Aviones de aerolíneas comerciales de Brasil funcionan con caña de azúcar y aceite de cocina
Los combustibles renovables, que ya mueven casi la totalidad de los autos brasileños, también están siendo probados en el aire, como un intento de reducir el impacto ambiental de los vuelos nacionales, y deben trasladar en el Mundial 2014, pasajeros de por lo menos 200 vuelos. Las aerolíneas brasileñas Azul y Gol Linhas Aéreas están realizando pruebas en sus aviones con biocombustibles renovables, como el producido a partir de caña de azúcar, una tecnología local, y otro, hecho con aceite de cocina usado, que además es reciclado.
En octubre, Gol realizó su primer vuelo comercial con biokerosene, mezclado de kerosene tradicional con aceite de cocina. La experiencia se suma a la realizada el año pasado por la aerolínea Azul, que durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, Rio+20, realizó vuelos experimentales, en Río de Janeiro. Los vuelos en un avión Embraer, también nacional, usaron una mezcla de kerosene de aviación con una mezcla de biokerosene de caña de azúcar.
El combustible, producido a partir de la fermentación de la caña, fue desarrollado por la empresa norteamericana de biotecnología Amyris, y puede reducir en un 80% la emisión de CO2 en comparación al combustible fósil. La tecnología de Amyris no exige ningún ajuste en la mecánica de los aviones. Fueron cinco años de estudios hasta conseguir la aprobación para las pruebas en los órganos del sector, dentro y fuera del país.
Estos vuelos representan un avance ambiental y son también una oportunidad para la industria sucro-energética. “El biokerosene es un cambio de paradigma. Además de los autos a alcohol y de los vehículos a biodiesel, los aviones también pasan a tener esa posibilidad”, prevé Donato Aranda, profesor de ingeniería química de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).
“Los biocombustibles son el único camino para que la aviación civil interrumpa el ritmo de emisión de carbono”, dice Alfred Szwarc, consultor de emisiones de la Unión de la Industria de Caña de Azúcar de Brasil (UNICA). Para el consultor, las pruebas servirán también para reducir la compra de kerosene de aviación. Brasil importa actualmente, un 20% de lo que consume, lo que representa un ahorro de alrededor de mil millones de euros.
Según la Asociación Brasileña de Empresas Aéreas (Abear), el combustible de aviación representa un 43% del costo de los billetes aéreos. “Con un apoyo mayor a este tipo de programa, acompañado de políticas públicas, la tendencia es que se gane escala hasta que este combustible tenga un costo equivalente al del origen fósil, lo que sería una gran conquista”, afirma Paulo Kakinoff, presidente de Gol.
La industria aeronáutica es considerada una de las principales villanas en el calentamiento global, por dejar una alta carga contaminante de sus combustibles, especialmente el kerosene, en las alturas.
Según datos de la Air Transportation Action Group, organización formada por empresas del sector aéreo, los vuelos comerciales lanzaron 689 millones de toneladas de CO2 en la atmósfera, el año pasado. El kerosene origina gases como dióxido de carbono y óxido de nitrógeno que contaminan el planeta. Para reducir ese impacto, las empresas internacionales se comprometieron a reducir las emisiones hasta el 2050.
Actualmente, más de 1500 vuelos ya usaron mezclas de kerosene renovable y fósil en el mundo. La aerolínea norteamericana United Airlines probó recientemente un combustible de microalgas en un vuelo de 1700 kilómetros entre Houston y Chicago, en un Boeing 737-800, que dejó de emitir entre 10 y 12 toneladas de CO2.