La patria del vodka Absolut cambia los combustibles fósiles por energía obtenida de residuos
Hace una década, la ciudad sueca de Kristianstad se comprometió a dejar de depender de los combustibles fósiles. Lo que en aquel momento no eran más que buenas intenciones, se han convertido en hechos comprobados a día de hoy: la ciudad y sus alrededores, con una población de 80.000 habitantes sobreviven cómodamente sin usar petróleo, gas natural o carbón para calentar sus hogares y empresas, incluso durante el largo invierno.
Curiosamente la ciudad, conocida a nivel mundial como el lugar donde se elabora el vodka Absolut, no ha cambiado los combustibles tradicionales por molinos de viento o paneles solares. Como corresponde a una región cuya economía principal viene de los procesos de transformación de alimentos y bebidas, la energía proviene de un variado surtido de residuos de estos procesos, como pueden ser mondas de patata, estiércol, aceite de cocina usado o intestinos de cerdo.
Todos estos residuos se llevan a una planta a las afueras que utiliza un proceso biológico para transformarlos en metano, un biogás de alto poder energético. Este gas se quema para generar calor y electricidad o se refina como combustible para automóviles. También se recupera gas de un vertedero local, de residuos de la industria maderera y de restos de podas de árboles. Mediante el aprovechamiento del biogás, este área en el sur de Suecia ha conseguido reducir las emisiones de dióxido de carbono en una cuarta parte durante esta última década.
"El gas es una fuente de energía mucho más segura: evita comprar petróleo y crea puestos de trabajo en el sector energético local", afirma Lennart Erfors, ingeniero supervisor de la transición energética de la ciudad.
Tanto el gas natural como el biogás crean emisiones cuando se queman, en una cantidad inferior a las del carbón y el petróleo. A diferencia del gas natural, el biogás se considera una fuente de energía renovable: se obtiene a partir de residuos orgánicos que, en muchos casos, se descomponen en campos agrícolas o en vertederos, liberando metano a la atmósfera lo que contribuye al calentamiento global.
Los costes para dotar a la ciudad de un sistema de calefacción por biomasa centralizado han sido considerables. Aproximadamente 110 millones de euros, incluyendo la construcción de una planta de incineración nuevoa tendido de redes de tuberías, sustitución de calderas e instalación de generadores. No obstante, el gobierno local dice que el retorno de inversión empieza a ser significativo: la ciudad gasta cerca de 2,5 millones de euros anuales para calentar sus edificios municipales en vez de los 5,3 millones que gastaría si todavía dependiese del petróleo y la electricidad. Por otra parte, los vehículos, autobuses y camiones municipales se alimentan de biogás, evitando la compra de aproximadamente dos millones de litros de combustible anuales.