El análisis del ciclo de vida, una metodología necesaria en el envasado de la industria alimentaria
Cerca de 450 científicos y expertos de 22 países se han encontrado en el VIII Congreso Mundial sobre Análisis del Ciclo de Vida (ACV) en el sector agroalimentario, en Saint-Malo (Francia) del 2 al 4 de octubre, con el objetivo de estudiar cómo la aplicación de medidas de ecodiseño y comunicación ambiental en el sector agroalimentario puede contribuir a favorecer la sostenibilidad ambiental, económica y social. Al término del evento, una de las principales conclusiones es la necesidad de buscar sistemas sostenibles de envasado en la industria alimentaria.
El Congreso ha puesto de manifiesto cómo la explosión del consumo en las últimas décadas, vinculada al crecimiento de la población y a un estilo de vida más frenético e individualista, que lleva al consumo de unidades individuales, junto a la tendencia al usar y tirar, se ha traducido en un aumento significativo en la cantidad de residuos generados por envases y embalajes. De todos los residuos municipales producidos en la Unión Europea (Eurostat 2011), el 35% correspondieron a envases. Las estadísticas confirman que más de un 30% de los alimentos se tiran sin haberlos consumido. El envase de los alimentos es clave para minimizar impactos.
El ACV es la metodología objetiva y consensuada internacionalmente para evaluar ambientalmente un producto o un servicio a lo largo de toda la cadena del producto (desde las materias primas a la gestión del residuo) y considerando diversos indicadores ambientales, entre otros, la huella de carbono (la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por un individuo, organización, evento o producto) y la huella hídrica (el volumen total del agua que se utiliza para producir determinados bienes).
Su importancia es tal que el Ciclo de Vida de Naciones Unidas (UNEP/SETAC Life Cycle Initiative) ha puesto en funcionamiento el proyecto “Valor de la perspectiva del ciclo de vida en los envases de alimentación y bebidas: lecciones aprendidas tras 20 años de ACV”, una investigación con la cual pretende demostrar que “los resultados de los ACV son útiles para que quienes hayan de decidir sobre qué tipo de envases promover y en qué circunstancias, en gobiernos o empresas, lo puedan hacer con mayor conocimiento sobre sus efectos ambientales, económicos y sociales”.
El Congreso ha puesto de manifiesto cómo la explosión del consumo en las últimas décadas, vinculada al crecimiento de la población y a un estilo de vida más frenético e individualista, que lleva al consumo de unidades individuales, junto a la tendencia al usar y tirar, se ha traducido en un aumento significativo en la cantidad de residuos generados por envases y embalajes. De todos los residuos municipales producidos en la Unión Europea (Eurostat 2011), el 35% correspondieron a envases. Las estadísticas confirman que más de un 30% de los alimentos se tiran sin haberlos consumido. El envase de los alimentos es clave para minimizar impactos.
El ACV es la metodología objetiva y consensuada internacionalmente para evaluar ambientalmente un producto o un servicio a lo largo de toda la cadena del producto (desde las materias primas a la gestión del residuo) y considerando diversos indicadores ambientales, entre otros, la huella de carbono (la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por un individuo, organización, evento o producto) y la huella hídrica (el volumen total del agua que se utiliza para producir determinados bienes).
Su importancia es tal que el Ciclo de Vida de Naciones Unidas (UNEP/SETAC Life Cycle Initiative) ha puesto en funcionamiento el proyecto “Valor de la perspectiva del ciclo de vida en los envases de alimentación y bebidas: lecciones aprendidas tras 20 años de ACV”, una investigación con la cual pretende demostrar que “los resultados de los ACV son útiles para que quienes hayan de decidir sobre qué tipo de envases promover y en qué circunstancias, en gobiernos o empresas, lo puedan hacer con mayor conocimiento sobre sus efectos ambientales, económicos y sociales”.
Ihobe
Saint-Malo, Francia