Alba Cabañas: "Hay que buscar sinergias para que todas las empresas se transformen, en la medida que tenga sentido económico y ambiental"
Economista de formación, su interacción con los responsables de las políticas ambientales de los distintos gobiernos han dejado avances en el binomio empresa- medio ambiente que se han materializando en recomendaciones que luego han terminado siendo normas. El concepto de eficiencia en el uso del agua industrial, la remediación voluntaria de suelos contaminados o el acuerdo voluntario para la reducción de las bolsas de un solo uso en el sector comercial, casi diez años antes de que las prohíba Europa, son ejemplos de ello.
¿Cuál es el comportamiento de PYMES y grandes empresas en circularidad?
No le doy tanta importancia al hecho que sea PYME o no. A lo que le doy importancia es a que se promuevan proyectos circulares. Para ello, no hay que descartar ninguna iniciativa, antigua o disruptiva, sea empresa digital o de un sector maduro. Hay que tejer cuando antes una trama suficiente tupida como para que surjan nuevas iniciativas en todos los ámbitos, grandes, medianos o pequeños, públicos o privados. Por ejemplo: el caso del sector del papel. Tiempo atrás, en Cataluña, el papel se hacía a partir de fibra virgen. Desde hace muchos años, el sector papelero es un agente especialmente activo en el impulso de la economía circular, en tanto que transformador del residuo del papel procedente de recogida selectiva, en papel para nuevo uso. O el sector del agua, que es circular por definición. Su misión ha sido precisamente el aprovechamiento del recurso hidráulico, en un círculo continuo de abastecimiento (mediante captación del medio o desalación), potabilización, depuración, abordando actualmente el reto de la regeneración. De todas formas, hay empresas que no salen en las fotos de lo que se entiende por economía circular y, sin embargo, lo son. Es posible que lo hagan exclusivamente en un ámbito aislado, por ejemplo, la energía, en el caso de la cogeneración o las calderas con biomasa, pero hay que tenerlas en cuenta e incorporarlas en el concepto general de economía circular.
¿Hemos roto ya con la dicotomía economía-medio ambiente?
Cuando empezamos a prestar atención al ensamblaje entre medio ambiente y economía, el sector ambiental o verde iba por un lado y, por el otro, la industria tradicional asociada al color marrón. La realidad ha demostrado que al final ese enfrentamiento era una falacia, porque la industria y el sector ambiental eran la imagen y el reflejo de una misma realidad. Actualmente, ya no se habla desde esa dicotomía y el concepto de Economía Circular es parte de la clave. Se integra la gestión ambiental con la gestión de la empresa. Y ya son muchos los sectores industriales que antes estaban en el lado de lo que no era verde, y ahora son, como la misma industria química, agentes dinamizadores de tecnologías propias y activos en todo este proceso de modificación y de cambio. Ahora el conflicto lo podemos tener entre lo que se entiende por economía lineal y la economía circular.
¿Las últimas cifras empresariales son positivas?
Sí, evidentemente. El sector industrial se está comportando muy bien. Prueba de ello es la noticia del desacoplamiento entre la generación de residuos y el crecimiento industrial de los últimos años, confirmada por la Agencia de Residuos de Catalunya. Los residuos industriales han descendido en Cataluña más de un 30% desde 2007, cuando comenzó la crisis, hasta 2016. Este descenso se explica inicialmente por la caída de producción derivada del parón en la actividad económica. Sin embargo, una vez constatada la recuperación, la generación de residuos de la producción no ha crecido en la misma proporción, por lo que se confirma el desacoplamiento entre el crecimiento económico y la generación de residuos. Podríamos hacer valoraciones análogas con el uso industrial del agua. En el caso de la reducción de consumo energético los avances también han sido muy notables, aunque todavía queda recorrido en las PYMES y en aquellas empresas en las que el factor energético pesa menos en su estructura de costes.
¿Por qué no hay tanta concienciación en España como en Alemania si la economía es global?
En Alemania hace más tiempo que están trabajando, han tenido otra historia. Creo que si analizamos el estado español, durante muchos años Cataluña ha tenido mucha más concienciación que el resto del país. Y ello debido a una política ambiental más audaz, a veces en exceso, que respondía históricamente a la necesidad de ordenar los problemas ambientales derivados de una mayor tradición industrial en el territorio y por tanto de unos mayores impactos ambientales en el medio. Actualmente ya no hay tanta diferencia. Hay que reconocer que otras zonas de España han evolucionado al mismo ritmo. A nivel europeo sigue habiendo grandes diferencias, aunque podemos considerar que nuestra posición está en la cabecera. Por ejemplo, en el centro de la isla de Sicilia, la basura se sigue echando en las cunetas, como en nuestra tierra hace treinta años. Creo que las cosas piden tiempo. Debemos tener en cuenta que las sociedades van avanzando a ritmos diferentes y podemos estar más que orgullosos de ver en qué medida nuestros gobiernos han ido empujando y la sociedad ha reaccionado simultáneamente. Estamos llegando a unos niveles centroeuropeos.
¿Se trata de concienciación o de negocio?
Como representante empresarial debo decirte que no se trata de conciencia y, aunque el directivo puede tener o no conciencia medioambiental, al final las decisiones ambientales de una empresa forman parte de la estrategia empresarial. Por lo que estamos hablando de modelos de negocio, de sostenibilidad económica y resultados. Es cierto que hay directivos que lo ven y otros que no lo entienden de igual modo. El plazo de valoración de sus resultados por parte de sus accionistas, tiene mucho que ver con la percepción del directivo, y el sector al que pertenezca también. A lo largo de mi trayectoria en este sector he visto una evolución extraordinaria. Hace dos décadas, le decías al empresario lo que está diciendo hoy Europa con su Estrategia del Plástico y se hubiera hundido el mundo. Sin embargo, en veinte años el debate ha evolucionado mucho. Actualmente, se sigue negociando con el regulador sobre los plazos, los instrumentos y los límites, pero los márgenes de aceptación no tienen nada que ver con los de hace veinte años.
No hay duda de que la circularidad es el presente y el futuro inmediato…
No estoy tan segura de que podamos afirmar que sea el presente todavía, pero tenemos que conseguir que el futuro económico vaya avanzando hacia la circularidad porque parece una apuesta más eficiente que el modelo de usar y tirar. Y en ese proceso caben innovadores tecnológicos, modelos disruptivos, pequeñas empresas o emprendedores que descubran nuevos negocios circulares, pero también existe el sector productivo que configura hoy nuestro Producto Interior Bruto y que está asistiendo a una transformación paulatina. No creo que haya que insistir en la dicotomía circular y lineal, como en el pasado se hizo en el sector ambiental y el marrón. Creo que hay que buscar sinergias para que todas las empresas se vayan transformando, en la medida que tenga sentido económico y ambiental. Los proyectos que no respondan a una lógica económica, además de ambiental y social acabarán fracasando.
¿Evoluciona el consumidor?
El ciudadano ya está aprendiendo y madurando: quiere escoger y solicita productos en unas condiciones determinadas. El precio aún es muy importante, pero en este sentido, soy optimista. La regulación y el entorno político también determinarán que este movimiento avance a uno u otro ritmo. Y espero que evite que se perciba como algo exclusivamente normativo y sea capaz de estimular las oportunidades de negocio. El sector público debería ser hábil para conquistar la actitud de convivencia y colaboración con lo privado y no erigirse en una especie de sargento-circular que acabe asfixiando las posibles ideas, disrupciones e innovaciones que el sector empresarial haga en este ámbito, con impuestos, tasas, prohibiciones y límites. Agotemos primero la colaboración y el mercado.
Europa se enfrenta ahora con el hueso duro de roer: el sector del plástico…
Ya no hablamos de los residuos que se generan al producir, si no de los efectos sobre el medio ambiente de un material a lo largo de su ciclo de vida. Es un cambio de mentalidad. En los residuos generados por la producción se ha trabajado mucho y ahora nos queda enfrentarnos al segundo estadio, que es el producto y los materiales que lo componen. En este caso, el plástico. Se deberá ir revisando lo que se produce, cómo se comercializa y el uso que se le va a dar. Ahora nada es gratis, en el sentido de que cuando se detecta que hay un problema en el fin del uso de un producto, la sociedad demanda que se revise aquel sistema productivo, para que no genere residuos no reciclables. De ahí nacieron en su momento, los sistemas de responsabilidad ampliada del productor, para envases, vehículos o aparatos eléctricos y electrónicos, entre otros, que fueron los precursores de la economía circular. Con estos sistemas nos asegurábamos de que se recogían los residuos. Ahora nos hemos de asegurar de darles valor. Tenemos mucho trabajo por delante pero creo que la empresa es consciente y está muy bien orientada. Habrá que ver qué repercusión tendrá en los precios de los productos, qué estímulos se establecen, y cómo responde el consumidor a todo ello.
El problema de la linealidad del plástico se sabía desde hace mucho tiempo. ¿Qué opinas sobre que no se haya reaccionado antes?
Una cosa es lo que se puede percibir y otra, las razones objetivas y constataciones científicas que avalan las decisiones. En el terreno ambiental, las percepciones tienen mucho peso y no siempre están avaladas por razones objetivas. En primer lugar, si se habían hecho cosas antes. Por ejemplo, en el terreno de los envases domésticos, ya en el año 1994, una Directiva comunitaria establecía la obligatoriedad de reciclarlos, incluidos los de plástico. Por su parte, los envases industriales, muchos de ellos bidones de plástico, ya se habían organizado para recuperar los flujos de envases usados, reacondicionarlos y ponerlos en el mercado de nuevo, en un sistema empresarialmente exitoso que todavía funciona. Otro ejemplo es el caso de las bolsas de plástico. Precisamente impulsé en 2009 el acuerdo voluntario en Cataluña con el tripartito, que después se hizo extensivo a otras partes de España, para reducir las bolsas en los comercios. Se trataba de un acuerdo voluntario entre los fabricantes y todos los formatos comerciales para la reducción de bolsas de un solo uso. Los resultados fueron un éxito, especialmente entre los grandes y medianos formatos comerciales. La resistencia de los micro-comercios a reducir las bolsas que daban a sus clientes, debido a su escaso poder de mercado, obligaron hace escasos meses a la prohibición de su entrega gratuita. Sigue habiendo bolsas porque las seguimos necesitando. Pero ahora las pagamos y son reutilizables o biodegradables. En cualquier caso, el plástico sigue siendo un material elegible y con muchas propiedades que lo hacen imprescindible para algunos usos, y ello ha dilatado la adopción de más medidas en este sentido.
¿El problema es el plástico como material o su escasa circularidad?
No se trata de eliminar el plástico. Tiene unas prestaciones que lo hacen muy útil para algunos usos. La demonización de los materiales porque sí, además de ser innecesaria es estéril. El plástico para uso quirúrgico, por ejemplo, ha resuelto muchos problemas que otros materiales no han podido. Si el plástico, como material en determinados usos, no puede reciclarse, quizás tengamos que pensar en bioplásticos, o investigar más en su reciclado, pero no renunciar a un material porque sí. El ecodiseño tendrá una gran importancia en este campo. El enfoque de la Comisión Europea es positivo en el sentido de que no destierra su uso, aunque llama la atención para que nos planteemos para qué lo usamos y qué consecuencias ambientales tiene cada opción. Es ahí donde tenemos que apelar a la inteligencia colectiva y a la ingeniería de materiales. Es imprescindible desarrollar herramientas que nos permitan medir y decidir sin ideologías porque el componente de I+D cada vez será más decisivo. La innovación y la cooperación entre agentes serán muy importantes.
¿Cual es el rol de Fomento en este panorama?
Fomento, en tanto que organización empresarial, lo primero que debe hacer es que las políticas públicas se adecúen a lo que la empresa puede asumir. A menudo ese ejercicio supone una tensión razonable entre los objetivos deseados por el regulador, las exigencias de la sociedad, y lo que la empresa puede invertir en este momento. Nuestro primer rol es acompañar suavemente en las tres direcciones. Es decir, al mundo empresarial y a la propia administración para que todo encaje, además de dar a conocer la realidad empresarial a la sociedad, cuando es necesario. De la mano de nuestras empresas, nos corresponde hacer el seguimiento de las propuestas de regulación de cada gobierno y de las nuevas tendencias que la sociedad va marcando. Después viene un trabajo de selección y contraste para valorar hasta dónde se puede llegar y en qué plazo, cuánto cuesta y qué supone en términos de competitividad para cada empresa o sector. Conviene lograr ese equilibrio entre lo que se debe hacer y la “herida” que pueda suponer en términos de puestos de trabajo, de tejido empresarial, o de votos para el político. Lo deseable sería que la actividad económica se transforme, no que desaparezca. Y eso no siempre se entiende bien.