La UE aprueba una propuesta de reducción de residuos de envases acechada por presiones de la industria
El Parlamento Europeo aprobó el pasado 22 de noviembre su posición para negociar con los Veintisiete las nuevas reglas para reducir los residuos de envases y embalajes, en medio de intensas presiones de la industria. Un inusual cabildeo “al límite de la decencia”, según han denunciado varios eurodiputados, que ha acabado con la Eurocámara rebajando la iniciativa original de la Comisión Europea para limitar los envoltorios y plásticos de un solo uso. Para los defensores del medio ambiente, no ha sido este un buen día en Estrasburgo: los eurodiputados han rechazado además la propuesta para reducir a la mitad, hasta 2030, el uso de pesticidas, una pieza clave del Pacto Verde europeo.
“La industria de los envases desechables debe estar brindando”, ha lamentado la negociadora del texto parlamentario sobre envases del grupo Socialistas y Demócratas (S&D), Delara Burkhardt, para quien el Parlamento Europeo “ha dejado pasar su gran oportunidad de hacer algo contra las crecientes montañas de basura en la UE”.
La propuesta de la Comisión Europea para reducir los residuos de envoltorios y plásticos de un solo uso se basa no solo en incentivar más aún el reciclaje, sino también la reutilización de envases y la prohibición de prácticas como envolver frutas y verduras en plástico, ofrecer sobres de azúcar en restaurantes o productos de aseo en envases de miniatura en hoteles, parte de las cuales han quedado eliminadas o matizadas en la copia de los legisladores. La iniciativa había puesto en pie de guerra a poderosas empresas del embalaje y de la comida rápida, que han ejercido un cabildeo pocas veces visto en Bruselas —y eso que la urbe belga es conocida como la capital mundial de los lobistas—.
En el debate previo a la votación de la semana pasada, que se resolvió con 426 votos a favor, 175 en contra y 74 abstenciones, el comisario de Medio Ambiente, Virginijus Sinkevicius, había insistido en la urgencia de una legislación que busca reducir una cantidad de residuos —cada ciudadano europeo genera unos 190 kilos de residuos y plásticos al año— que ni reciclando intensamente se puede contrarrestar, advirtió. Entre 2020 y 2021, la UE batió un “triste récord”: los restos de envoltorios aumentaron un 24%, “una tasa superior al PIB y a la capacidad de reciclaje” europeas, mientras que la capacidad de reciclado se redujo un 6%, recordó.
“Las tendencias muestran que no basta con reciclar”, subrayó Sinkevicius, promotor de un reglamento aún lejos de ser aprobado (los Veintisiete todavía tienen que fijar su posición, para después proceder a las negociaciones finales con la Eurocámara y la Comisión en busca de un texto final consensuado) que busca que, para 2030, todos los envoltorios sean reciclables o reutilizables de una forma económicamente viable.
Los eurodiputados sí mantienen los objetivos globales de reducción de envases propuestos en el reglamento (5% para 2030, 10% para 2035 y 15% para 2040), pero proponen establecer objetivos específicos para los envases de plástico (10% para 2030, 15% para 2035 y 20% para 2040). Ante las protestas de Francia, donde se clamó que la normativa iba a acabar con iconos nacionales como la tradicional barqueta de madera del camembert —queso a menudo en el centro de disputas políticas y culturales—, el texto avalado en Estrasburgo garantiza “algunas exenciones temporales, por ejemplo, para los envases alimentarios de madera y cera”.
La propuesta sobre los envases ha generado un cabildeo de una intensidad y hasta agresividad rara vez vista durante el actual mandato y que retrotrae a campañas como la de las tabacaleras. La semana pasada, el eurodiputado socialdemócrata holandés Mohamed Chahim llegaba indignado a un encuentro con la prensa, agitando un cartel colgado durante la noche en la puerta de su despacho y de otros muchos eurodiputados con el mensaje de que la normativa “acabará con la industria de la comida para llevar para 2035″ y amenazando a los legisladores con que tendrán que rendir cuentas por ello en las elecciones europeas del año que viene.
Hasta 1.500 pancartas de este tipo fueron distribuidas en horario nocturno por las 15 plantas de la sede parlamentaria de Bruselas. Una acción que también indignó a la italiana Maria Angela Danzì (Movimiento 5 Estrellas), según la cual los eurodiputados también han sido “abordados continuamente en los pasillos, al final de reuniones o incluso en el bar” por lobistas del sector. Estas prácticas podrían violar las nuevas normas de transparencia y del código de conducta aprobadas tras el Qatargate y Danzì ha anunciado que pedirá la intervención de la presidenta parlamentaria, Roberta Metsola, aunque no hay aún una denuncia formal.
Tras la oleada de detenciones de eurodiputados y personas relacionadas con el Parlamento europeo, hace casi un año, sospechosas de haber recibido dinero de países como Qatar o Marruecos para legislar a su favor, la Eurocámara aprobó un endurecimiento de las normas para los lobistas: además de ingresar en el Registro de Transparencia antes de poder reunirse con eurodiputados (en encuentros también registrados), deben identificarse plenamente, no buscar obtener información de manera “deshonesta o mediante presiones, comportamiento inadecuado o lenguaje ofensivo”, y “respetar el acceso específico y las normas de seguridad” de las instituciones. Unas condiciones que se cree podrían haberse violado en el caso del cabildeo de esta normativa.
Para la ponente de la otra propuesta medioambiental clave del día votada —y, en este caso, rechazada— en la Eurocámara, también los lobbies están detrás del fracaso de la votación para reducir a la mitad los pesticidas para 2030.
[Este contenido ha sido reelaborado a partir de El País. Lee el original aquí]