Un informe de la OCDE analiza las políticas urbanas de recuperación impulsadas por la pandemia de COVID-19
Las ciudades del mundo deben adoptar estrategias de recuperación a largo plazo que las transforme en puntos urbanos inteligentes, verdes e inclusivas para hacer frente a la crisis desencadenada por la COVID-19. Esta es una de las conclusiones del informe Cities Policy Responses que acaba de publicar la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y que ha sido analizado por la Fundación Aquae, que trabaja con la institución en múltiples ámbitos desde 2017.
La pandemia y sus consecuencias están motivando que las ciudades del mundo se replanteen cómo ofrecen sus servicios, planifican su espacio y reanudan su crecimiento económico. Conceptos como “economía circular”, “Objetivos de Desarrollo Sostenible”, “urbanismo táctico” o “ciudad de los 15 minutos” (los servicios básicos como trabajo, sanidad, tiendas, cultura u ocio se localizan a menos de 15 minutos de nuestros hogares) son clave en este contexto, según este estudio de la OCDE donde se actualizan las respuestas locales para contener la propagación del virus, proteger a sus ciudadanos y reforzar sus economías.
Según explica Aziza Akhmouch, responsable de la División de Ciudades, Políticas Urbanas y Desarrollo Sostenible de la OCDE y miembro del Consejo de Estrategia de la Fundación Aquae, “hasta cierto punto, la ‘vida después de la COVID-19’ será la ‘vida con la COVID-19’, de ahí la necesidad de reconstruir las ciudades a largo plazo, basándose en un nuevo enfoque de los espacios urbanos que tenga más en cuenta las diferentes necesidades y los cambios en la movilidad y accesibilidad a los servicios”. Para Akhmouch, “esta crisis puede brindar una oportunidad única para que los habitantes urbanos y los planificadores urbanos reconsideren drásticamente, desde cero, su paradigma de consumo, producción y viajes”.
El informe destaca que las emisiones diarias de CO2 disminuyeron un 17% en todo el mundo a principios de abril, principalmente debido a la desaceleración de las actividades económicas por efecto del coronavirus. Según la Agencia Internacional de Energía, se prevé que a nivel mundial estas emisiones caigan un 8% en 2020, una reducción “poco significativa”, teniendo en cuenta que las recuperaciones económicas de las crisis económicas mundiales anteriores fueron seguidas por un gran aumento en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que anuló las reducciones a corto plazo.
Según la OCDE, sin una acción coordinada y sustantiva, la crisis de la COVID-19 pondrá en riesgo las inversiones bajas en carbono, fundamentalmente por dos motivos. Por un lado, la incertidumbre económica tiende a inducir a las empresas a reducir o posponer la actividad de inversión e innovación, muy importante para las inversiones en el sector energético. Por otro, los bajos precios de la energía de los combustibles fósiles brindan incentivos más débiles para la inversión en tecnología baja en carbono y de eficiencia energética en todas las etapas.
[Esta noticia fue publicada originalmente en El Ágora. Lee el original aquí]