A vueltas con el tapón de plástico: ¿es unirlo al envase la solución?
De un tiempo a esta parte los tapones de plástico han adquirido un protagonismo inesperado. Han pasado de ser un objeto icónico sobre el que estampar la imagen de marca, a uno de los residuos más frecuentemente abandonados en la naturaleza. De ser objeto de deseo como portero en los equipos de fútbol de chapas, a la evidencia palpable del drama de la contaminación por plásticos. De la innovación en el envase de usar y tirar, a una molestia para el usuario de producto envasado.
Vamos al principio. O no tanto. Desde que se empezaron a hacer recogidas independientes de plásticos en la naturaleza el tapón apareció con un doble problema:
- Para los ecosistemas y la fauna como un objeto que acaba ingerido y causando daños en distintos grupos de animales.
- Para las marcas vieron que este soporte, históricamente utilizado para imprimir su logotipo, se convertía en un delator de su responsabilidad en la contaminación por plástico.
Adicionalmente tenemos otra variable. El tapón de plástico, en la inmensa mayoría de envases, es de un material diferente al del resto del envase. No se pueden reciclar juntos. Pero, a diferencia del cuerpo del envase, el tapón suele ser de un único material, por lo que si se recoge de forma separada tiene mucho interés.
Pero, por su tamaño, los tapones sueltos no se recuperan en las instalaciones de tratamiento en las que se clasifican los residuos del contenedor amarillo. Y así hemos visto como los tapones se recogían en campañas solidarias con distintos objetivos. Volveremos a esto más adelante.
Las soluciones iniciales al problema de los tapones como basura dispersa, del lado de la industria, fueron tres:
- Controlar las iniciativas relacionadas con recogida de residuos en el medio natural para minimizar el posible impacto a su imagen corporativa.
- Eliminar la marca de los tapones. Donde antes se leía claramente la marca ahora, en el mejor de los casos, pasó a aparecer un lacónico “por favor, recíclame”.
- Tratar de generalizar el término “basuraleza” para tratar de diluir la responsabilidad de la industria del envase de usar y tirar en lo que a las basuras dispersas se refiere.
Por si no es evidente, las tres iniciativas caen en el ámbito de las falsas soluciones. Muy en la línea de lo que suelen hacer las grandes empresas del sector. Grandilocuentes promesas que no se cumplen. Es una estrategia corporativa evidenciada, entre otros en el informe “Hablan basura. El manual corporativo de soluciones falsas a la crisis del plástico” elaborado por la Fundación Changing Markets.
A pesar de todo el esfuerzo de propaganda y presión política, con el retraso propio de la inversión corporativa al respecto, la legislación ha ido incorporando algunas soluciones reales al problema. En particular:
- Que determinados productos de plástico de un solo uso solo puedan introducirse en el mercado si las tapas y los tapones permanecen unidos al recipiente durante la fase de utilización prevista de dicho producto.
- La obligación para envasadores y distribuidores de productos envasados de cubrir los costes de la limpieza de la basura dispersa generada por determinados productos de plástico de un solo uso.
A las marcas les ha faltado tiempo para posicionarse en lo de los tapones que tienen que permanecer unidos al resto del envase. Soluciones imaginativas de todo tipo, sin pensar en la funcionalidad de la opción adoptada. Y tenemos las redes sociales llenas de comentarios al respecto: que si molestan cuando intento beber, que si se me cae la leche, que si luego no cierran bien. Opiniones para todos gustos y colores.
¿Son los tapones unidos a la botella la solución?
En primer lugar, cabría reseñar que, hasta donde he visto, sí se ha hecho un avance importante: los tapones ahora son más pequeños que antes. El esfuerzo por modificar el diseño ha traído algo bueno: menos materia prima y menos residuo. A partir de aquí tendríamos que volver al problema de fondo: el envase de usar y tirar. Y su reciclaje. Para poder recuperar los tapones estos tienen que llegar a un sistema de recogida y tratamiento adecuado para su recuperación y conversión en nuevas materias primas.
Si el tapón que permanece unido al envase es molesto para el usuario, éste optará por arrancarlo. Si no resulta sencillo volver a tapar en envase el tapón quedará colgando, con el riesgo inminente de desprenderse, bien por rozamiento, bien por engancharse en otros materiales.
Sí, es posible que se reduzca el número de tapones sueltos en las basuras dispersas, pero ¿cambiará significativamente el dato para la suma de botellas vacías y tapones sueltos? ¿Una mala experiencia de usuario llevará al consumidor de producto envasado a participar mejor en la recogida separada del material de envase? Entiendo que la disposición a llevar su residuo hasta un punto adecuado para su recogida y tratamiento no cambia con el hecho de que el tapón permanezca unido al resto del envase. La cuestión de fondo con los tapones de plástico es que implican un porcentaje importante en el peso global del envase y, por tamaño, se descartan en las instalaciones de tratamiento de residuos.
Más allá de su función de transporte y preservación del contenido, los envases son un producto de publicidad y márquetin. El tapón de plástico se vende como una innovación que permite la comodidad del usuario. Pero ha sido una herramienta de competencia entre distintos tipos de envases. Parte de la solución al drama de los tapones de plástico sería volver a un brik tradicional en el que directamente no era necesario el tapón. Pero olvídate de vender en ese envase sus presentaciones estrella: almuerzos para el recreo escolar y las excursiones al campo.
Con esto volvemos al problema de la recogida. Si vendes para un consumo fuera del hogar deberías plantear soluciones para que tu residuo no acabase abandonado. Un tímido mensaje de “al amarillo” no es suficiente. Pero tampoco te puedes permitir el lujo de despertar la conciencia ambiental de un consumidor que te descartaría como opción de compra. Descartada la prevención, que es la solución real, un sistema adecuado para la recogida de los envases de usar y tirar es clave para evitar las basuras dispersas y favorecer el reciclaje.
Incluso cuando el tapón llega unido a la botella durante la recogida, el transporte y las operaciones de tratamiento podría desprenderse. Es relativamente sencillo si entendemos que la basura, desde que la dejamos en el contenedor hasta que llega a la planta de tratamiento se comprime, se golpea, se roza, se engancha…
Una vez en el sistema de recogida de envases la única solución real para los tapones de plástico es reprocesar los residuos pequeños que caen por el trómel. Esta medida hubiese venido bien para recuperar muchos otros envases que actualmente se descartan, pero también plásticos que no son envase, metales y otros restos que, por su tamaño, se eliminan con independencia se su potencial como materia prima. Pero es un coste que los envasadores prefieren trasladar al conjunto de la sociedad.
La legislación avanza todo lo lentamente que permiten las presiones de las grandes empresas transnacionales. Cuando es inevitable, las mismas corporaciones que boicotean las soluciones reales, adoptan medidas para responsabilizar y causar molestias al usuario.
Si queremos seguir utilizando un material tan versátil, e insustituible en algunos usos como es el plástico no queda más remedio que mejorar la recogida y el tratamiento de los residuos de plástico. Mientras tanto, siempre que puedas, agua de grifo. Y si hay una recogida separada de tapones… seguramente sea la mejor alternativa para los que no consigas evitar.
[Este contenido ha sido reelaborado a partir de Productor de Sostenibilidad. Lee el original aquí]