Una veintena de países africanos prohíbe las bolsas para luchar contra las inundaciones y la muerte del ganado
África sufre una auténtica invasión bolsas de plástico, un producto que mata al ganado; contamina el suelo, el aire y el agua; obstruye los canales de desagüe y, de esta manera, genera inundaciones, y contribuye a la presencia de enfermedades mortales como la malaria. Por eso, desde hace más de una década, África ha emprendido una auténtica guerra contra este producto y se ha situado en la vanguardia mundial de las medidas restrictivas que tratan de hacerlo desaparecer del paisaje. Una veintena de países lo prohíben de manera tajante, como es el caso de Ruanda, Uganda, Gabón o Kenia, o lo gravan como si fuera un artículo de lujo. Y cada vez se suman más Gobiernos a esta cruzada, que, sin embargo, se enfrenta a dos problemas: la falta de alternativas baratas y viables y la resistencia de las empresas productoras o transformadoras.
Fabrice Laviolette concluye “La prohibición de este tipo de bolsas es total. Y puedo asegurar que funciona. A diferencia de lo que pasa en la mayor parte del continente, en las calles de Kigali está todo limpísimo, no se ve una sola bolsa de plástico”, revela.
Ruanda fue uno de los primeros países africanos en prohibir totalmente la bolsa de plástico en 2007. Otros países se han sumado a este combate y han adoptado idénticas leyes (como Uganda, Gabón o Etiopía) o similares, prohibiendo la circulación de bolsas de pequeño espesor y, por tanto, menos reutilizables (como Tanzania, Kenia, Sudáfrica, Marruecos, Botsuana, Chad, la RDC, Ghana, Togo, Congo y Eritrea). El frente africano contra la bolsa de plástico crece a pasos agigantados. El pasado 1 de enero se unieron Mauritania y Malí, y otros como Burkina Faso, Argelia y Costa de Marfil ya han anunciado proyectos de ley en la misma línea. Sin embargo, no es limpieza todo lo que reluce y el éxito ruandés, al menos en lo que respecta a la prístina presencia de sus calles y campos, no ha alcanzado a todos.
“En este momento hay una situación de bloqueo en la gestión de residuos”, asegura Bamadou Sidibé, presidente del Colectivo de Grupos Intervinientes en el Saneamiento en Malí (Cogiam), que agrupa a 120 asociaciones que se encargan de la recogida de basura solo en Bamako. “No se habilitan nuevos vertederos y los que hay están colmatados. Así que cada uno la deposita donde puede, normalmente en terrenos de cultivo en la periferia de la ciudad donde los agricultores periurbanos la aprovechan como fertilizante”. “Los industriales y productores se reunieron con el Gobierno y le dijeron que si la ley se aplicaba, mucha gente se iba a quedar sin empleo, así que de momento su aplicación está en suspenso”, añade Sidibé.
Nuakchot, capital de Mauritania. En 2011, un estudio descubrió la presencia de bolsas de plástico en el estómago del 80% de las vacas sacrificadas en la ciudad. Corderos y camellos también se los comen y muchos, aproximadamente uno de cada tres, acaban muriendo de hambre porque el polietileno, del que está hecho este producto, crea una capa que impide al animal absorber los alimentos que ingiere. Como no existe manera de reciclar las bolsas de baja densidad y su presencia es masiva en el mercado, la solución hasta ahora pasaba por la incineración, pero esto generaba humos tóxicos.
Cuando Marie Thérèse Mbailemdana fue nombrada alcaldesa de Yamena, la capital de Chad, en enero de 2010, emprendió su particular batalla. Hacía años que existía una ley prohibiendo la importación de bolsas de plástico, pero un simple vistazo a la ciudad bastaba para darse cuenta de que era papel mojado. “Todo está sucio y lleno de bolsas, las calles, los árboles, los campos. Si plantas un árbol en un terreno lleno de plástico, no puede crecer”, aseguraba entonces en una entrevista. Así que se reunió con empresarios, comerciantes y consumidores y decidió que había llegado el momento de aplicar la ley. Pese al escepticismo inicial, hoy en Yamena es más difícil ver bolsas de plástico.
Pese a la enorme dimensión del problema, es relativamente reciente. Mientras las consumimos a una velocidad de vértigo, ahora mismo hay una cantidad enorme circulando en el planeta, que pueden tardar hasta cuatro siglos en desaparecer. Y si África es el continente donde esta contaminación es más visible, es también uno de los que está haciendo mayores esfuerzos por librarse de esta peligrosa invasión.
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