Un estudio afirma que la escasez de agua en el mundo se afronta con el reciclaje de las aguas residuales
En una revisión publicada en Science, los autores explican tres métodos fundamentales para resolver los problemas de escasez de agua en el mundo: tratar de sustituir agua válida para el consumo humano con otra de menor calidad para actividades en las que hacerlo no entrañe perjuicios; producir agua potable a partir de aguas residuales; y reducir las fugas y la cantidad de agua que se consume para servicios básicos.
El ejemplo citado para ilustrar el primer caso es el sistema de Hong Kong, donde desde hace 50 años se utiliza agua del mar para las cisternas de los baños del 80% de sus siete millones de habitantes. Este método constituye un ahorro para la ciudad del 20% en agua potable. Además, en el aeropuerto de la ciudad se ha instalado un sistema triple de distribución que utiliza agua dulce, agua del mar y agua empleada para lavar aviones y sacada de los fregaderos que ha sido tratada. Con ello se ha disminuido el uso de agua municipal en el aeropuerto en un 50%. En cuanto al uso de los hogares, los investigadores estiman que reciclar el agua empleada para bañarse, lavar la ropa o los platos y usarla en la cisterna del baño o para regar puede reducir a la mitad el consumo hídrico.
En el caso de las potencialidades de reciclar aguas residuales, los autores citan el ejemplo de la ciudad de Windhoek, en Namibia. Allí, desde finales de los 60, las aguas residuales que se producen con las tareas domésticas se han reciclado y añadido a la red de distribución de agua potable. Hasta el momento no se han registrado efectos negativos sobre la salud de los habitantes y los datos señalan que este proceso proporciona ahora mismo el 35% del agua potable que se utiliza en la ciudad africana.
Los investigadores californianos también explican que los trasvases reducen la cantidad de agua disponible en las cabeceras, tanto para la producción agraria como para los ecosistemas, y aseguran que transportar agua a grandes distancias necesita un importante gasto de energía y produce mucho CO2. A ello se le suma su vulnerabilidad a desastres naturales como los terremotos o a ataques terroristas. Por último, calcularon que la reutilización de las aguas residuales requería la mitad de energía que la desalinización para la misma cantidad de agua: entre 1.000 y 1.500 kWh por millón de litros para el reciclaje frente a 3.400 a 4.000 kWh para extraer la sal del agua marina.
Los expertos apuntan también a otros sistemas que necesitan aún menos energía para limpiar el agua, y que, sin convertirla en potable, permiten que se vuelva a emplear para el riego. Así, señalan las lagunas de estabilización, unos estanques en los que las aguas residuales se purifican mediante procesos físicos como la sedimentación, acudiendo a la ayuda de microbios o a la misma exposición al sol para remover patógenos, contaminantes orgánicos y nitrógeno. Utilizando un método de este tipo el ayuntamiento de Melbourne (Australia), que cuenta con el mayor sistema del mundo de lagunas de estabilización, es capaz de purificar agua empleando solo 500 kWh por cada millón de litros, menos aún que con las técnicas convencionales de depuración.
El último enfoque usado para mejorar la eficiencia en el uso del agua potable es la limitación de su uso, denominado “reducción” por los autores. Así, se señala el ejemplo de la ciudad brasileña de Florianópolis, en la que los responsables del sistema de distribución de agua comprobaron que, con solo reemplazar cisternas convencionales (las de un pulsador) por otras de bajo consumo (con dos pulsadores), el consumo municipal de agua disminuiría entre un 14% y un 28% y supondría un ahorro de energía de 4 GWh al año, una cantidad de electricidad suficiente para cubrir el consumo de mil hogares. Incluso, los científicos apuestan por la instalación de inodoros de compostaje, que no necesitan agua para deshacerse de los desechos del retrete, y que constituirían un ahorro aún mayor.
Otra de las medidas necesarias para mejorar el uso del agua potable es la mejora de las cañerías. Aunque en las mejores instalaciones las fugas solo llegan al 10% del agua transportada, en gran parte de los países en desarrollo, esa cifra supera el 50%. El Banco Mundial estima que si estas pérdidas se redujesen a la mitad, se ahorrarían 1.600 millones de dólares al año en conseguir el agua potable desperdiciada y 90 millones de personas más tendrían acceso a ella sin necesidad de construir nuevas instalaciones.
Los expertos internacionales concluyen, puest, que los cambios de actitudes del público son más efectivos que las mejoras en infraestructuras, básicamente porque el éxito de la introducción de mejoras para reciclar el agua o incrementar la eficiencia en su transporte necesita del apoyo del público. Con todo, reclaman a las autoridades legislativas que se obligue a optimizar las infraestructuras, como cañerías, cisternas de baños... y que se ponga el agua a un precio adecuado. Así, en el artículo se explica que un precio bajo conduce a un exceso de consumo y a un mal mantenimiento de las instalaciones que dificultan un uso sostenible de los recursos hídricos.
Vía Materia
Foto de laRuth (cc)
Irvine, California, Estados Unidos