"Leo y Lisa", un comic artesanal con materiales de desecho
Mucho antes de que el miedo fuese la seña insustituible de esta época pandémica, mucho antes de imbuirnos en la noción del perímetro infranqueable de una ciudad (o un barrio), mucho antes de todo esto, el ilustrador Miguel Ángel Sáez soñaba con Leo, un inventor loco que era un niño sin edad, que se divertía solo, pensando en naves artesanales que podrían surcar cielos y cruzar los límites que otros habían establecido. Así nacieron las aventuras de Leo y Lisa. Más allá de la ciudad única (recientemente publicadas por Editorial Thule), un original álbum ilustrado hecho a partir de fotos de maquetas construidas con desechos de todo tipo. Dicho de manera más breve: es un cómic hecho de dioramas. Cada viñeta presenta un decorado con personajes a escala (fabricados a mano con materiales reciclados), iluminados y fotografiados como si se tratase de una película de animación.
En su taller, Leo (como Miguel Ángel Sáez, su particular Geppetto) se atreve a “perder el tiempo” observando con atención cada alambrito suelto, cada tornillo, cada corcho, cada muelle o tapón de los objetos en desuso para ver en ellos la belleza y encontrarles una nueva función. Comprender la virtud de aquello que para otros es inútil constituye la base de la reutilización creativa y el reciclaje, dos actividades necesarias en un tiempo que agota soluciones, descarta y optimiza, sin pérdida de tiempo. Como contrapeso, crear y actuar, dos verbos que funcionan como antídotos del temor.
La manufactura de cada uno de los escenarios de este libro causa sorpresa y admiración en lectores de todas las edades, porque Sáez consigue universos mágicos, en los que cualquier paquete vacío de fideos se convierte en un globo aerostático, o una pinza de la ropa, en una lanzadera de cohetes, así como un pequeño lápiz gastado da vida al cuerpo ágil de Leo, el inventor.
Sáez, que asegura sentir una gran admiración por el cine y los escenarios de Jean Pierre Jeunet y Marc Caro (los directores de Delicatessen), es un lector habitual de cómic y un espectador atento de cine fantástico, cuyo oficio va mucho más allá del de un ilustrador. De hecho, la saga fotográfica de los muñequitos de Leo y Lisa (a partir de unos adorables dibujos bosquejados en boli) es una invitación al asombro, ese que a veces creemos perdido.
Sin duda, en la recuperación de esos pequeños objetos físicos, que resultan indiferentes para casi todo el mundo, radica una verdad inesperada, la revelación de un mundo entero hecho de lo inútil, lo desvencijado y lo descartado.
[Esta noticia fue publicada originalmente en El Ágora. Lee el original aquí]