Puntos importantes en la gestión de Residuos eléctricos y electrónicos
El pasado 20 de febrero por fin se aprobó el nuevo Real Decreto de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEEs). Desde el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente llevaban más de un año y medio trabajando en el texto, junto a todos los sectores afectados. Este Real Decreto transpone una Directiva Europea, aprobada en 2012, que modificaba la anterior.
La última legislación al respecto, exigía un porcentaje de reciclaje de residuos eléctricos y electrónicos de 4Kg por persona y año (menos de un 25% del total de residuos generados). A pesar de lo baja que es esta cifra, en España no solo estábamos lejos de alcanzarla, sino que además no sabíamos qué pasaba realmente con nuestros residuos eléctricos y electrónicos, debido a una gestión muy descontrolada.
Este tipo de residuos presenta varias singularidades, la principal es la diversidad de materiales que componen estos productos. Teniendo en cuenta que esta ley afecta a lavadoras, televisiones, móviles, ordenadores, etc., podemos hacernos una idea de la tipología de los materiales. Desde materias primas sencillas y fácilmente reciclables, como plásticos y metales comunes (cobre, estaño, acero), hasta tierras raras o metales preciosos (oro, plata), y productos tóxicos y peligrosos como cadmio, mercurio y plomo. Además, los propios aparatos son muy diferentes, por lo que tanto la recogida como la gestión tienen que tener en cuenta todas estas características.
Por otro lado, estos productos son el ejemplo perfecto de la obsolescencia programada y percibida. Los electrodomésticos de línea blanca (lavadoras, neveras, lavavajillas) están fabricados para que cada vez duren menos años, y que resulte más complicado repararlos (obsolescencia programada). Y los fabricantes de aparatos electrónicos tratan de que nos cansemos de ellos pronto o queramos uno mejor (obsolescencia percibida). De esta forma tienen más posibilidades de incrementar sus ventas, sin medir las consecuencias sociales ni ambientales.
Ante esta situación, la generación de residuos electrónicos y eléctricos no ha dejado de aumentar en los últimos años (de hecho, es uno de los flujos de residuos que no se ha visto reducido con la crisis económica, tal y como indicó el Secretario de Estado de Medio Ambiente en la presentación del Real Decreto), y representa un gran reto para nuestros gobernantes, si quieren asegurar una adecuada protección del medio ambiente, la salud, y la conservación de recursos naturales.
Existirá la obligación por parte de los fabricantes de fabricar productos duraderos, reparables y que faciliten su preparación para la reutilización. Suena bien, pero el reto será asegurar el cumplimiento de esta premisa.
A su vez se incluirá un porcentaje de Preparación para la Reutilización de determinados residuos, esto significa que la recogida de los residuos deberá permitir la preparación para la reutilización de un porcentaje de los mismos. Los porcentajes, todavía escasos serán del 2% para línea blanca y 3% para residuos electrónicos en 2017, que se aumentarán un punto cada uno para 2020.
Otros aspectos positivos de la normativa es el incremento de los porcentajes de reciclaje, hasta un 65% en 2019. El traslado de aparatos eléctricos y electrónicos de segunda mano a países del Sur podrá ser sancionando, y es que hasta la fecha se han trasladado grandes cantidades de residuos a modo de aparatos en donación, afectando en gran medida el entorno y la salud de las personas de estos países.
Otro punto a destacar es que se facilitará a la ciudadanía el depósito de estos residuos, con la obligación a los distribuidores de aceptar un residuo similar al aparato que hayan vendido, además de la recogida de pequeños residuos sin obligación de compra de un producto nuevo a los distribuidores con más de 400 metros cuadrados de superficie. Aunque tímidos, se han dado pequeños pasos hacia la economía circular más allá del reciclaje.