¿Por qué la salud del planeta y la COVID-19 son interdependientes?

Un reciente estudio de la Universidad de Cambridge desvela un mecanismo por el que el cambio climático habría influido en el surgimiento del SARS-CoV-2 y su paso de animales a humanos. Según este trabajo, el calentamiento global y el incremento de gases de efecto invernadero han provocado durante el último siglo cambios en la vegetación de la provincia china de Yunnan (así como en Myanmar y Laos). Estas modificaciones han permitido que los murciélagos puedan extender sus hábitats y vivir en nuevos territorios. Su presencia está asociada a un mayor número de coronavirus.
La emergencia climática y la pandemia zoonótica son consecuencia de la actividad humana, que provoca degradación ambiental. La revista médica The Lancet ha monitorizado y reportado más de 40 indicadores globales que miden el impacto del cambio climático sobre la salud. En un editorial reciente, destaca que las causas de las crisis climática y la covid-19 tienen elementos comunes y sus efectos son convergentes. En su informe de 2018, la misma The Lancet advertía ya de que si no se acelera la reducción de las emisiones de los gases de efecto invernadero, los sistemas de salud podrían verse desbordados para atender al previsible incremento de incidencia de enfermedades que se produciría.
Frenar los efectos del cambio climático ayudará a reprimir la aparición y la reaparición de enfermedades zoonóticas. Estas son más probables por la agricultura intensiva, el comercio internacional de animales exóticos y el aumento de la invasión humana en los hábitats de vida silvestre, que a su vez aumentan la probabilidad de contacto entre las personas y los patógenos. El informe concluye afirmando que las decisiones que se tomen ahora deben abordar ambas crisis juntas para garantizar la respuesta más eficaz a cada una.
Los datos científicos sobre el calentamiento global y su origen tienen ampliamente referenciadas al menos tres consecuencias que afectan a la generación y propagación de pandemias:
- El deterioro de hábitats, ecosistemas y extinción de especies de animales y plantas.
- El deshielo de glaciales y del permafrost, que libera patógenos peligrosos que están en hibernación permanente.
- La alta polución de la atmósfera, que incide en la mayor propagación de los virus y en la mortalidad.
En mayo de 2019, el Programa de la ONU para el Medio Ambiente presentó el informe de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), elaborado por 145 expertos de 50 países y basado en la revisión sistemática de alrededor de 15 000 fuentes científicas y gubernamentales. El copresidente de la evaluación, el profesor Josef Settele, afirmó: “Los ecosistemas, las especies, las poblaciones silvestres, las variedades locales y las clases de plantas y animales domesticados se están reduciendo, deteriorando o desapareciendo. La red esencial e interconectada de la vida en la Tierra se está haciendo cada vez más pequeña y segmentada. Esta pérdida es un resultado directo de la actividad humana y constituye una amenaza directa para el bienestar humano en todas las regiones del mundo”.
El interesante informe de World Wide Fund (WWF) Pérdida de naturaleza y pandemias afirma que el cambio climático amplifica las amenazas que afectan a la biodiversidad, favoreciendo la expansión de virus y bacterias, o de sus vectores. En hábitats bien conservados, los virus se distribuyen entre las especies y no afectan al ser humano al existir una relación equilibrada. Además, el informe señala que el deshielo del planeta libera virus de distintos tipos que han permanecido siglos retenidos. Para concluir, un estudio de la universidad de Harvard muestra que mueren más personas por la COVID-19 cuando han estado expuestas a altos niveles de polución de partículas finas, que son las que generan sobre todo los vehículos de combustible fósil.
Para doblar la curva del aumento de la temperatura global solo existe una vacuna: parar cuanto antes la producción y quema de combustibles fósiles. Los daños producidos son ingentes y cada vez queda menos tiempo para actuar.
[Esta noticia fue publicada originalmente en The Conversation. Lee el original aquí]