La sociedad civil se organiza para dar una segunda vida a los desechos de Paraguay
En Paraguay no se recicla en origen. Menos del 1% de los hogares lo hace. Falta educación ambiental y apenas hay contenedores diferenciados. Tampoco existen instalaciones oficiales para separar los residuos de manera organizada. La recogida no llega a todas las zonas o lo hace con poca frecuencia y la basura acaba quemada, enterrada, en descampados o en cauces de los muchos ríos paraguayos. En el mejor de los casos, llega a un vertedero oficial, donde las manos de miles de personas que trabajan informalmente la diseccionan en busca de los preciados materiales reciclables que venderán para ganarse el pan. Son los llamados gancheros, el eslabón más bajo de la cadena del reciclaje paraguayo. Según los datos de la Fundación Moisés Bertoni, de las 111.000 personas que se dedican al sector de la recuperación de residuos en Paraguay, 100.000 son recicladores de base y gancheros. Ambos consiguen los materiales reciclables y se los venden por poco dinero a empresas recuperadoras, intermediarios y centros de reciclaje.
Dominga Céspedes tiene 64 años y es ganchera desde hace más de dos décadas en Cateura, el basurero de Asunción, el mayor de Paraguay. Cada mañana trepa por la montaña de basura frente a su casa con las manos enguantadas para hurgar entre los desperdicios de otros. “Me gusta mi trabajo, aunque es durísimo porque hace mucho calor desde las ocho de la mañana. Trabajamos con sol, lluvia y barro”. Es lideresa de la Asociación de Trabajadores del Vertedero Municipal (ASOTRAVERMU), una de las tres principales organizaciones de gancheros de la zona, junto a Cosigapar y Sigren. “En total, somos más de 500 personas asociadas, mujeres y hombres a partir de 18 años. Tenemos reglamento y estatuto, para no matarnos por un material. Si alguien tiene mal comportamiento se le suspende por unos días”, explica. Cateura está en el cinturón de miseria que rodea Asunción, en el Bañado Sur, donde, como Céspedes, viven miles de personas empobrecidas que subsisten con empleos irregulares y precarios. El basurero ganó fama internacional gracias a la reconocida orquesta cateura, de instrumentos fabricados a partir de deshechos en la que tocan los hijos de quienes viven a duras penas escudriñando la basura. Se inauguró en 1985, y ha alcanzado el máximo de su capacidad. Desde 2020 funciona como Planta de Transferencia, un punto intermedio donde separar los residuos valiosos antes de llevar el resto al lugar definitivo para su desecho, en la municipalidad cercana Villa Hayes.
Cateura acumula desastres ambientales, como el incendio de septiembre de 2020, cuando una enorme nube de humo tóxico afectó a toda la ciudad. Desde finales de los noventa existen proyectos municipales para cerrar el vertedero y recuperar medioambientalmente la zona. Pero centenares de personas que subsisten gracias a estar rodeados de basura temen perder su fuente de ingresos. “En el Bañado Sur vivimos de reciclar y espero que nunca se acabe”, dice Céspedes, que pide más apoyo institucional: “Queremos que nuestro trabajo se dignifique y que el Gobierno nos ayude. Nos gustaría que pongan una planta recicladora y trabajar como cooperativa, recoger la basura que las personas separen desde casa”, afirma. Lo que más preocupa a los gancheros últimamente es el contrabando internacional de materiales reciclados que desploma los precios. “Traen materiales reciclados de países como Argentina para vender más barato a las empresas y eso nos afecta. En los últimos años, he pasado de ganar cerca de un millón de guaraníes -127 euros- a la semana, a ganar unos 400 guaraníes -50 euros-”, reclama Céspedes.
Cateura está muy cerca del río Paraguay, en una zona inundable. “Se instaló allí nada más y nada menos que por recomendación del Banco Mundial, pero es muy peligroso”, sostiene David Cardozo, licenciado en Ciencias Ambientales, profesor de paisajismo en la escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y Director General de Gestión Ambiental de la Municipalidad de Asunción hasta 2020. “Hay riesgo de fuga y es altamente inflamable, por el tipo de residuos y por los gases concentrados bajo el suelo. No debemos ocupar el territorio del agua, ni con asentamientos humanos y mucho menos con un relleno sanitario”. Reconoce que, aunque Paraguay cuenta con una robusta Ley de Gestión integral de los residuos sólidos desde 2009, falta control y no se cumple.
Mucha basura acaba en cualquier lugar y sin el tratamiento adecuado. La mala disposición de los residuos está asociada a varios problemas urbanos. Por ejemplo, en los arroyos llenos de basura, el agua estancada hospeda a mosquitos que transmiten enfermedades tropicales. Paraguay ha sufrido recientemente varias epidemias de dengue y la de chikunguña de 2023 ha sido la mayor del país. Además, cuando llueve, el raudal arrastra la basura y tapa los desagües pluviales. “Primero destruimos nuestros cauces hídricos naturales y pavimentamos toda la ciudad, y luego los taponamos con basura. Eso genera muchas inundaciones”, explica Cardozo, que sostiene que hay que pensar las ciudades teniendo en cuenta el medioambiente. Cita el concepto de biodiverciudades, promovido por CAF-Banco de Desarrollo de América Latina . Ciudades que incorporan la biodiversidad local y regional en su planificación para restaurar el equilibrio entre la gestión urbana y la naturaleza.
Aunque Cardozo es de los que piensa que lo mejor que podemos hacer para combatir el aumento de la basura mundial es reducir el consumo y preferiría confiar en instituciones públicas antes que en lo que cree que son posibles falsas soluciones, es consciente de la realidad paraguaya y celebra que recientemente hayan aparecido varias iniciativas de reciclaje y economía circular. “Basura que no es basura”, lo llama.
“En la mano equivocada, los materiales son basura, en las correctas son recursos”, afirma Mauricio Solalinde, ingeniero civil y gerente de Economía Circular de la Fundación Moises Bertoni, que se dedica al desarrollo sostenible hace 32 años. “Ante la inacción y el vacío de la política pública paraguaya, el sector privado se moviliza”, explica. En 2021, lanzaron la iniciativa Mi barrio sin residuos, que promueve el reciclaje en Asunción. “En Paraguay existen otras iniciativas de economía circular de los residuos como Latitud R o Soluciones Ecológicas, pero este es el mayor proyecto de recuperación de residuos del país, por volumen de inversión, resultados y presencia”, sostiene. Según los datos de la Fundación Moisés Bertoni, en 2022 recuperaron más de 4.000 toneladas de materiales, llegaron a 400 hogares, 100 empresas y 20 recicladores con los que se puede contactar a través de Whatsapp para solicitar un servicio de recolección a domicilio. La meta de 2023 es llegar a más de 500 hogares, 150 empresas, aumentar el número de recicladores y recuperar 10.000 toneladas de materiales como plástico, metal, papel y vidrio.
Lo primero que hicieron para entrar en el ecosistema del reciclaje es tener claro el panorama nacional. “En Paraguay faltan datos y los que hay, están obsoletos. El Ministerio de Ambiente hace un estudio cada 10 años en uno de los 263 municipios”, argumenta Solalinde. Dice que la institucionalidad de la Fundación Moisés Bertoni les permitió obtener datos directamente de las organizaciones privadas bajo un acuerdo de confidencialidad y, tras analizarlos, en 2022 empezaron a desarrollar política pública como grupo impulsor de economía circular en Paraguay. “Sentamos a los ministerios de Industria, Comercio y Ambiente, y nosotros coordinamos un espacio multisectorial con instituciones públicas, sector privado productivo y sociedad civil. Trabajamos en cuatro ejes estratégicos: producción sostenible, consumo responsable, reciclaje inclusivo y política pública”, concluye.
Cuentan con el respaldo del Gobierno paraguayo, Naciones Unidas y el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), pero la correcta gestión de la basura no es sólo una cuestión social y medioambiental, también genera mucho dinero. Empresas como Coca Cola, Nestlé o Tetra Pak están detrás de la iniciativa Mi barrio sin residuos, que explica que funciona gracias a la economía de mercado. A las grandes empresas les interesa invertir para recuperar la preciada materia prima que se esconde en las bolsas de basura.
[Este contenido ha sido reelaborado a partir de El País. Lee el original aquí]