Tailandia se convierte en el nuevo gran depósito mundial de basura electrónica
Sentadas en cuclillas en el suelo de una fábrica mal iluminada, las mujeres examinaban las entrañas desechadas del mundo moderno: baterías, placas de circuito y cables. Rompían esos desechos (conocidos como basura electrónica) con martillos y sin guantes. Los hombres, algunos con los rostros cubiertos con trapos para no inhalar los gases, echaban los residuos con una pala en una máquina que rescata metal utilizable. Mientras trabajaban, el humo se esparcía sobre aldeas y granjas. Los residentes no tienen idea de lo que hay en ese humo: plástico, metal, ¿quién sabe? Lo único que saben es que apesta y les provoca náuseas.
Esta fábrica, New Sky Metal, forma parte de una próspera industria de desechos electrónicos en todo el sureste asiático, surgida de la decisión de China de no aceptar los residuos electrónicos del mundo. Tailandia se ha vuelto el centro de esta industria aun cuando los activistas la rechazan y su gobierno intenta equilibrar los intereses en conflicto de la seguridad pública con las ganancias obtenidas de este lucrativo negocio.
El año pasado, Tailandia prohibió la importación de residuos electrónicos extranjeros. Sin embargo, expertos industriales y supervisores del medio ambiente afirman que se están abriendo fábricas nuevas en todo el país y están procesando toneladas de basura electrónica. De acuerdo con la ONU, cada año se producen 50 millones de desechos electrónicos en el mundo debido a que los consumidores tiran el modelo del año anterior y adquieren la siguiente novedad. La idea de reciclar estos dispositivos suena loable: un ciclo infinito de utilidad tecnológica. Pero extraer cantidades diminutas de metales preciosos (como oro, plata y cobre) de teléfonos, computadoras y televisores desechados es un trabajo sucio y peligroso.
Durante años, China aceptó gran parte de los desechos electrónicos del mundo. En 2018, Beijing cerró sus fronteras a la basura electrónica. Tailandia y otros países del sureste asiático (con su aplicación laxa de las leyes ambientales, su fuerza laboral fácilmente explotada y los vínculos cercanos entre empresas y gobiernos) vieron una buena oportunidad.
“Todos los circuitos y los cables son muy lucrativos, en especial si no hay preocupación por los trabajadores ni el medio ambiente”, dijo Penchom Saetang, director de Ecological Alert and Recovery Thailand, un organismo de vigilancia. Una visita reciente a Koh Khanun mostró que New Sky Metal seguía trabajando pese a una prohibición del Gobierno, al igual que otras, lo que refleja un frágil sistema de regulación y una corrupción que ha mancillado al país.
Desde la prohibición de los residuos electrónicos, 28 fábricas nuevas de reciclaje iniciaron operaciones en una provincia al este de Bangkok. Este año, se otorgaron permisos para procesar basura electrónica a 14 empresas de la provincia. Si algunos tipos de desechos electrónicos no son incinerados a temperaturas lo suficientemente altas, las dioxinas, que pueden causar cáncer, se infiltran en el suministro de alimentos. Los metales pesados tóxicos se filtran en el suelo y en las aguas freáticas. Junto a New Sky Metal, Metta Maihala contemplaba su plantación de eucalipto. El lago que alimenta la granja se ha ensombrecido y el olor es nauseabundo. “No podemos elegir el aire que respiramos”, comentó Metta. “Todos vamos a tener una muerte lenta”.