcelona, donde reside la planta piloto del proyecto MELiSSA de la Agencia Espacial Europea (ESA). La tecnología empleada está diseñada para la vida autosuficiente en el espacio, pero también para usarse en la Tierra, donde las normativas de tratamiento de residuos se vuelven más exigentes en algunos sectores como el transporte marítimo.
“Creamos un sistema circular para transformar los residuos de una tripulación en recursos para poder mantenerlos aislados con todas las funciones de soporte de vida”, explica Francesc Gòdia, director de la planta piloto del proyecto Melissa, en la Universidad Autónoma de Barcelona. “El primer paso ha sido desarrollar una planta piloto para demostrar que sabemos y podemos construir este ciclo en la Tierra para llevarlo al espacio y darle otras aplicaciones en nuestro planeta”, añade el científico.
La alternativa microecológica de sistema de apoyo a la vida, o MELiSSA, en sus siglas en inglés, es un proyecto de diseño de infraestructuras para que la tripulación de misiones espaciales sea autosuficiente. Sin depender de servicios de mensajería espacial de víveres o de oxígeno, reciclando todos los residuos orgánicos para producir alimentos y oxígeno, y así sucesivamente, en bucle. Para lograr la transformación de los residuos se usan máquinas llamadas 'biorreactores'. Dentro de estas máquinas viven microorganismos cuyo alimento principal son los residuos orgánicos humanos: aire espirado, orina y heces. Los microorganismos los transformarán en materia orgánica aprovechable. Por ejemplo, convertir la orina en nitratos fertilizantes para el cultivo de plantas que después podrán comerse los astronautas.
De los seis procesos con apoyo de microorganismos para transformar la materia, se han completado tres: obtener nitratos para alimentar plantas y microalgas comestibles a partir de orina; absorber y transformar el dióxido de carbono espirado en la respiración en oxígeno y materia orgánica, también para cultivar alimentos, probado con ratas; y la puesta a punto de la cámara de cultivo de plantas. "A partir de enero se integrará y pondrá en red en el sistema la cámara de plantas. En paralelo estamos tratando los residuos sólidos, y después ya tendremos el círculo completo", resume Gòdia. "Cada experimento dura un año como mínimo. Una de las cuestiones que han de abordar es que el sistema es robusto en operaciones de larga duración en el espacio", añade.
"El sistema que hemos creado es muy neutro en huella de carbono, con aplicaciones en la Tierra, desde barcos que ya no pueden tirar sus residuos en alta mar, hasta hoteles, zonas con limitaciones en la gestión de residuos, edificios que quieren ser neutros en dióxido de carbono... Incluso en el Roland Garros, cuyo tratamiento de aguas grises y amarillas se han tratado con tecnologías derivadas del proyecto Melissa para recuperarlas y reutilizarlas en jardinería y fertilizantes”, ejemplifica Gòdia en cuando a los usos de la tecnología en la Tierra.
Para evitar errores y gastos innecesarios, primero se prueba cada sistema por separado en la Tierra, en la planta piloto. Si funciona, se adaptará un prototipo compacto que se enviará a la estación espacial internacional, incluyéndose en la agenda de experimentos de los astronautas. Si los resultados de los experimentos son buenos y el prototipo funciona, se incluye en un diseño de dimensiones mayores para probarlo más adelante en el espacio.
En el caso de Melissa, el sistema se está adaptando y diseñando para una misión en el espacio que prevé estar lista para 2035: el hábitat de transferencia a Marte. Se prevé construir una nave que incorpore el sistema circular, que se unirá a Gateway de la ESA, entre la Luna y Marte, más cerca de la Tierra. "Allí se probará si el sistema funciona para sostener una vida autosuficiente durante tres años, con la nave pegada a la nueva estación espacial", proyecta Gòdia.
[Este contenido procede de La Vanguardia. Lee el original aquí]