5 hábitos que no son tan sostenibles como parecen
En España más de 37 millones de personas dicen separar sus residuos para reciclar, pero a pesar de esta colaboración ciudadana y del sistema de contenedores, en el país solo se recicla un 37% de los residuos, (la media europea es del 28% y el objetivo para 2025 es del 55%), mientras que casi la mitad de todos los reciclables acaba en el vertedero, según un informe de la Fundación Cotec para la Innovación.
Una parte se debe a las deficiencias del sistema pero otra a que la información que se proporciona a los ciudadanos proviene de en muchos casos de empresas que desean hacer un “lavado verde” (greenwashing) de sus productos y no siempre apuntan a las conductas más efectivas. Si crees, por ejemplo, que tu bolsa de lona de la compra, tus pimientos ecológicos, o tu camiseta de algodón orgánico están ayudando al planeta, puede que te lleves una sorpresa.
1. Usar bolsas de lona para la compra
Parece el colmo del buen comportamiento, ir a la compra con una bolsa de lona de algodón reutilizable, que incluso puede ser de algodón ecológico. Sin embargo, aunque eliminar para siempre las bolsas de plástico es fundamental, no nos detenemos a pensar en el coste de fabricar estas bolsas alternativas. El año pasado, la Administración de Medio Ambiente y Alimentación de Dinamarca publicó una evaluación del impacto ambiental de los distintos tipos de bolsas de la compra, desde las de polietileno hasta las de algodón orgánico.
Resulta que se necesitan muchos más recursos, agua y energía para fabricar una bolsa de lona que una de polietileno. El informe analizó cuántas veces habría que utilizar cada tipo de bolsa para igualar el impacto ambiental de una de plástico. Las bolsas de papel y las reutilizables de plástico necesitaban entre 35 y 85 reutilizaciones. Una bolsa de algodón, sin embargo, tendría que ser utilizada 7.100 veces para compensar los recursos que se emplearon en fabricarla. En el caso del algodón orgánico, aumentaba a 20.000 veces.
2. Separar los residuos «por si acaso»
Lamentablemente, el “reciclaje por si acaso” nunca es útil. Aunque los centros de reciclaje tienen formas de clasificar los reciclables de los no reciclables, la presencia de estos elementos no reciclables supone un trabajo extra y, en el peor de los casos, se tienen que tirar a un vertedero o incineradora. Cosas como los juguetes de plástico, guantes de goma, utensilios de cocina y, por supuesto, cartón o vidrio, no deben ponerse en el cubo de reciclados. Lo ideal, por supuesto, es no tener que poner nada en este contenedor, aunque las grandes empresas de distribución de alimentos lo ponen muy difícil, la nueva legislación puede ayudar.
Algo parecido ocurre en el caso de los desechos de papel o cartón que no pueden ser reciclados. Esto incluye cosas que están fabricadas con papel o celulosa, como el papel de cocina, los pañuelos desechables, pañales o compresas usadas, así como restos de madera y papel con pintura o pegatinas. En general, todo lo que esté sucio con comida, especialmente grasa, como la caja de la pizza, hace el trabajo de reciclado mucho más difícil y costoso en energía. Mención aparte merecen los envases Tetrabrik, un envase de cartón recubierto de un 25% de aluminio y plástico y que nunca van al contenedor azul, siempre al amarillo. Por desgracia, solo la fracción del papel se puede reciclar, los otros componentes se separan y acaban en vertederos porque es inviable su reciclado. Lo ideal sería no comprar productos en este tipo de envase dentro de lo posible.
3. Comprar versiones más sostenibles de lo que ya tienes
De nuevo, una acción llevada a cabo desde la mejor de las intenciones tiene un impacto negativo. Si lo anterior te ha convencido de que la bolsa de lona es una mala idea, decides comprar una de rafia reciclada. También decides dejar de usar cubiertos de plástico y te compras unos metálicos de camping para llevarte al trabajo. También decides cambiar la instalación de aire acondicionado, o el frigorífico, por un modelo más eficiente energéticamente. En todos estos casos, el ahorro de gasto energético y recursos de la vida útil del nuevo producto ecológico jamás compensará la enorme cantidad de recursos y energía que se emplearon para fabricarlos.
4. Cambiar de coche
Puede que pienses que es buena idea cambiar tu coche actual, antiguo, con consumo elevado y muy contaminante, por uno nuevo más ecológico. El ahorro en combustible jamás compensará la inversión en el vehículo, y hay que sumar las toneladas de materiales (en su mayoría no reciclados y muchos no reciclables) y energía necesaria para fabricar un automóvil nuevo. No obstante, según un estudio del Laboratorio Nacional de Argonne en EE UU, la mayor sostenibilidad era la de los coches híbridos, por encima de los eléctricos, debido sobre todo al uso de baterías de litio. Aunque esto puede cambiar en el futuro, no puede compararse con prescindir del vehículo propio siempre que sea posible.
5. Usar Uber y servicios similares
Dicho lo anterior, puede parecer que, si vivimos en una ciudad y no usamos un coche propio, usar servicios como Uber o Cabify es más sostenible, y comparable a usar el transporte público. Pero no lo es. A medida que estas empresas se extienden por las ciudades, también aumenta el número de vehículos en la carretera. Además, en este caso, se trata de vehículos que están en movimiento durante la mayor parte del día (o las 24 horas el día si los explotan empresas con conductores por turnos) y recorren muchos más kilómetros que los vehículos privados. Según un estudio, cada carrera en Uber supone un 84% más de kilómetros recorridos por cada viaje. Caminar, ir en bicicleta o tomar el transporte público es más barato y más sostenible.