Vivir en el mundo sin destruirlo: por qué necesitamos adoptar la Economía Circular
La humanidad extrae cada año más de 100.000 millones de toneladas de recursos naturales, según datos del Panel Internacional de Recursos (IRP, por sus siglas en inglés), de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El mundo solo es capaz de reciclar el 8,6% de esa cantidad. El impacto medioambiental de este consumo es devastador: el 75% de la superficie terrestre del planeta está considerablemente degradada, y si esta tendencia continúa, ese porcentaje podría alcanzar el 95%.
Un informe de la Comisión Europea señala que en Europa cada año se desperdician casi 59 millones de toneladas de alimentos. Eso son 131 kilogramos por persona. En España, los hogares han desperdiciado un total de 1.183,42 millones de kilogramos de alimentos y bebidas en 2023, según el último Informe del Desperdicio Alimentario en España. Con una población de aproximadamente 47,5 millones de personas, esto equivale a una media de 24,9 kilogramos por persona al año. El panorama no mejora en el sector textil: el ciudadano medio compra un 60% más ropa que hace 15 años, pero la usa solo la mitad del tiempo, y cada año se desechan en el mundo 92 millones de toneladas de residuos textiles, según The Circular Lab.
Por eso hay que incorporar nuevas formas de generar economía circular a gran escala que se expandan más allá del interior de la casa familiar. Ahora, esa costumbre de reparar los productos ha tomado vuelo en forma de iniciativas como Zara Pre-owned, el nuevo vector de la multinacional española que permite a sus clientes donar prendas, comprar otras de segunda mano y hasta reparar las que se hayan estropeado. También están proliferando tiendas de ropa de segunda mano como Humana, que ya tiene 28 establecimientos en Madrid.
Prácticas como la de Zara, que han replicado otras grandes empresas como Ikea, no han nacido fruto de la casualidad. La Unión Europea ha comenzado a legislar para fomentar este tipo de hábitos en las empresas, en un intento de hacerlas sentir más responsables de los productos que venden. Desde 2025 será obligatorio que todos los Estados miembros cuenten con sistemas de recogida separada de residuos textiles. También se están desarrollando sistemas de Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP) para que las empresas textiles asuman los costos de gestión de los residuos que generan.
La economía circular es un modelo económico diseñado para reducir al máximo el uso de recursos naturales y la generación de residuos. A diferencia del sistema lineal tradicional de «producir, usar y tirar», este nuevo método busca cerrar el ciclo de vida de los productos mediante la reutilización, el reciclaje y la reparación. Manuel Guerrero, director de la Fundación Economía Circular, añade que la economía circular puede ser mucho más que esos tres elementos, «como la transición de la propiedad de un producto al uso». Es decir, que en vez de pagar por algo como una nevera, paguemos únicamente por el uso que se hace de ella. «Eso desincentivaría a las empresas de la obsolescencia programada, y fomentaría la fabricación de productos mucho más duraderos», explica el experto.
En España, la Estrategia Española de Economía Circular (EEEC), aprobada en 2020, establece objetivos claros para 2030: reducir un 30% el consumo de materiales, disminuir un 15% la generación de residuos respecto a 2010 y aumentar la reutilización y reciclaje de productos. También quiere reducir un 50% per cápita la generación de residuos alimentarios en toda la cadena alimentaria. Aunque existan estas normas y una voluntad férrea de crear una economía circular, siempre pueden aparecer empresas como Shein o Temu, con prendas a precios irrisorios y calidad mediocre, y vuelta a empezar. «Tenemos que buscar formas de avanzar hacia un modelo más eficiente y respetuoso con el medio ambiente», defiende Guerrero.
En un libro de 2005 llamado De la cuna a la cuna, Michael Braungart y William McDonough ofrecen una perspectiva renovadora sobre cómo la humanidad podría rediseñar sus sistemas productivos. «Estamos acostumbrados a pensar que la industria y el medio ambiente siempre están en conflicto, porque los métodos convencionales de extracción, fabricación y desecho son destructivos para el entorno natural», dicen. La solución que proponen llega a través del diseño inteligente de un sistema que, como el de las hormigas, permita a los humanos vivir en el mundo sin destruirlo.
«¿Qué pasaría si los humanos diseñáramos productos y sistemas que celebraran la abundancia de la creatividad, la cultura y la productividad humanas?». Esa parece ser la batalla también para Guerrero: «La sociedad ha evolucionado a una velocidad vertiginosa, y con ella, los hábitos de consumo. Aunque prácticas más sostenibles pueden parecer, en ocasiones, incompatibles con la realidad actual, es esencial buscar formas de adaptarnos y avanzar hacia un modelo más eficiente y respetuoso con el medio ambiente», remarca.
[Este contenido ha sido reelaborado a partir de Ethic. Lee el original aquí]