La Cumbre del Clima un año después: los retos pendientes de la COP26

Hace exactamente 365 días, el mundo tenía sus ojos fijos en Madrid. Durante dos semanas, esta ciudad se convirtió en el centro de la acción climática mundial al albergar la 25ª conferencia de las partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Sin embargo, a pesar de clausurarse con dos días de retraso y tras batir su propio récord de duración, las extenuantes negociaciones internacionales concluyeron sin acuerdo sobre la regulación de los mercados de carbono, el principal objetivo. De hecho, finalmente solo se suscribió un pacto de mínimos que apelaba a la buena voluntad de los países para lograr aumentar la ambición en el recorte de emisiones.
Un año después, los deberes que se dejaron sin hacer en la COP25 siguen sobre la mesa, pero el panorama internacional ha cambiado radicalmente. Y es que entre la Cumbre del Clima de diciembre, que en principio se tenía que celebrar en Chile pero se trasladó a España por los problemas sociales que vivía el país andino, y el cierre de este 2020, ha habido importantes avances climáticos que permiten afirmar que no ha sido un año perdido para el clima.
Por supuesto, el primer cambio importante de la lista no podía ser otro que la crisis del coronavirus, que ha trastocado nuestras vidas pero también la acción climática, aunque solo sea por obligar a posponer la COP26 a noviembre del año que viene. Pero es que, en realidad, los confinamientos y limitaciones a la movilidad han supuesto también un gigantesco experimento en tiempo real. Efectivamente, si se frena en seco la economía, las emisiones bajan, sobre todo gracias a la reducción de desplazamientos en coche, avión o barco.
En teoría, 2020 marcaba el momento en el que Estados Unidos salía definitivamente del Acuerdo de París, lo que suponía un duro golpe para las negociaciones climáticas internacionales. Aunque esta retirada se ha hecho efectiva, la derrota en las urnas de Donald Trump la ha convertido en anecdótica. Ahora, con Joe Biden en el poder, el gigante norteamericano parece comprometido a intentar liderar la lucha contra el calentamiento global con políticas “verdes” a nivel nacional y un aumento de la ambición en el recorte de emisiones.
Por el momento, el hecho de que Biden haya nombrado por primera vez a un enviado especial para el Clima, el exsecretario de estado John Kerry, ya da pistas de que el medio ambiente va a jugar un papel importante en su legislatura. Pero, sobre todo, el presidente electo no ha dudado en hablar de “revolución de la energía limpia y la justicia ambiental” tras salir elegido y ha prometido más de 2.000 millones de dólares en proyectos de energía no contaminante en los próximos cuatro años.
También han aumentado su ambición países como Canadá, Chile o Reino Unido, que la pasada semana fijó un recorte de emisiones del 68% para el final de la década. Sin olvidar a la Unión Europea, que a pesar de la pandemia ha mantenido su apuesta por el Pacto Verde, aunque aún tiene que decidir hasta qué punto eleva el recorte de emisiones para 2030. Además, economías tan importantes como la de Japón o Corea del Sur han dado también el paso de anunciar la neutralidad de carbono. Buenas noticias que evidencian que 2020 no ha sido un año perdido para el clima, aunque tampoco pueden hacer olvidar el enorme trabajo pendiente que se deberá retomar en Glasgow en 2021.
Además, para la COP26 de Glasgow también quedó pendiente crear un mecanismo para compensar a los afectados por desastres climáticos y será necesario encontrar un acuerdo sobre financiación climática a largo plazo para que los países menos desarrollados puedan desarrollar planes de mitigación y adaptación. En este punto, quizás haya novedades antes de la COP26, ya que está previsto que se celebre de manera telemática una Cumbre de Adaptación Climática, en enero de 2021.
En cualquier caso, ante el retraso de la Cumbre del Clima, la ONU ha estado todo el año instando a los países a que revisen al alza sus contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, por sus siglas en inglés), que encarnan los esfuerzos de cada país para reducir sus propias emisiones. Al fin y al cabo, este aumento de la ambición fue el único acuerdo que se alcanzó en Madrid, como bien recogía la declaración final. Pocos países han cumplido (apenas 15, según los datos de Climate Action Tracker), aunque aún queda el objetivo clave de la Unión Europea como bloque que en teoría se debería conocer este diciembre.
[Esta noticia fue publicada originalmente en El Ágora. Lee el original aquí]