Así se recicla un móvil en desuso
Si consiguiésemos reunir un millón de teléfonos móviles podríamos acumular 24 kilos de oro, 16.000 de cobre, 350 de plata y 14 de paladio. Es, básicamente, la cantidad de recursos que los organismos encargados del reciclaje de estos terminales acaban recuperando y devolviendo al ciclo de producción, evitando de esta forma extraer nuevos suministros y dañar al medio ambiente.
En nuestro país, el Real Decreto 110/2015 de 20 de febrero de 2015, sobre aparatos eléctricos y electrónicos y la gestión de residuos, establece que los productores de estos dispositivos están obligados a adoptar las medidas necesarias para que los residuos de sus productos sean recogidos de forma selectiva y tengan una correcta gestión ambiental, a financiar los costes de dicha gestión y a inscribirse en el Registro Nacional de Productos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (REI-RAEE).
Por eso, todos los fabricantes están obligados a recoger tu viejo terminal cuando decides comprarte uno nuevo, ya vayas a una de sus tiendas o a cualquier de sus distribuidores. Muchos de ellos se reacondicionan y se vuelven a vender en los mercados de segunda mano, pero otros acaban en las plantas de reciclaje (donde también pueden llevarlos los particulares).
Pese a todo, y aunque muchos fabricantes ofrecen incentivos económicos para garantizar la recogida de viejos terminales, lo cierto es que los teléfonos móviles no se reciclan tanto como otros dispositivos, en parte por miedo a qué se pueda hacer con los datos grabados. Sin embargo, es importante reciclar los viejos 'smartphones' por los beneficios medioambientales y económicos que conlleva este simple gesto.
A simple vista, un teléfono es una gran pantalla de cristal, recubierta de plástico o aluminio, con muchos componentes electrónicos en su interior. Pero lo cierto es que, cuando se analiza, un móvil está compuesto de diversos componentes. Dentro de ellos hay metales preciosos y semipreciosos como oro, platino y paladio, una variedad de los cuales pueden reciclarse para formar componentes enchapados y contactos eléctricos de bajo voltaje.
El paladio, en concreto, tiene un papel clave en la tecnología utilizada para las pilas de combustible. El metal también se puede extraer de las baterías. El zinc también se encuentra en los terminales y se utiliza para revestir el acero, aunque también se puede mezclar con cobre para hacer latón. Los barcos y submarinos, por ejemplo, utilizan bloques de zinc para detener la formación de óxido.
En cuanto al plástico, también presente, puede puede granularse y reformularse para su uso en molduras. Otros componentes valiosos son los dispositivos de memoria flash que se pueden recuperar y degradar. Y como piezas útiles que se pueden reutilizar hay que contar: antenas, conectores de batería, PCB (placas de circuito impreso), conectores que incluyen contactos de borde recubiertos de oro en PCB, IC (circuitos integrados), teclados, pantallas LCD, lentes, micrófonos, carcasas de teléfonos, tornillos, conjuntos de tarjetas SIM y altavoces.
En nuestro país, hay varios organismos que se dedican al reciclaje de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE), como Recyclia o la Fundación Ecolec. «Los RAEE se llevan hasta plantas de reciclado específicas y, en primer lugar, se clasifican los residuos y se extraen todos aquellos componentes peligrosos (aceites y gases en el caso de un frigorífico y la batería en el caso de un móvil)», explica Rafael Serrano, director de Relaciones Institucionales, Márketing y Comunicación de la Fundación ECOLEC.
«Después de ese primer paso de clasificación y descontaminación, se fragmentan los residuos y se separan los diferentes materiales: metales férricos de no férricos, plásticos, etc. Una vez separados los diferentes materiales, ya se pueden volver a introducir en el ciclo productivo», concluye. Y de ahí, de nuevo a nuestras manos.
Dentro de Recycla se encuentra la iniciativa Tragamovil, que no solo se dedica al reciclaje de estos dispositivos, sino a promover la concienciación sobre su importancia, ya que, tal y como reconoce, en el caso de los teléfonos móviles, tablets, ordenadores y otros pequeños aparatos de tecnología de la información existen muchos factores que desalientan el reciclaje en la ciudadanía, incluida la seguridad de los datos, el valor del producto, los puntos de retorno difíciles de alcanzar y la incertidumbre sobre el reciclaje adecuado, entre otros.
Cuando decidimos entregar un viejo terminal en los centros de reciclaje, en las tiendas o en los sitios habilitados para ello, se inicia un proceso que acabará con el desmontaje del teléfono y al recuperación de aquellas partes útiles. En un primer paso, al terminal se le quitan las baterías, que suelen seguir su propio curso de reciclaje. Después de esto, los recicladores comienzan a triturar los teléfonos móviles y, una vez destrozados, se meten en unos hornos especiales que los calientan a unas temperaturas que pueden llegar a los 1.100 grados.
Luego se lleva a una planta de reprocesamiento donde se trituran en trozos pequeños. Una vez triturado, y mediante unos imanes, se eliminan los metales ferrosos, como el acero, mientras que otros metales no metálicos se eliminan mediante el uso de corrientes electrónicas. Por su parte, el plástico se clasifica en tipos mediante varios métodos, pero que se granulan y se transforman en otros materiales.
Cuando los teléfonos móviles triturados se calientan a tan alta temperatura, los recicladores procesan el resultado del teléfono móvil utilizando algunos productos químicos potentes. Esto a menudo da como resultado la reducción de los teléfonos móviles al polvo, que se suele llevar a la fundición. Después de retirar estos diferentes materiales, los fabricantes los transportan a sus diferentes departamentos. Aquí se utilizan para hacer diferentes cosas para su reutilización. Si se utilizan para hacer objetos que entrarán en contacto con comestibles, primero se desintoxican. De esta forma se asegura que no sea un riesgo para la salud humana.
[Este contenido procede de Las Provincias. Lee el original aquí]