España y su dilema: (re)pensar los envases para reciclar más y mejor
Ante la crisis ambiental y climática en la que nos encontramos, desde el movimiento ecologista siempre se ha tratado de combatir el mensaje de que, mientras separemos correctamente nuestros residuos para su reciclaje, podemos seguir con un modelo de consumo voraz. Y es que el sistema de gestión de residuos implantado, no sólo genera importantes impactos, al incidir en el reciclaje y no en la reducción, sino que cuenta con grandes limitaciones en cuanto a la recogida selectiva y gestión de diversos tipos de residuos. De hecho, del total de los plásticos desechados en la Unión Europea sólo se recicla el 30%.
Una parte importante de los residuos que se generan corresponden a envases y embalajes que en muchos casos son plásticos, o contienen plásticos. En éstos contrasta lo efímero que es su uso con su larga persistencia en la naturaleza hasta que se degrada, generando grandes impactos ambientales y sobre la salud a lo largo de su ciclo de vida, partiendo de la extracción del petróleo del que proceden, siguiendo por la fabricación del plástico y terminando por su fase como residuo y su descomposición en micro y nanoplásticos.
Por tanto, una parte importante de la sostenibilidad de un producto viene marcada porque no vaya envasado, o si lo va, que el envase sea reutilizable o retornable, o que esté compuesto por materiales menos nocivos. Sin embargo, en ocasiones, cuando por coherencia queremos obtener productos ecológicos o más sostenibles, nos encontramos con que este criterio no ha sido tomado en cuenta. Rollos de papel higiénico rodeados de plástico, envases de yogures, bolsas de ensalada, botellas de aceite de este material… Los motivos puedes ser variados, y dependen de cada caso, desde poca sensibilidad con la problemática, el encarecimiento del precio que supondría recurrir a materiales alternativos como el vidrio, etc. Pero también hay que destacar las ventajas que ofrece el plástico (bajo precio, ligereza, flexibilidad, resistencia, posibilidad de mostrar el producto al cliente con un embalaje trasparente …).
En cualquier caso, el envasado del artículo, en cuanto a su impacto, es un aspecto al que hay que darle mucha importancia. Y es que un producto etiquetado como ecológico tiene certificado su proceso de producción, pero su sostenibilidad depende igualmente de su origen, del proceso de distribución, y como hemos dicho, de su envasado.
Por todo ello, al margen de la urgencia de que se produzcan cambios legislativos que limiten el uso de envases, sobre todo de los plásticos, es necesario avanzar, desde el sector de los productores y distribuidores ecológicos, en sistemas de envasado más sostenibles. Estas alternativas no pueden suponer huidas hacia adelante como el empleo de bioplásticos, que no se degradan tan fácilmente como se dice, no son fácilmente reciclables y que contienen aditivos tóxicos que no desaparecen ni tras la degradación del material. Por el contrario, se deben priorizar opciones basadas en la REDUCCIÓN, y cuando no sea posible, en la REUTILIZACIÓN, apostando por un sistema de producción y distribución más local y con menos intermediarios que reduzca las necesidades de envasado y que sea coherente con la jerarquía de las famosas 3 Rs.
Dentro de la apuesta por la reducción de envases, además de rechazar el sobre- embalaje, una práctica clave es la venta a granel, que de por sí requiere menos envasado, pero que además permite la reutilización de botes, bolsas o tarteras por parte del consumidor (la Ley 7/2022 obliga al establecimiento comercial a aceptar los envases de la clientela, siendo responsabilidad de ésta las condiciones de higiene en las que se encuentra). Además, hay que tener en cuenta, que salvo que se establezca un sistema de autoservicio, los establecimientos con venta a granel requieren más dependientes, con lo que generan más puestos de trabajo. También, otro objetivo debe de ser evitar el uso de plástico, optando por productos menos nocivos y más fácilmente reciclables como el vidrio y el papel.
En este sentido, el proyecto Le Super Tout Nu, el primer supermercado francés sin envases de plástico, puede resultar inspirador. Nace en 2018, a partir de un proceso de financiación colectiva, en el que se obtuvieron 10.000 € que permitieron abrir el establecimiento en Labège, localidad situada a unos 10 kilómetros de Toulouse. Este supermercado comercializa, fundamentalmente a granel, productos de proximidad, orgánicos y artesanales. Al eliminar los envases de plástico, Le Super Tout Nu vende los productos sin envasado o envasados en tarros de cristal cuando es necesario (pastas, arroces, quesos, legumbres, especias...). Cuando los botes son devueltos, el cliente recibe un vale para las nuevas compras, mientras que en el supermercado se lavan y esterilizan para su reutilización posterior (proceso que en el Estado español ha quedado autorizado por el Real Decreto 1021/2022, de higiene y comercio al por menor de productos alimenticios).
Respondiendo a las mismas inquietudes, dentro del proyecto europeo AESOP4FOOD Erasmus+, el supermercado cooperativo La Osa colabora con la Universidad Politécnica de Madrid en un Living Lab, que cuenta con el apoyo del Centro Internacional de Economía Circular (CIEC) del Ayuntamiento de Madrid , y que ha sido concebido como espacio de cogeneración de conocimiento aplicado, para impulsar mecanismos para reducir, tanto la cantidad de envases desechados, como para potenciar su recuperación y reutilización.
El Living Lab, que responde al interés expresado por la cooperativa y sus socias, que previamente habían creado un grupo de trabajo sobre estas cuestiones, está en marcha. Hasta el momento, se ha hecho un inventario con los productos a la venta en el supermercado, identificando si llevan envase, y qué tipo, y se han realizado encuestas a las cooperativistas sobre sus preferencias. A partir de las informaciones obtenidas, han comenzado los encuentros que deben servir para aportar formas de reducir el uso de envases y embalajes, sobre todo de aquellos con plásticos.
Unas cifras de recogida selectiva que llevan a un sistema de depósito, devolución y retorno (SDDR)
Según la Ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular, si en 2023 no se alcanzaba, como mínimo, una recogida separada en peso del 70% de las botellas de plástico, la industria estaba obligada a implantar, en dos años, un sistema de depósito, devolución y retorno (SDDR) para latas, botellas de plástico y bricks de hasta tres litros de capacidad.
Pues bien, si partimos de los datos de 2021, mientras Ecoembes defiende que la tasa de recogida selectiva fue del 71%, un estudio encargado por Zero Waste Europe y la Alianza Residuo Cero, con el apoyo la plataforma #LeydeResiduosYa, realizado por la consultora Eunomia, estima que la cifra de botellas de plástico recogidas separadamente en Estado español fue del 36%.
El SDDR, aunque encuentra el rechazo de la industria y de Ecoembres, mejora considerablemente las cifras de recogida selectiva que permiten el reciclaje y es la única manera de cumplir con los objetivos a corto plazo que fija la ley, con un 77% en 2025, un 85% en 2027 y un 90% en 2029. Hay que recordar que España es el sexto país de la UE que genera más residuos de envases por habitante.
[Este contenido ha sido reelaborado a partir de El Salto. Lee el original aquí]