Madrid se queda sin espacio para tanta basura
Las viviendas madrileñas generan más de 2,7 millones de toneladas de basura al año. El aumento de población multiplicará esa cifra en los próximos años. Y no hay sitio para enterrar tanta basura. La mancomunidad del Noroeste acaba de votar la apertura de un sexto vaso para verter los desperdicios y prorrogar la vida del vertedero de Colmenar Viejo, lo que ha provocado protestas vecinales. La mancomunidad del Sur ya trabaja en un plan para extender el uso del vertedero de Pinto, que ahora mismo duraría hasta 2021, modernizando sus instalaciones. Y la mancomunidad del Este negocia contrarreloj para evitar un problema de salud pública: cuando el vertedero de Alcalá cierre, en la primavera de 2019, no estará listo el de Loeches, donde las obras para construir un nuevo vertedero cubierto y con planta de tratamiento no concluirán hasta el otoño de 2020. Mientras las administraciones discuten a dónde llevar la basura durante ese periodo intermedio, discutiendo sobre si debe ser a Valdemingómez, a Pinto, o a ambos, el paso del tiempo actúa como la cuenta atrás que activa la explosión de una bomba de relojería. De hecho, la Comunidad ya ha amenazado con aplicar la ley para obligar a alguna de las partes a asumir esos desperdicios y evitar un problema de salud pública.
“Crisis como la que se está produciendo se deben evitar con una correcta planificación, por parte de la Comunidad y del resto de administraciones, porque las mancomunidades por sí solas no pueden gestionar el problema de los residuos”, explica Javier Rodríguez Palacios, alcalde de Alcalá (PSOE) y presidente de la mancomunidad del Este. “El futuro de la gestión de residuos tiene que llegar al residuo cero, lo que exige instalaciones acordes y una actuación en cada domicilio, cada calle y cada municipio en la separación previa”, argumenta. “Eso es a medio plazo”, añade, “a corto, es evidente que se avanza con plantas como la de Loeches, que permite recuperar mucho más de lo que se recuperaba vertiendo al aire libre y tiene un impacto ambiental mucho menor, con los olores, el vuelo del plástico… Es un cambio tecnológico”. “Nosotros no tenemos un problema de terrenos, pero tenemos que aprovechar la innovación, la tecnología y la economía circular para evitar el vertedero y afrontar el futuro con plantas y procesos que permitan otro tipo de reducción de los desperdicios”, continúa José de la Uz, alcalde de Las Rozas (PP) y presidente de la mancomunidad del Sur.
Arcos de plasma que volatilizan los residuos. Plantas de biometanización que convierten la basura orgánica en gas. Naves donde el aire circula artificialmente para evitar que el olor de los desperdicios trascienda al exterior. Tratamientos que absorben el contenido de las pilas, que transforman los desechos en material reutilizable y que empaquetan lo que no es reciclable para enterrarlo encapsulado y evitar filtraciones y malos olores. Ese es el futuro, al que las mancomunidades accederán modernizando sus plantas de hoy (un agujero al que se echa la basura para taparlo con tierra) gracias a que la Comunidad les financiará el 50% de la inversión. Sin embargo, para eso faltan años. Y los vecinos sufren el presente, por ejemplo, en Alcalá de Henares.
“No está permitido por la legislación europea que haya población a menos de 1.000 metros del vertedero. A unos 200 metros hay un centro de artesanía donde hay parados, discapacitados y un taller de teatro para niños. Al lado, hay un parque natural donde se hacen excursiones habitualmente al aire libre. También hay un instituto, el Ateneo, que está a 500 metros”, cuenta Julio Muñoz, de 67 años, vecino de la localidad desde 1993. “Y ahí”, señala hacia los primeros edificios que se ven de la ciudad desde el cementerio, “hay un barrio que se construyó al mismo tiempo que el vertedero. Pero claro, hace 35 años el vertedero era pequeñito, se diseñó todo al mismo tiempo, y se cumplía la ley de los 1.000 metros. Pero la basura ha crecido en esa dirección y está ahora a 800 metros”, explica.
En Loeches, en la carretera de Torrejón, las máquinas ya funcionan a todo trapo desde hace un mes para allanar el terreno y prepararlo para la construcción del nuevo macrovertedero. La zona está vallada y un cartel de Ecomesa, una filial de FCC, anuncia los trabajos que se están realizando a dos kilómetros del municipio, de unos 8.500 habitantes. Lo primero: este es un proyecto de la mancomunidad del Este, que desde 2008 busca alternativas al vertedero de Alcalá. Loeches votó en contra”, recuerda el alcalde de la localidad, Antonio Notario, del PP, que se encontró con el plan en marcha cuando su partido sustituyó en el gobierno al PSOE. “Yo estoy en contra de que la instalación se haga en Loeches. Hemos dado todos los pasos judiciales para intentar paralizarlo, sin éxito. Y ahora no se pueden negar las licencias si cumplen las normas”, sigue. “Los camiones no van a llegar y verter su basura en el suelo, lo harán en naves cerradas en depresión, con circulación interna del aire para que no salga el olor fuera, y allí se hará una separación de la materia orgánica del resto de deshechos”, describe. “El 50% de lo que llegue será reutilizable, y se volverá a introducir en el circuito industrial. El resto se va a depositar en unas celdas de residuos, plastificado, envuelto en balas, para aprovechar el espacio y que no desprenda olores ni genere filtrados”, añade. Y recalca: “Yo no quiero el vertedero, pero es un paso adelante en la gestión de residuos si se compara con lo que hay en Alcalá”.
Nadie quiere los vertederos de hoy. Izquierdo, el consejero de Medio Ambiente, asegura que todos los municipios querrán alojar los de mañana, porque generarán trabajo cualificado e ingresos a través de tasas. Hasta entonces, Madrid tienen un problema: la basura de seis millones de habitantes empieza a ahogar a la región, y ningún alcalde quiere que su municipio la digiera.