Ser sostenible tras la muerte: derribando un tabú para ayudar al planeta
A lo largo de nuestra vida podemos decidir mantener hábitos sostenibles porque ya existen múltiples alternativas para ello. Sin embargo, cuando morimos, las opciones se reducen a la mínima expresión quizá porque la muerte está rodeada de tabúes o porque ni la legislación ni el sector han evolucionado al ritmo que reclaman la sociedad y el planeta.
En el caso de España, la ley (hay una normativa nacional de 1974 sobre la que las comunidades autónomas han desarrollado sus respectivas regulaciones) es muy estricta en relación a cómo se debe manejar un cadáver y, salvo contadas excepciones, obliga a que tanto la inhumación como la cremación se hagan con ataúd. La posibilidad de inhumar directamente en contacto con la tierra queda recogida de manera expresa únicamente en los reglamentos de Policía Sanitaria Mortuoria de Galicia, Asturias y Andalucía y, en los tres casos, sólo por motivos confesionales (en religiones como la islámica o la judía ortodoxa, los cuerpos se entierran envueltos en sudarios).
Para la práctica totalidad del resto de los mortales se impone el uso de féretro tanto para el traslado (ante el riesgo de expulsión de líquidos del cadáver), como para la inhumación o cremación, algo que por cuestiones de seguridad sanitaria y contaminación sólo se justificaría en caso de enfermedades como cólera, viruela, carbunco o ébola y de cadáveres contaminados por productos radiactivos.
Menos impacto: sin ataúd y en tierra
Esta obligación de usar ataúd se mantiene en muchos países a pesar de que estudios como el elaborado por la Fundación de Servicios Funerarios de París concluyen que el método más ecológico y con menor impacto climático es la inhumación directa en suelo, que sí está permitida en estados de Estados Unidos, Reino Unido, Suecia, Canadá, Holanda o Australia. El menos sostenible: el entierro con ataúd de madera en una tumba o nicho de hormigón, cuyo impacto supera en 3,6 veces al de una cremación. Si, además, tiene complementos esculturales o templetes, puede llegar a equivaler al de más de 5 cremaciones.
Entre otras cuestiones, esto se debe al propio hormigón, a que la gran mayoría de lápidas que venden los servicios funerarios franceses proviene de China (el transporte tiene una gran huella de carbono) o a que la práctica totalidad de la madera usada para fabricar ataúdes procede de bosques no certificados.
Integrarse con la naturaleza
Para el consejero delegado de la empresa de servicios funerarios Áltima, Joan Ventura, estudios como éste "deberían hacernos reflexionar sobre el papel de nuestros cementerios, ahora convertidos en ciudades muertas de hormigón", sobre todo en un momento como el actual, en el que la sociedad avanza en dirección opuesta. En este sentido, se ha mostrado convencido de que los futuros reglamentos, como el que se trabaja en Cataluña, permitirán, entre otras cuestiones, el entierro directo en tierra "a todo el mundo". "A mi me gustaría que me enterraran directamente en tierra, sin paredes de hormigón, sin ataúd o con un ataúd no contaminante para que mi cuerpo se deshaga en contacto con la naturaleza", ha afirmado Ventura, cuya familia lleva 300 años en el sector y que, personalmente, aspira a dejar un mundo mejor a sus hijos y nietos.
Áltima, que busca ofrecer alternativas a los usuarios que quieren ser sostenibles más allá de la muerte, gestiona una veintena de cementerios y crematorios en Cataluña, entre los que destaca el de Roques Blanques, integrado en pleno Parque Natural de la Sierra de Collserola (Barcelona) y en el que, por tanto, convivir con la naturaleza sin dañarla es esencial. Entre esas opciones, se han especializado en urnas para cenizas ecológicas, elaboradas con materiales como hongos, que al entrar en contacto con la tierra y la humedad se activan y dan alimento, por ejemplo, a un árbol; y sal marina o arena que se disuelven al entrar en contacto con el agua.
Flores y coronas sin cortar
Hay otro servicio en el que nadie se suele fijar y que, sin embargo, tiene un gran impacto ambiental: las flores. "Hicimos un estudio de la huella de carbono de nuestros servicios y nos dimos cuenta de que la que más grande corresponde a las coronas de flores porque la gran mayoría se trae en avión desde países como Colombia o Ecuador", ha explicado Ventura.
Para reducir esa huella y, además, evitar que se corten flores (unas 100.000 al año sólo para su empresa), han diseñado coronas elaboradas con macetas de plantas vivas y de proximidad que se pueden llevar los allegados a casa finalizada la ceremonia.
Para avanzar en sostenibilidad, también han electrificado su flota de vehículos y están apostando por hornos crematorios de alta eficiencia, para reducir el consumo de energía, y equipados con filtros que reduzcan al mínimo la contaminación, según Ventura, que ha subrayado que cada uno de nosotros puede hacer "pequeñas cosas" para reducir su impacto sin esperar a que lo decidan los políticos o las empresas.
Ataúdes de cartón
Dado que aún llevará un tiempo adaptar la normativa en materia de sostenibilidad y la necesidad de no desperdiciar recursos, hay quienes trabajan desde hace años en el desarrollo de alternativas que permitan a los consumidores que lo deseen ser sostenibles más allá de la muerte. Este es el caso de Javier Ferrándiz, fundador de RestGreen, que ha diseñado un féretro de cartón que, según el empresario, es el único ataúd de cartón homologado por el Ministerio de Sanidad. Sin embargo, pese a que los ataúdes de cartón son más ecológico y más baratos que los tradicionales, las funerarias "le cierran la puerta" y son pocas las que se atreven a ofrecerlos en su catálogo.
Incluso el PSOE llevó en 2022 al Congreso de los Diputados una proposición no de ley para impulsar el uso de los ataúdes de cartón en las cremaciones por cuestiones ecológicas. Dos años después, "no se sabe nada al respecto", ha lamentado Ferrándiz. Y ello, a pesar de que según una encuesta del comparador de servicios funerarios FUNOS, el 72,5 % de los españoles estaba de acuerdo con la propuesta socialista para reducir el impacto ambiental del sector funerario.
Para Ferrándiz, los datos muestran que hay demanda para este tipo de ataúdes tanto por motivos económico como ecológicos, pues el cartón es más barato y biodegradable, no llevan barnices ni herrajes, se pliegan, lo que reduce mucho las necesidades de transporte y almacenamiento, y para que ardan hace falta mucha menos energía. Pese a todos estos factores positivos, las funerarias de España se resisten a ofrecer este tipo de ataúd biodegradable, algo que, según Ferrándiz, obedece a que el margen de beneficio es mucho menor.
En respuesta a esta afirmación, fuentes del sector consultadas por EFEverde, han explicado que son pocas las funerarias que los ofertan porque las familias los rechazan ya que sienten que con ellos se pierde "calidad" y se desmerece al difunto. Y aquí volvemos a los tabúes. No hay que olvidar que los orígenes del uso del ataúd está en la intención de preservar durante el máximo tiempo posible un cuerpo tras la muerte ante la posibilidad de resurrección o querer proporcionar la mayor comodidad para el "descanso eterno" al ser querido.
[Este contenido procede de EFE VERDE. Lee el original aquí]