Economía circular y «greenwashing»: ¿cómo detectarlo?
La historia no se repite, pero rima: del mismo modo que nuestros antepasados encontraron la manera de optimizar los recursos, la actual escasez derivada de diversas crisis (que parecen ahogar la catástrofe climática, presentándola como inevitable) nos enfrenta a retos similares. La economía circular, hoy tan recurrente en los medios de comunicación, debe erigirse como paradigma sustitutivo de la economía lineal, que se define por el tradicional sistema de extracción de recursos, su producción, su uso y su desperdicio.
Pero, ¿qué es la economía circular? Hay múltiples definiciones y corrientes ideológicas pero podemos resumirlas en el concepto acuñado por la Fundación Ellen MacArthur, referente a nivel global: aquella economía «restaurativa y regenerativa a propósito, que trata de elevar al máximo la utilidad de un producto, componentes y materiales, para que su valor no se pierda, hasta haber agotado sus posibilidades».
Los principios compartidos para la economía circular son: eliminar residuos y contaminación desde el diseño, ayudando a mitigar la crisis climática, y disociar la actividad económica de la falsa creencia de los recursos infinitos. Es decir, pensar en regenerar sistemas naturales, donde los desechos formen parte del inicio de un nuevo ciclo, y mantener productos y materiales en uso. Para estos tres principios la tecnología es una aliada, dado que no todo está inventado.
A nadie se le escapa el gigantesco desafío al que se enfrentan las organizaciones y corporaciones al tener que cambiar su actual sistema lineal, concebido desde la Revolución Industrial. Esa dificultad es comprensible. Lo que no es comprensible es el abuso del greenwashing. Convendría optar por un planteamiento honesto para «reconfigurar el sistema» pensando, como dicen los americanos, «fuera de la caja». Sería una oportunidad para que la ciudadanía apoye a empresas y/o servicios diseñados para revalorizar residuos o crear subproductos de otros.
Greenwashing: oportunidades y oportunistas
A diario nos impactan multitud de informaciones que dificultan saber qué es realmente «sostenible». Comunicar de forma clara es una forma de ser transparente. El uso de tecnicismos es una práctica excluyente y la ambigüedad de las comunicaciones de empresas, administraciones públicas o servicios debería alertarnos.
Un producto es realmente «reciclable» cuando todas sus piezas lo son y pueden separarse, pero para ello debe existir una tecnología que lo permita. Y, para que sea «circular», el diseño debe estar concebido ad hoc desde el inicio, dado que el reciclado no es la finalidad de la economía circular, sino el reaprovechamiento del producto y sus materiales, teniendo en cuenta su origen técnico o biológico.
El abuso de conceptos verdes, de prefijos como eco o términos como sostenible, no implica que estos productos o servicios realmente lo sean. Para saberlo hay que conocer sus componentes y su trazabilidad, y la redundancia de estos recursos publicitarios infunde siempre un punto de sospecha. Ocurre lo mismo cuando escuchamos hablar de «estrategias» sin proponer un plan de acción o una acción concreta que demuestre su propósito. Decir lo que quiero, sin decir lo que hago o cómo lo hago, omitiendo información, es una de las formas más frecuentes de greenwashing en los informes de sostenibilidad de las webs corporativas o institucionales, así como en los discursos públicos elaborados a partir de palabras clave que son tendencia.
Las instituciones deben bajar a la tierra la Estrategia Española de Economía Circular, basada en el marco comunitario del European Green Deal, mediante formación e incentivos que ayuden a crear buenas prácticas de economía circular y oportunidades reales. Por su parte, los medios de comunicación podrían ir más allá de los titulares sobre cuantías económicas para subvenciones europeas, y hacer pedagogía sobre la esencia de la economía circular, que está en generar valor añadido, crecimiento y desarrollo económico a todos los sectores, y un empleo más sostenible e inclusivo.
La economía circular es una propuesta alternativa que encuentra oportunidades y oportunistas. Saber detectarlos y diferenciarlos es el reto más importante para nuestro empoderamiento como ciudadanía. Y aquí es donde la colaboración, la cooperación y el consumo responsable entran en juego para el objetivo común.
AUTORA: Marina Márquez, presidenta de presidenta de la asociación Visión Circular
[Este contenido procede de Climática. Lee el original aquí]