Un mundo (empresarial) cambiante
El cambio constante es la nueva normalidad. El futuro está repleto de ellos: se comercializarán productos inexistentes hoy en día, servicios inimaginables, necesitaremos nuevas profesiones, algunos de los mercados más sólidos de hoy desaparecerán, tendremos que hacer frente a nuevos peligros medioambientales… Puede sonar apocalíptico, pero no lo es: el movimiento vertiginoso de nuestros tiempos y los avances tecnológicos casi diarios hace que estar preparados para la continua adaptación sea la única forma de vivir y hacer negocios.
Gran parte de estos giros vienen derivados de los cambios medioambientales, que todo lo influencian. Si cambia el planeta y sus necesidades, cambia la forma de vida y, con ella, la manera de trabajar del entorno corporativo. La clave está en hacer cuadrar los intereses del planeta con los de la empresa. Daremos unas pinceladas sobre los cambios más llamativos.
Crisis climática
Ya nadie (o casi nadie) duda del cambio climático causado directa o indirectamente por la actividad humana. El ser humano ha venido modificando su entorno para adaptarse a él y sacarle partido desde el principio de los tiempos. Pero desde la Revolución Industrial, la velocidad de consumo de las materias primas y energía, la contaminación y las montañas de residuos han sido inasumibles por nuestro planeta. Hoy en día podemos afirmar que el equilibrio se ha roto.
Una de las consecuencias de todo ello es la crisis climática, acompañada de fenómenos climáticos extremos que repercuten en pérdidas millonarias para las empresas. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) ya arrojó en 2017 datos que nos deben poner en alerta. En la Declaración sobre el Estado del Clima Mundial, se advierte de que más de 892.000 personas emigraron durante ese año por causas relacionadas con la sequía y toda esta población debe ser asimilada y sustentada por otros territorios.
Por su parte, la aseguradora Munich Re ha evaluado las pérdidas fruto de estos desastres climáticos y la cifra no deja lugar a dudas: unos 260.000 millones de euros solo en 2017. Mientras, por el efecto dominó de la economía, las compañías aseguradoras ya muestran abiertamente su preocupación por las primas a las que tendrán que hacer frente.
Fin de las energías fósiles
Cada vez contaremos con menos fuentes de energía fósiles, altamente contaminantes. Su suministro será más irregular, sus precios fluctuantes y la legislación acotará su empleo. El Acuerdo de París pone las bases para reducir el empleo de estas fuentes de energía (reducción del CO2) y marca el ritmo en el que se deben implementar el uso de energías limpias.
En la oferta de energías limpias destaca la eólica, la hidráulica, la solar y de biomasa. Según Eurostat, Austria, Suecia, Portugal, Dinamarca y Letonia son los que más han trabajado en este sentido.
Nuevas profesiones, y no siempre "humanas"
Ya hemos perdido la cuenta de qué revolución tecnológica estamos viviendo. ¿La cuarta? ¿la quinta? El ritmo del avance tecnológico es vertiginoso y ello influye directamente en el papel que jugarán los trabajadores. Ya en 2014 se señalaba que el 75% de las profesiones del futuro aún no existen o se están creando y la mayoría de ellas estarán relacionadas con las tecnologías de la información. Unos años después, hay que añadir que el papel de estas tecnologías implica que algunas máquinas acabarán desempeñando el trabajo que hasta ahora era tarea de humanos. En enero 2019 se presentó el Informe de la Comisión Global sobre el Futuro del Trabajo de la OIT en que se llamó a las empresas a hacer una transición responsable y asegurar el impacto social y ambiental positivo en la incorporación de los avances tecnológicos.
Tiempos para la transparencia empresarial
La empresa ya debe facilitar más información que la puramente financiera y esto incluye la datos sobre la sostenibilidad. Ésta es una de las demandas de los inversores y de los consumidores y forman parte de las recomendaciones de información sobre riesgos financieros relacionados con el cambio climático.
Es primordial entender que la empresa del futuro debe ser competente en sostenibilidad y la legislación se mueve en esta dirección. Se trata de un requerimiento global, que debe incorporar los famosos ASG (ambientales, sociales, y de buen gobierno). Sin duda, las compañías que olviden estos aspectos serán penalizadas en su valoración.
Se acabó el tiempo de usar y tirar
Y con él se terminará el uso del plástico tal y como lo conocemos. El daño medioambiental del uso indiscriminado de este material ha sido tal, que la legislación ha tomado cartas en el asunto limitando su empleo. Cada vez más empresas suprimen su uso y toman conciencia de que es una de las cuestiones más valora la opinión pública.
Dentro del planteamiento de limitar los desechos, el mundo industrial debe adoptar las medidas necesarias para que todos los productos sean diseñados en origen para ser reutilizados o reciclados. Se cierra así el círculo de la economía circular en la que no cabe el concepto de “basura sin valor”.