El arte con plástico: la “arqueología del futuro”
La gallega residente en Londres María José Arceo recurre al arte-protesta para concienciar sobre el daño al medio ambiente y para ello se acerca al Támesis, recoge desechos, los clasifica por colores y, tras el reciclaje, les busca un uso porque ésta, explica, es "la arqueología del futuro".
Al principio, cuenta esta compostelana, su peculiar aventura se inició como una obra social, algo así como hacer un “poco de limpieza” en unas aguas en las que encontraba “huellas humanas” que eran “el resultado del paso de la historia”.
“El río actúa como si fuera una lavadora, un tambor que está siempre enterrando y desenterrando vestigios y objetos”, ejemplifica Arceo, que desde que empezó con esta tarea en el año 2010, ha encontrado auténticas reliquias, tales como cerámica de la época romana o unos zapatos de la época Tudor, de Enrique VIII.
En este repaso por la esencia humana, Arceo tomó conciencia no solo de la cantidad de los restos recolectados -recoge unas seis bolsas en solo un par de horas-, sino del tipo de peligrosidad que estos residuos causan al medio ambiente.
No en vano, lo que ocurre con el plástico es que se rompe en partículas cada vez más pequeñas que acaban, principalmente, en el mar.
Es un material fotodegradable, es decir, necesita del calor o de la luz para deshacerse y en el agua sucede todo lo contrario, se hunde, se mantiene frío y se rompe en trozos tan minúsculos que acaban formando parte de la cadena alimenticia del ser vivo.
Consciente de ese problema, Arceo se embarcó, el 16 de noviembre de 2014 en una expedición marítima algo accidentada -con mareos, reconoce- que partió de Lanzarote y llegó el 6 de diciembre a Martinique, una isla francesa ubicada en aguas del Caribe.
Durante esta travesía, las catorce mujeres que integraban la comitiva -unidas a “un polizón” particular que viajaba en el vientre de una de las científicas- recogieron muestras de los microplásticos presentes en el océano para analizar cuestiones como si el exceso de material en el organismo está relacionado con el aumento de cánceres en las mujeres, sobre todo en el caso de los de tipo hormonal.
“El objetivo del proyecto es difundir cómo los plásticos se introducen en el sistema alimenticio. Para ello, se estudian los organismos de los peces y también cómo los asimilan”, detalla.
María José Arceo, nacida en Compostela pero afincada en Londres desde muy joven, indica que el plástico es como “una esponja” que absorbe infinidad de toxinas, acumulándolas hasta que un organismo que lo ingiere las distribuye por su ser.
Pese a que los resultados de este viaje que formarán parte de diversos estudios aún están por ver la luz, se observó que en determinadas zonas del mundo las concentraciones de plástico, un material flexible y dúctil, eran muy importantes, llegando a haber “por cada pieza de plancton cinco de plástico, pero de una dimensión muy preocupante”.
Según estimaciones de la Organización de Naciones Unidas (ONU) se calcula que todos los años van a parar a los océanos unos 10 millones de toneladas de plásticos y, además, que más de un millón de aves y de cien mil mamíferos y tortugas marinas mueren al año por la ingestión de los desperdicios tóxicos.
Por el momento, los estudios preliminares con los que ha colaborado María José Arceo se han centrado en cinco “islas” de plástico, que son “masas no compactas” similares a “una sopa”.
Arceo destaca especialmente una de estas aglomeraciones, ubicada en el Pacífico Norte, encima de la isla de Hawai, y cuya extensión sería casi “tres veces” el tamaño de la Península Ibérica, lo que equivale a una superficie de 1.400.000 kilómetros cuadrados.
Esta artífice de obras raras pretende con su trabajo concienciar a la población acerca de la contaminación medioambiental y realzar el potencial de una materia prima como el plástico, el cual se trata como “algo de usar y tirar”, pero que es atemporal, barato, duradero y con un valor muy alejado de lo que se entiende comúnmente por basura.
En una las creaciones de Arceo también hay material de su adorada Galicia, el que se llevó tras uno de los viajes a su tierra natal.
“Me llevé cinco kilos en la maleta. En lugar de queso de tetilla o chorizo me llevo plástico”, asegura entre risas.
Y ahora ha decidido no solo separar por colores, como hace para que el resultado sea más “atractivo, bonito e interesante”, sino también filtrar por procedencia, y con el material de su lugar de origen confía en hacer una exposición en Galicia, algo que por el momento es una idea que está en su cabeza.
Esta mujer, que se define como “medio acuática”, siempre ha sentido fascinación por el agua y continuará defendiendo el futuro del planeta porque sabe que este líquido es “la fuente de la vida”.