La gestión de lodos y residuos de la DANA podría generar contaminación de aguas subterráneas
La urgencia por sacar de los pueblos de L’Horta Sud, afectados por la DANA, el barro, los vehículos y la enorme cantidad de desechos en los que la inundación convirtió lo que había dentro de casas, tiendas y polígonos industriales ―la Consejería de Medio Ambiente, Infraestructuras y Territorio calcula que se han retirado más de 250.000 toneladas―, de forma que sus habitantes puedan recuperar cierta normalidad, está llevando a las administraciones a flexibilizar las exigencias ambientales. Y a adoptar soluciones que, en ciertos casos, pueden convertirse en nuevos problemas.
La elección de la antigua cantera de Picassent como vertedero provisional parece destinada a ser uno de ellos. Y es que el recinto, escogido por la Generalitat para centralizar temporalmente grandes cantidades de residuos, contiene una laguna que se formó probablemente por el afloramiento de las aguas subterráneas ―lo que implica un riesgo contaminación―, según los expertos consultados, así como entidades que lo analizaron en su día, como la Confederación Hidrográfica del Júcar.
Lo más plausible es que el agua emergió porque la explotación minera alcanzó la capa freática, que no es aquí muy profunda. “Según mi modelo, está a 19 metros. No hay que excavar mucho para que salga agua”, afirma Gonzalo Míguez Macho, uno de los mayores expertos españoles en aguas subterráneas, catedrático de la Universidad de Santiago, que ha analizado el caso a través de imágenes por satélite. La consejería defiende, por su parte, la ubicación.
A menos de tres kilómetros al este se encuentra el Parque Natural de la Albufera, un espacio declarado de especial protección por la UE y que ha sido especialmente golpeado por la DANA. Míguez Macho, físico y coautor de un atlas mundial de las aguas subterráneas publicado en "Science", advierte que lo que se infiltre desde la cantera se dirigirá hacía allí debido a la ligera pendiente. “Creo que se deberían examinar los riesgos. No sé qué tipo de contaminación llevan esos lodos, pero dependiendo de lo que contengan el problema puede ser mayor o menor”, señala. El Ayuntamiento de Picassent ha reclamado por escrito a la Consejería de Medio Ambiente información sobre las condiciones del terreno, así como de las medidas adoptadas “para evitar la contaminación del suelo y de las aguas superficiales y subterráneas”.
El surgimiento de la laguna como consecuencia del corte del nivel freático fue publicado a finales de 2017, primero por el diario Levante-EMV y después por EL PAÍS. El Ayuntamiento trasladó la cuestión a la consejería, pero no obtuvo respuesta. Y es posible que dicha información no fuera incorporada a ningún registro oficial. Cuando EL PAÍS preguntó a Medio Ambiente por el riesgo que implicaba que exista allí la laguna, respondió primero que no la hay, sino que se trataría de “agua de lluvia”, acumulada allí porque se trata de un espacio “impermeable”. Y que dicha condición, derivada del “sustrato geológico arcilloso-margoso de la cantera”, fue lo que determinó que fuera elegida para alojar los residuos. El departamento dijo que el emplazamiento cuenta con el aval de un “informe externo elaborado por una empresa acreditada”, y tiene el “visto bueno del CSIC”. Este diario solicitó, sin éxito, consultar el informe externo. Y preguntado por el aval, el CSIC ha puntualizado que trasladó a la Generalitat “unas recomendaciones de emplazamientos temporales condicionando su uso al cumplimiento de unos requisitos que garantizaran la seguridad medioambiental”.
Míguez Macho considera, por su parte, “evidente” que el agua proviene del subsuelo. Es lo mismo que cree el Ayuntamiento, la explicación por la que se inclinó en 2017 la Confederación Hidrográfica del Júcar ―que se declaró, sin embargo, no competente para determinar si la nueva laguna debía ser protegida―, así como otro experto consultado por este periódico que pide que no se publique su nombre debido al cargo que ocupa. La revisión de las imágenes por satélite de la cantera muestra una presencia constante de agua, al menos desde 2008 ―en 2006 todavía se observa cierta actividad y de 2007 no hay imágenes―, lo que coincide con el inicio de la crisis financiera, que frenó en seco la demanda de ladrillos. Míguez apunta que mientras la explotación funcionó debió usarse un sistema de bombeo para extraer el agua. Y, una vez abandonada la actividad, la laguna se llenó.
Sus dimensiones, que pueden calcularse a través de las imágenes, varían de un año a otro, llegando a rondar los 18.000 metros cuadrados en 2020. El agua cubría entonces la mayor parte del área donde ahora se está vertiendo lodo y depositando basura ―aunque no la zona asfaltada donde han empezado a colocarse los coches―. Míguez afirma que es normal que las dimensiones fluctúen.
[Este contenido ha sido reelaborado a partir de El País. Lee el original aquí. IMAGEN: Campa de Catarroja, fotografiada por Levante-EMV]