Economía circular sostenible, una prioridad para la recuperación post-COVID
La economía circular se ha introducido con fuerza en las actuales políticas de muchos países, especialmente en la Unión Europea donde está tomando un importante protagonismo para abordar la gran transición hacia la sostenibilidad global. Y a raíz de la pandemia de la COVID-19, la economía de ciclos cerrados se torna todavía más relevante para potenciar el Pacto Verde Europeo, considerado como la hoja de ruta para diseñar estratégicamente los planes de recuperación y resiliencia de los sistemas sociales y naturales.
En España, como en el resto de Europa, la transición ecológica pasa prioritariamente por integrar una “circularidad sostenible” en el metabolismo del sistema socioeconómico. Una gestión regenerativa del ciclo de recursos-residuos es vital para mejorar la competitividad, crear nuevos empleos locales, lograr una mayor independencia de materias primas, mientras que, a la vez, se puede conseguir la minimización de los impactos ambientales-climáticos.
Sin embargo, hay grandes retos que afrontar para lograr un cambio transformador y modernizador del actual modelo económico. La forma en que las sociedades modernas vienen satisfaciendo tradicionalmente sus necesidades (alimentación, energía, movilidad, comunicación, ocio, servicios, infraestructuras y vivienda), se han basado en modos productivistas y consumistas propios de una “economía lineal” de ciclo abierto en una secuencia continua de “extraer-fabricar-consumir-eliminar”. Estos procesos, dentro de una lógica desarrollista basada en el crecimiento continuo, conducen inevitablemente al agotamiento del capital natural del planeta.
La “idea-fuerza” de una economía cíclica es redefinir un sistema económico que sea esencialmente regenerativo a base de mantener los productos, componentes y materiales en su nivel más alto de utilidad y valor, bajo el principio de eliminar el despilfarro y no destruir innecesariamente los recursos del capital natural y, especialmente, la pérdida de biodiversidad.
El nuevo modelo cíclico es mucho más ambicioso que un prototipo de uso eficiente de los recursos, con una minimización de los desechos y de las emisiones nocivas, en base a una simple economía del “súper-reciclado”, ampliando las clásicas y famosas tres “R´s” (reducir, reutilizar, reciclar) con una “R-Tipología” extendida (rechazar, repensar, reparar, renovar, remanufacturar, readaptar, recuperar).
Además, los procesos de reciclado están sometidos a límites insalvables. La circularidad no puede ser completa porque los procesos económicos reales derivan en un “bucle espiral-helicoidal” de degradación permanente por disipación de los materiales de muchas sustancias empleadas en los procesos productivos a través de su uso. No todo se puede reciclar porque existen límites termodinámicos y económicos, y siempre quedarán residuos irreciclables. Cada vez que hacemos algo, perdemos irreversiblemente una parte. Llegar a una recuperación total es imposible y la dependencia de los recursos naturales es inevitable. Por eso, en realidad, deberíamos habla mejor de una Economía Circular-Espiral.
Los desafíos son grandes, al igual que las oportunidades. La transición a una economía de metabolismo cerrado también exige una profunda renovación del tejido empresarial mediante la introducción de cambios en todas las cadenas de valor, incluyendo el ecodiseño de los productos, nuevos modelos de gestión y de mercado, renovados modos de conversión de los residuos en activos valiosos y, especialmente, la readaptación de modelos de negocio en relación a los modos de consumo y estilos de vida sostenibles.
[Esta noticia fue publicada originalmente en El Ágora. Lee el original aquí]